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Los damnificados por las brujas
buscan una ley que los defienda

Un proyecto de ley en la Legislatura porteña busca frenar los abusos de videntes, sanadores y astrólogos. Las denuncias  abundan. Aquí, tres historias de quienes creyeron y pagaron.

Videntes y sanadores han sido denunciados por estafas de varios miles de pesos.
Un proyecto pretende establecer puntos de denuncias e información sobre las brujas.

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Por Alejandra Dandan

t.gif (862 bytes) Elsa descarga:     
–Es una bruja, bruja –se para. Da vueltas, insiste–: Le juro que le tengo miedo.
–¿A qué?
–Que me haga una brujería peor. Porque es muy capaz.
Damnificada por brujas. Esa tribuna ocupa doña Elsa Cano desde que quiso saber si su varón la engañaba. La bruja escuchó, cobró, vio morir al varón y se quedó con la plata del seguro: 50 mil dólares. No apeló a cultos esotéricos: despacito convenció a Elizabeth, la hija discapacitada de Elsa. Madre e hija no tienen pruebas para denunciar a Lurdes V. Su caso ahora integra una lista de 150 personas damnificadas en poder de la Legislatura porteña. Por situaciones como éstas la diputada radical Dora Martina presentó un proyecto de caza de brujas: además de un 0800, se busca habilitar en los centros de gestión porteños un sitio de recepción de estafados y de información sobre la anatomía de las brujas urbanas.
El proyecto empezó hace un año con una caza de clientes. Llegaron al despacho de Martina denuncias con nombres de videntes, sanadores y astrólogos con estafas, en casos como el de Elsa Cano, de miles de dólares. “Me provocan escozor –critica Martina– los avisos donde prometen sanarte, ofrecen vida nueva o conseguirte trabajo. Sobre todo lo que vimos es que mucha gente con enfermedades terminales deja la medicina tradicional porque hace caso a estos chantas.” Una persona desesperada, sigue la diputada, acude a cualquier cosa y esta gente negocia con las defensas bajas.

Asociación contra brujas

César acepta hablar. Días después llama al diario, pide: “Hablé con mi abogado y mejor es que los nombres no los pongamos”. Entonces es César R., contador. Denuncia una estafa por 5000 dólares. Además del dinero perdió a su novia. Ahora intenta organizar una asociación de lucha contra las brujas. “Para estafados y familiares, porque también necesitan información –dice y piensa en voz alta–: no sabemos por dónde empezar pero supongo que alcohólicos anónimos empezó así.”
Anónimos. Es uno de las búsquedas entre los consumidores de brujas. Temen el papelón, pero también rebotes azarosos de magia negra. Conectan contestadores y no levantan el teléfono hasta verificar la ausencia de brujas del otro lado. Otros prefieren un público. Como César: “Te llamo en diez minutos, voy hasta el locutorio. ¿Vos me entendés, no?”. La estafada fue su novia. Pagó 5000 pesos a una mai para que curara la leucemia del padre. “Nunca se curó el viejo”, dice César, por las dudas. Su cuñada también pagó: 3000, a la misma mai. “Tenía un tío muy enfermo –cuenta–. A mi cuñada ahora la sacamos, ni ella tiene contacto con mi ex novia.” Ex novia porque 15 días antes de la boda, desapareció. César denunció a la mai, la novia lo dejó:
–Si seguís saliendo con César se muere tu padre –dijo la mai.

El pensamiento mágico

En el comedor de doña Elsa hay ahora un recibo del Banco Río, en la mesa: “Importe: treinta y seis mil seiscientos cuarenta y cuatro con 38/100”, dice. Elsa se apura. Muestra otro del Banco Nación: 12192,00. La bruja había leído esos números. Era la plata del seguro:
–No te conviene ir a sacar la plata a vos sola –le sugirió.
La mujer y su hija conocieron a Lurdes por un programa de Silvio Soldán. “Soy media chusma –dice la madre– y la llamé porque quería saber el día de mi nacimiento, esas pavadas.” Su hija no habla. Está al lado, con una camisa rosa de botones bien cerrados. Después dice:
–Me dijo que papá andaba con la secretaria.
Elsa repara: “Pero nosotras sabíamos que mi marido andaba con otra, pero ella dijo que andaba con la secretaria, una flor igual que la Matilde Méndez”. Miguel Trungellito trabajaba en PAMI. “Se quedaba en el lugar de la Matilde –sigue Elsa–. Cuando saltó lo del dinero, ella les echó directamente la culpa a mi marido y a su hermana.” Especulan. Lurdes conocía la posición de Trungellito en PAMI. Un día le dijo a Elsa:
–Yo te lo voy a trabajar. Si me das 4000 pesos se lo saco a la otra.
Elsa dice ahora: “Ella tiene trabajado a su marido. Y le digo más: en una planta de la casa. ¿Ve por qué le tengo miedo?”. Lurdes cobró 70 pesos cada consulta hasta la muerte de Miguel. Elizabeth fue cadeta de la santería de Lurdes y un día la escuchó: “Dijo que nos iba a cuidar la plata porque era peligroso que la tuviéramos acá”. Elizabeth le dio el dinero, la bruja nunca lo reconoció, ni con la intervención de una abogada.

Totalmente gratis

Rubén Güiraldes leyó un aviso en el diario. “Decía totalmente gratis porque la videncia es un don y por eso no cobraba”, cuenta. En el consultorio de Teresita L. un cartel decía “colaboración 10 pesos”. Rubén pagó. “Diez pesos –dice– me parecía razonable.” Era el precio por encontrar una pareja. Le recetaron medicina esotérica: aguas minerales, 50 pesos. Rubén volvió. Oyó otra prescripción: esencias, 280 pesos. Pidió que le recomendara algún lugar para comprarlas. En cada consulta gastó en promedio 130 pesos. Se cansó de pagar y de que no apareciera la novia. Cambió de brujo y denunció a Teresita L. en la Legislatura.
Rubén dice que hay parapsicólogos capaces. Ahora estudia parapsicología. No critica el fracaso sino la mentira: “El aviso decía gratis”, vuelve a repetir. Quiere saber cuándo se publica la nota. “Porque así la recorto y se la mando por correo, al menos así se siente perseguida.”

 

Los que buscan la varita

Hay una predicción que no falla: en épocas de elecciones los mayores consumidores de brujos son políticos. Es así. La época define el perfil de cultores esotéricos, que en muchos casos escapa del estereotipo pobre y abstemios a libres. Uno de los fundadores del Centro Argentino para Investigación y Refutación de la Pseudociencia, Rubén Márquez, da cuenta de los tres temas clásicos de consulta: salud, dinero, amor. Y de la recurrencia entre consumidores: la incapacidad para reflexionar y la necesidad de solucionar problemas por una varita mágica.
“Los videntes o sus variantes siempre dicen: te hicieron un trabajo”, explica Márquez sobre el modo de encontrar “un tercero responsable que evita la reflexión sobre conflictos”.
Márquez tipifica dos tipos de brujos: con el negocio al servicio de la delincuencia. y quienes están convencidos de sus dotes y además aprovechan un buen negocio ante clientes con dinero e ingenuos. “Esto es un negocio –dice– y vale todo y cuando el cliente es gente humilde la moral es más reducida aún: el vidente sabe de su creencia fuerte y que sus fallas van a ser justificadas.” La presencia de brujos en los programas alimenta la demanda: “No hay nada más que hablar con la gente cuando el vidente aparece en tevé con Mirtha Legrand o Susana Giménez, porque sus referentes les dan status de verosimilitud”.

 

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