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POR EL VIAJE DE GRASSO A LA SELVA
Wall Street intrigada

Hace dos semanas, el titular de la Bolsa de Nueva York fue a Colombia para ver a los líderes de las FARC. Aquí, los posibles motivos.

Richard Grasso con el comandante Raúl Reyes.
Entre otras cosas, lo invitó a conocer la Bolsa.

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Página/12 en EE.UU.
Por Mónica Flores Correa Desde Nueva York

t.gif (862 bytes) El reciente encuentro de Richard Grasso, presidente de la Bolsa neoyorquina, con los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC) dejó a los analistas norteamericanos en un mar de perplejidad. Hubo quien sólo pudo confesar asombro e impotencia para explicar este singular encuentro que podría haberse titulado “el capitalismo estrecha la mano de la revolución... por una hora”. Hubo quien, con cierto temor y solicitando anonimato, intentó atar cabos que vincularan la gestión “de buena voluntad” con las últimas penurias de la difícil situación económica colombiana. Pero no pudo anudarlos con firmeza y terminó declarando: “Unicamente puedo destacar que las coincidencias son curiosas”. Y no faltó el que relativizara la importancia de Grasso en Wall Street, atribuyendo al personaje un mero carácter de “símbolo” y no de peso pesado, y expresara con tono socarrón: “No quiero ser escéptico, pero es imposible creer que una reunión como ésta puede cambiar en algún sentido lo que se viene arrastrando en 40 años de guerra”. Como denominador común, los expertos coincidieron en que el súbito viaje de Grasso a la jungla colombiana para departir con el comandante Raúl Reyes, principal negociador de la FARC en las conversaciones de paz, sobre las virtudes de la inversión capitalista, era a todas luces sorprendente y, sin duda, bastante misterioso.
Tanto la administración Clinton como el propio Grasso y los hombres de Wall Street pusieron especial énfasis en aclarar repetidamente que el gesto era “una iniciativa privada” del titular del “Stock Exchange”. “No fui como representante del gobierno estadounidense sino como un ciudadano privado, un emisario del mundo financiero, que respondió a la solicitud del presidente Pastrana”. Y a través de varios voceros, la administración subrayó que no tenía interés en establecer contactos con los miembros del grupo que en marzo había asesinado a tres norteamericanos que hacían un trabajo de cooperación con los indígenas.
Según la versión de Grasso y del ministro de Finanzas Juan Camilo Restrepo, quien ofició de traductor en el intercambio, la charla del ultracapitalista con el ultraantiimperialista giró alrededor de la recesión de las economías latinoamericanas y el intento de reactivación económica en Colombia. “Las conversaciones de paz son muy importantes para los mercados de capitales”, le dijo Grasso al guerrillero y como retribución a la hospitalidad en la selva, lo invito a la Bolsa de Nueva York “para que caminemos todos por el recinto, conmigo y con el presidente Pastrana”.
“Realmente no entiendo qué significa este encuentro”, se resignó Sidney Weintraub, experto en política y economía del hemisferio del conservador Center for International and Strategic Studies de Washington. “Estoy tan desconcertado como todos los demás observadores, con esta decisión de Grasso. Creo que es un hombre muy inteligente, pero esta acción no pareciera tener mucho sentido”, señaló.
La explicación más viable seguramente se encuentra en una palabra de cinco sílabas: economía, que en Colombia se halla al filo del colapso. Pidiendo no ser identificada y con un tono bajo, más acorde con las confesiones personales que con la mera interpretación del impromtu de Grasso, una fuente de Merryll Lynch dijo a Página/12 que había una coincidencia sugerente. “Grasso viajó a encontrarse con los rebeldes para la misma fecha en que el peso colombiano cambió su banda de flotación. Un indicador grave, ya que es la segunda vez desde setiembre que se modifica la flotación. La recesión es muy fuerte. Quizá Grasso les haya advertido alos guerrilleros (que controlan el 40 por ciento del territorio) acerca de las perspectivas francamente negativas que se ciernen sobre Colombia si cambia el índice riesgo-país”. Con la misma entonación apocada, el analista confirmó que “sí, el presidente Pastrana tiene una excelente relación con Wall Street”.
Arturo Porzecanski, jefe para las Américas del ING Barings, no tuvo tantos remilgos para dar su opinión. “Ante todo es refrescante que alguien tire el protocolo al diablo y tome una iniciativa de este tipo”, dijo. Sin embargo, “Grasso habla en nombre de Wall Street pero no se lo puede considerar mucho más que un símbolo. No es lo mismo que si hubiese ido el presidente de la IBM o David Rockefeller a verlo a Reyes y a su pandilla”, comentó.
Para Porzecanski no hay nada particularmente sospechoso en que el viaje haya coincidido con la devaluación del peso colombiano. “Fue una pura coincidencia”, puntualizó. Colombia “ya está en el desastre”. Tiene problemas económicos muy serios y hay que ver por cuánto tiempo mantiene su actual riesgo-país”.
Pese a “desearle lo mejor a los colombianos, al señor Grasso y a su gente de seguridad, que deben haber trabajado mucho en este encuentro”, el especialista del Barings opinó que la reunión “no modificará nada. No quiero ser escéptico, pero es imposible creer que esto puede cambiar en algún sentido lo que se viene arrastrando en 40 años de guerra”, sostuvo.
Por lo recogido hasta el momento, todo parece indicar que sólo el tiempo dirá si la visita fue efectiva o si quedará únicamente para que algún escritor la recree literariamente. De ocurrir lo segundo, el pintoresquista García Márquez podría relatar la tertulia en la jungla sazonándola con su imaginación hemorrágica. Ahora bien, si los guerrilleros aceptan la invitación de Grasso y con traje de fajina se apersonan en la Bolsa de Manhattan y trajinan los corredores ante la mirada atónita de los hiperactivos brokers, esa será una historia para que Kurt Vonnegut la describa con ingenio en toda su deslumbrante incongruencia.

 

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