Página/12 en Francia
Por Eduardo Febbro Desde París El año 1999 viene envuelto en
el Apocalipsis: bolas de fuego, terremotos, derrumbes, incendios y cataclismos amenazan la
humanidad del Viejo Continente, y en particular a París, destinada a la desaparición.
Según las predicciones circulantes, entre el 28 de julio de 1999 y el 11 de agosto, día
del eclipse de sol, la ciudad quedará destruida íntegramente por los efectos
combinados del eclipse de luna del 28 de julio y el de sol del 11 de agosto. En París ya
se hacen apuestas sobre la veracidad de las predicciones lanzadas por el modisto Paco
Rabanne. Sirviéndose de una interpretación muy particular de las predicciones de
Nostradamus el célebre médico de Carlos V, Rabanne sostiene que para escapar
de la hecatombe lo mejor es irse a unos 60 kilómetros fuera de París. El
costurero ya se previno: alquiló una casa en el campo, dio vacaciones adelantadas a sus
empleados y cerró, desde luego, su negocio en París. Página/12 habló con Rabanne,
quien explicó su función en el mundo: Estoy aquí para prevenir a los
humanos. Muchos le creen.
Estas profecías no son, sin embargo, las únicas que circulan por estas latitudes, ni es
tan grande la indefensión. Prueba de ello, y muy seria, es el corpiño especial
Nostradamus que la empresa fabricante de ropa interior femenina Triumph sacó
a la venta para tan apocalíptica ocasión. Se trata del modelo Armagedón, capaz de
detectar cualquier peligro que caiga del cielo gracias a un pequeño emisor adherido en
los breteles que emite un SOS luminoso. El corpiño Armagedón contra las profecías del
astrólogo francés que anunció el fin del mundo está fabricado con materiales
utilizados por la NASA en los trajes de los astronautas. Y como jamás es tarde para ganar
dinero, incluso cuando la humanidad entera va a desaparecer, los apostadores ya están
manos a la obra especulando con las predicciones de Nostradamus. Algunos corredores de
Bolsa parisienses confesaron a Página/12 que ya circulan bastantes apuestas sobre
las catástrofes anunciadas, hasta hay gente que apostó sobre el eventual fin del
mundo. Nostradamus predijo que en el séptimo mes del año de gracia de
1999 vendría el reino del terror. Las apuestas varían entre los 10
dólares y los 1000: Por ahora confiesa el corredor: No hay dudas de que
con el tiempo el flujo va a aumentar. Las supersticiones que circulan en Europa
alcanzan dimensiones del mejor realismo mágico. Ni siquiera se salva la famosa crisis
informática del año 2000. Una secta con ramificaciones en París está convencida de que
esa crisis es una advertencia divina contra quienes, en vez de dedicarse a leer la
Biblia, pasan la mayor parte de su tiempo pegados a la pantalla del computador navegando
por Internet.
Fuego, sangre, venganza divina, parece difícil escapar a los efectos de las predicciones
apocalípticas, tanto más cuanto están sostenidas por sabios cálculos y
aplicadas interpretaciones. Lo mejor es ir acumulando azúcar, agua, aceite, harina y
pañales para los niños ... por las dudas, nunca se sabe. Por ejemplo, vale la pena
detenerse en la forma en que el costurero Paco Rabanne calculó la destrucción de París
y de la región de Gers leyendo al estimable Nostradamus. La teoría central afirma que el
28 de julio un objeto se incendiará en el cielo y que el 11 de agosto éste mismo caerá
sobre la Tierra. Ambos eclipses crearán tales interferencias magnéticas que la
estación MIR, el objeto en cuestión, se incendiará precipitándose sobre París.
Para llegar a este resultado en el que un asombroso número de personas ha creído
Rabanne vendió decenas de miles de ejemplares de su libro Fuego del cielo, el
costurero dio vuelta la letra de una de las predicciones de Nostradamus: cuando el
astrónomo francés se refiere a la Onda Muro, Rabanne dice, apoyándose en el
trabajo conjunto con varios futurólogos y expertos, que se debe dar vueltala
u, que así se convierte en n. Entonces, esa n, en el
alfabeto cirílico, se pronuncia como I. Por lo tanto, Muro es igual a MNR
que, a su vez, suena como MIR. Como evidente, evidente es. Pero claro, había
que escribirlo, y encima hacer que lo crea la gente. El mundo europeo, con devoción,
cree. Según una encuesta del instituto Ipsos, uno de cada diez franceses se toma muy en
serio la cuestión de Nostradamus, la historia de la estación Mir y el 11 de agosto. Y,
como si fuera poco, Rabanne precisa que el conflicto de Kosovo generará la Tercera
Guerra Mundial.
Los analistas de estas cuestiones mágicas explican que el impacto es tanto más grande
porque, como lo afirma el profesor Jean Delumeau, asistimos a un triple
acontecimiento: el año 2000, el eclipse y la marca de las profecías de
Nostradamus. Combinación explosiva recuperada por los charlatanes que ya salieron a
vender cuanto objeto antiApocalipsis pueda imaginarse. Jean-Charles de
Fontbrune, el traductor oficial del astrónomo francés, no escatima catástrofe en su
última entrega. En el orden: a partir de julio de este año Francia va a ser ocupada por
tropas angloislámicas-rusas, París quedará destruida, Suiza será víctima de
impensables saqueos, Gran Bretaña será invadida por el túnel del Canal de la Mancha y
el papa Juan Pablo II tendrá que huir de Roma para refugiarse en Lyon, donde será
asesinado. Fontbrune prevé el retorno de la felicidad recién para el año 2026.
Roger Prevost, autor del libro Nostradamus, el mito y la realidad, explica que además de
la conjunción detallada por el profesor Delumeau, se da otra combinación. Las tesis de
Nostradamus se ven apoyadas por un acontecimiento astrológico raro y
trascendente. Según la astrohistoria, los grandes estadios de la civilización se
corresponden con los años zodiacales. Desde este punto de vista, es innegable que la
humanidad se apresta a ingresar en una nueva fase de su historia. Los adeptos del New Age
la esperan con ansiedad mientras que los milenaristas y los apocalípticos tiemblan como
gatos mojados: se trata del fin de la era de Piscis, símbolo cristiano, y del comienzo de
la era de Acuario, que anuncia la edad de oro de una nueva espiritualidad. Roger Prevost
pone en tela de juicio la interpretación que se hace de los textos de Nostradamus. Por
ello argumenta: Nostradamus no era un profeta. Cuando se examinan sus textos no hay
nada que se refiera a acontecimientos futuros. Analizando esos textos me di cuenta de que
los hechos de los que habla Nostradamus ya se produjeron en el pasado. No conciernen de
ninguna manera al futuro. El problema central es que sus traductores e intérpretes
descuidan el sentido que las palabras tenían en la época de Nostradamus. Por ejemplo, a
propósito del 11 de agosto, no va a ocurrir absolutamente nada ese día. Yo analicé esas
predicciones. Nostradamus habla en realidad de la destrucción de la ciudad
Vitry-le-François, en 1544. Jean Charles de Fontbrune defiende su traducción de
los textos diciendo: Los 35 años que pasé trabajando para comprender Nostradamus
me enseñaron una cosa: la historia del hombre tiene un costado irracional. Ninguna
profecía es ineluctable. Hay que tomarlas por lo que son: visiones espantosas de lo que
podría ocurrir si el hombre sigue en el camino del materialismo destructor.
Por E.F. Desde París
De costurero a futurólogo, Paco Rabanne dio un salto considerable cuya primera etapa
iluminada consistió en publicar libros sobre la reencarnación. Ahora dio un
paso más: anunció el fin del mundo. Por eso dejó de lado el diseño de la moda, la
actividad que le dio prestigio, y dispuso cerrar su negocio en París antes del 11 de
agosto, fecha en que sobrevendrá la destrucción de París según sus predicciones. En
esta entrevista con Página/12 explica cómo y por qué sucederán las catástrofes.
Usted parece muy seguro de lo que dice y sus lectores le creen.
Es absolutamente exacto. Estoy aquí para prevenir a los humanos. Pero se trata de
una larga historia. Tenía 17 años cuando, estudiando arquitectura, tuve como una
visión, una suerte de flash. Iba caminando junto al Sena cuando oí algo espantoso:
decenas, centenas de personas quemadas vivas corrían por las calles de París. Los gritos
eran tan claros que me tuve que tapar las orejas. Pero cuando esa visión terminó y pude
mirar alrededor mío, todo estaba tranquilo. Esa historia me horrorizó, por eso me puse a
leer cuanto libro de predicciones encontré, sobre todos aquellos que anunciaban la
desaparición de París. Todo, entonces, me resultó muy claro. Hace unos dos años me
puse a comparar esas profecías y entendí que París iba a ser convertida en cenizas.
¿Cómo puede estar tan seguro?
Todo está en la predicción número 72 de Nostradamus: el séptimo mes del año
1999. Cabe decir que al calendario empleado por Nostradamus hay que hacerle un salto de 10
días. Se deben contar siete meses a partir del mes de enero, lo que nos hace llegar al
mes de agosto. Y es precisamente el 11 de agosto que se producirá el eclipse. La clave
está en Nostradamus.
¿Y dónde habla de París?
Nostradamus se refiere a Fort Nicence, es decir, el Castillo de
Vincennes.
¿Y si el 11 de agosto no ocurre nada?
Si mis predicciones no son ciertas me callaré la boca para siempre. |
UN EXPERTO DEL MIT HABLA DE LA CRISIS DEL 2000
Yo no volaría la noche del 31 de diciembre
Página/12 en EE.UU.
Por Mónica Flores Correa Desde Nueva York
Yo
no voy a volar la noche del 31 de diciembre. En la boca de Rocklyn Clarke,
programador de sistemas y jefe del equipo MIT-2000 que se encarga de asesorar
a las facultades de Instituto de Tecnología de Massachusetts para readaptar las
computadoras y evitar el temido colapso cibernético del 2000, esta frase simple tiene el
alcance de una advertencia. En Estados Unidos, la proximidad del cambio de milenio se vive
más con inquietud por lo que pueda ocurrir con los sistemas que con ánimo celebratorio.
Y no todas las advertencias son productos de mentes apocalípticas: la Cruz Roja ha
publicado un pequeño boletín donde recomienda una serie de medidas para que la
población se prepare para una eventual emergencia. También Clarke opina que hay que
prevenir y no curar. Es subjetivo reconoce pero yo creo que hay que
estar preparado (con agua, comida, linternas y dinero en el bolsillo), como para afrontar
las consecuencias de un huracán fuerte. ¿Lo peor que podría pasar? La
caída del sistema bancario y fallas en los sistemas de defensa militar, que podrían
provocar ataques por error y conflictos entre países. Pero ese escenario es remoto,
tranquiliza a medias el experto.
Hay quienes advierten acerca de una especie de catástrofe mundial y existe una
extensa literatura dedicada a prevenir contra el caos que podría resultar del colapso
cibernético. ¿Con cuánta inquietud se debe esperar el paso entre el 31 de diciembre y
el 1º de enero?
Creo que algunos sistemas van a fallar. Los programas tienen sólo dos dígitos para
cada año y por lo tanto cuando llegue el año 2000, puede producirse una confusión. La
forma para enfrentar el problema del año 2000 consiste en revisar todos los softwares.
Pero hay una cantidad enorme de programas y si alguien empezó a hacer el monitoreo el
año pasado, es probable que no pueda chequearlos en su totalidad y tendrá que
privilegiar la revisión de algunos en detrimento de otros. Es un trabajo tedioso. Hay que
mirar los programas y ver si están usando fechas y cómo las usan. Es un problema que
supone un inventario y es posible que a pesar de que se examinen los sistemas, haya cosas
que se escapen y que provoquen su falla.
¿Podrían fallar algunos de los sistemas que son cruciales para el funcionamiento
de los bancos, las aerolíneas o la generación de energía?
Los sistemas que son cruciales no están inmunes al error humano. Si bien se ha
puesto mucho esfuerzo en el mantenimiento de los programas claves, le diría que algunos
se van a descomponer. No sé cuáles. No pienso, sin embargo, que la situación será
catastrófica. Los sistemas se pueden caer por un cierto período, por unos días, pero no
creo que por ello se derrumbe el país.
¿Pero qué pasará en otros países? ¿Qué puede ocurrir en un país como la
Argentina?
Todo depende de cuánta tecnología informática usa cada país. Los países del
Tercer Mundo donde el uso de la informática es muy bajo no tendrán evidentemente muchos
problemas. Pero en cuanto a países que podrían ubicarse a medio camino entre los del
Tercer Mundo y los industrializados, como es el caso de la Argentina, muchos de ellos no
han estado prestando suficiente atención al estado de emergencia que puede producirse y
recién ahora están empezando a ocuparse. Estos países pueden sufrir inconvenientes si
no han hecho un inventario cuidadoso del estado de sus sistemas. Para contrarrestar el
posible impacto negativo tendrían que poner un experto en cibernética que se encargue de
contactar a las industrias claves y que redacte un plan para enfrentar la crisis. Deben
apurarse porque no queda mucho tiempo.
¿Qué puede suceder con los vuelos, especialmente considerando que mucha gente
piensa viajar a otro punto del planeta para celebrar el inicio del milenio?
Yo personalmente no pienso volar en esa fecha. Ahora bien, creo que los sistemas de
los aviones están bien chequeados y no van a fallar. Pero puede haber problemas con el
tráfico aéreo. La Federal Aviation Administration ha decidido interrumpir los vuelos de
los aviones de carga esa noche. Al dejar en tierra los aviones de carga, se reduce el
tráfico aéreo en un treinta por ciento de su capacidad total. Y si hay un 70 por ciento
de tráfico, la situación se puede manejar aún si se produce algún problema con las
computadoras. El presidente de la FAA ha dicho que va a estar en el aire, volando, a
medianoche del 31 de diciembre para demostrar que no hay peligro y que viajar en avión es
seguro.
También hay mucha inquietud acerca de lo que pueda pasar con los bancos.
Los bancos han estado trabajando en el reajuste de sus sistemas desde hace bastante
tiempo. En general, están preparados. También están bien preparadas las máquinas de
extracción de dinero.
¿Y esas medidas precautorias que se aconsejan, como las que ha hecho circular la
Cruz Roja en un boletín, acerca de guardar agua, almacenar comida no perecedera, tener
una buena linterna y baterías?
Bueno, una linterna es útil en cualquier circunstancia, no sólo para esperar el
año 2000. Yo voy a tener comida de reserva para unos tres días. Hay otra gente que opina
distinto y piensa tener más o menos.
Usted está diciendo que las precauciones son válidas y no una exageración de los
alarmistas.
Considero que hay que prepararse como quien se prepara para capear los resultados de
un huracán fuerte. Esto es un poco subjetivo. Hay muchas cosas que no sabemos e
imprevistos que pueden ocurrir. Tampoco sabemos cómo puede reaccionar la gente. Aunque
todo marche bien, si el público espera que ocurra un desastre podría reaccionar de tal
manera que cause ese desastre, que lo provoque.
¿La Ley de Murphy?
Sí ... de alguna manera ... Por ejemplo, no sé cuánta reserva de gasolina puede
haber, pero si todo el mundo decide llenar el tanque de su vehículo porque se aproxima el
2000, puede haber desabastecimiento de combustible. Lo mismo podría ocurrir con los
alimentos, si la gente arrasa los productos de los supermercados. Es muy difícil saber
cómo reaccionará la gente y esto hace que todo se vuelva en cierto sentido impredecible.
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