|
Por Hilda Cabrera El arte inteligible pero inexplicable de Samuel Beckett, definición que traduce el asombro que sigue provocando este escritor, dramaturgo y poeta, maestro de las pausas y los silencios, es abordado en un singular estreno, Manchas en el silencio, por ocho músicos y dos actores (Cristina Banegas y Miguel Guerberof). Pensamos esta producción casi tanto como la obra misma, seleccionando a los intérpretes que mejor podían realizarla, apunta en diálogo con Página/12 el músico Martín Bauer (generador del proyecto), junto a Guerberof, quien se ocupó de la selección de los textos de Beckett, un autor que coloca al espectador ante la necesidad de pensar en un mundo menos implacable y exige un público dispuesto a las sutilezas. La música es de Mariano Etkin, del mismo Bauer (también director general), Carlos Mastropietro y Santiago Santero (director musical). La puesta en escena pertenece a Carlos Lipsic y tiene lugar en El Callejón de los Deseos (Humahuaca 3759), hoy y los próximos sábados de julio, siempre a las 23. El trabajo, encarado como una ópera, irá en setiembre invitado al Festival de Manizales. Esta es la primera vez que Bauer trabaja con textos de Beckett, a quien encontró dice a través de Guerberof, hace veinte años. Actualmente dirige el Ciclo de Música Contemporánea del Teatro San Martín. El actor, por su lado, mantiene una intensa actividad docente y propone y conduce espectáculos de autogestión, como Cuento de invierno, de William Shakespeare, en cartel. El trabajo de los compositores es en Manchas ... producto de la vivencia personal en contacto con los textos, precisa Bauer, atento no sólo al sonido de la palabra, tal como la dicen los actores, sino también al ritmo, las respiraciones y los temas que plantea Beckett, preocupado por cómo se escucha, y cómo se inicia y acaba el sonido. El tiempo es una preocupación esencial a la composición agrega el músico. Beckett escribió que, con el paso de los años, uno va a tener sólo recuerdos de duración. O sea que Beckett inspira muy especialmente a los músicos ... Bauer: Invita a trabajar. Además, tenía relación con la música. Era un pianista bastante dotado. Cuando estaba por morir, tocaba sonatas de Haydn. Sus piezas radiofónicas, por ejemplo, están armadas sobre una partitura musical. Eso permitió que los músicos escribieran para esas obras. ¿Cómo se relaciona aquí la música con las voces? Guerberof: Nuestro decir es más seco que en el teatro convencional. Con algunas excepciones, casi todos los textos que tomé pertenecen a los últimos años de Beckett. Uno de ellos, que me encanta, Mal visto mal dicho (Mal vu mal dit, de 1981), no tiene una cadencia demasiado teatral. Es más literaria y funciona bien con la música que para ese tramo de la obra creó Martín. No interfiere en la música ni ésta en la palabra. Son como dos planos que jamás se encuentran, pero se sostienen uno con el otro. ¿Por qué prefirió los últimos textos? Guerberof: No son exactamente los últimos, tiene poemas posteriores, pero encuadraban en una rítmica apropiada a la que desarrolla Martín. ¿Los silencios del texto se corresponden con los de la música? Bauer: La convivencia difiere según la propuesta de cada compositor. En algunos casos hay alternancia absoluta, como si fueran comentarios; en otros, mezcla o superposición, o parlamentos y música que se reiteran. A uno le interesó la fragmentación, a otro la repetición. A mí el fluir de la conciencia, el pensar la instrumentación como un juego de dobles, de complementarios. No hay un esquema fijo, pero el resultado, creemos, es de una fuerte unicidad. No existe presentación, desarrollo, culminación y final, porque el material que proporciona Beckett no lo resiste. La unidad está dada por la instalación de un estado poético, que se profundiza sin ningún tipo de énfasis y en algún momento termina. ¿Cuál es la temática dominante? Guerberof: He tomado los temas recurrentes de Beckett, la soledad frente al vacío del cosmos, la soledad de la mirada sobre el otro, el registro del otro como para que uno sea. La obra está basada en el intertexto, que él usaba y manejaba tan bien. No hay cortes abruptos sino síntesis poética. Diría que es un manifiesto sobre las sensaciones, ideas y preocupaciones que generan sus obras. La búsqueda de un centro posible desde donde percibir al otro ser y un discurso sobre las palabras que brotan de a chorros y que de pronto no significan nada. ¿Cómo influye la voz femenina? Bauer: Agrega otro timbre, que en la manera de decir de Cristina es muy singular: seca. Guerberof: Muy beckettiana, con una sensibilidad filtrada por la emoción desde una zona diferente a la tradicional. Beckett no es un autor sentimental, tampoco complejo, como se dice sin saber mucho de él. El problema en esto y en la índole de nuestro trabajo se relaciona siempre con el ojo de quien lo mira. El ojo de ese otro es lo que hace que algo sea simple o complicado, aunque es cierto que a la percepción hay que entrenarla.
|