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ARTURO VALENZUELA, DEL NATIONAL SECURITY COUNCIL
“Ya hay una nueva doctrina, de democracia pero no de intervención militar”

Desde hace varias semanas circulan versiones de una nueva doctrina norteamericana de intervención en países de América latina donde peligre la democracia. Página/12 interrogó sobre este y otros temas a Arturo Valenzuela, flamante director para el área del National Security Council, en esta entrevista exclusiva.

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Arturo Valenzuela, del National Security Council: “El Comando Sur está ahora sólo para relaciones públicas”.

Página/12 en EE.UU.
Por Mónica Flores Correa Desde Washington

t.gif (862 bytes) Arturo Valenzuela, el flamante director para Asuntos Interamericanos del National Security Council, cuenta que decidió especializarse en la región de una forma casi accidental. “Yo quería estudiar política norteamericana o europea, pero al haber nacido yo en Chile me pareció que era mejor hacer una tesis sobre los gobiernos locales de mi país de origen y con este tema obtuve mi doctorado en 1969”, recordó el funcionario de la administración Clinton en este extenso diálogo que mantuvo con Página/12 en su oficina del Old Executive Building de Washington. Valenzuela, que se encuentra con licencia de su puesto como director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, trabaja allí con un pequeño staff, cuya breve dimensión debe atribuirse “a la reforma del Estado que encaró la administración”, comentó un asistente de este académico de magra figura, aspecto juvenil y anteojos redondos, que habla español con las inconfundibles “a” largas y aspiradas de los chilenos.
En comparación con otras regiones del mundo, la situación en América latina es “verdaderamente positiva” –evaluó Valenzuela– “y con una tendencia hacia una situación mucho más positiva”. Pero hay problemas internos que persisten, dijo, indicando que “la inseguridad urbana es un asunto muy serio en toda la región”. Destacó, sin embargo, que comparativamente la Argentina se encuentra en una situación “privilegiada” en lo que se refiere a dificultades con la criminalidad. Contrariamente a ciertas interpretaciones, Valenzuela negó que exista o que se esté preparando una nueva doctrina de intervención para la región. Le atribuyó al Comando Sur una función básica de relaciones públicas: “Es un mecanismo para mantener buenas relaciones con sus pares militares en Sudamérica”, dijo escuetamente. Opinó que en Venezuela “ya hay un proceso de revertimiento democrático” y rechazó la interpretación de que todo el esfuerzo intervencionista de Estados Unidos en Haití esté concluyendo en un fiasco.
–Una de las noticias sorprendente de estos últimos días fue el viaje de Richard Grasso, presidente de la Bolsa neoyorquina, para entrevistarse con líderes de la guerrilla colombiana. ¿Cómo ve la administración este tipo de iniciativas diplomáticas privadas?
–La administración tiene una posición escéptica hacia estos contactos. Ha aclarado que este contacto con las FARC no es oficial ni es un encuentro que nuestro gobierno haya promovido. Hay que recordar que este grupo acaba de asesinar a ciudadanos norteamericanos y se considera terroristas a sus miembros. Por otro lado, también hay que decir que nuestro gobierno apoya al presidente Pastrana y sus esfuerzos por solucionar los conflictos internos de Colombia. Tengo entendido que el señor Grasso fue a Colombia como respuesta a una invitación directa que le hizo el presidente, creo, cuando fue de visita a Nueva York. En cierta forma, es entendible el esfuerzo que hace el gobierno de Colombia por establecer vínculos con estos sectores que están bastante aislados de lo que son los quehaceres internacionales.
–En una audiencia en el Congreso, el general Charles Whilhem, jefe del Comando Sur, dijo que, al retirarse EE.UU. del canal de Panamá, este país quedaba “indefenso” frente a una posible agresión de la guerrilla colombiana. ¿Preocupa a Washington que los rebeldes extiendan su acción hacia el norte?
–Cuando un país como Colombia limita con cinco países y también con el Caribe, otro límite más, una situación de guerra interna siempre produce un impacto en las naciones vecinas. En Venezuela hay preocupación, también en Panamá. Pero creo que no se percibe en este momento un peligro a la estabilidad nacional, aunque tiene implicancias para ella.
–En caso de que hubiese un desborde de la guerrilla hacia alguno de los otros países, ¿se prevé alguna iniciativa conjunta en el marco de la OEA?
–Preferiría no hablar de eso porque actualmente no se contempla una medida semejante.
–Ha habido comentarios acerca de la posibilidad de que se introduzcan ciertos cambios en el esquema de seguridad en el marco de la OEA. Concretamente, en base a la iniciativa de intervenir en caso de que peligre la estabilidad democrática de un país. ¿Se está por lanzar una nueva doctrina de seguridad?
–No. Le diría que ya se ha creado una nueva doctrina de seguridad, que es de apoyo al proceso democrático y de rechazo a su reversión. Esto se manifiesta en la resolución 1080 que fue firmada en Santiago de Chile en 1991, por todos los países de la OEA y que después fue profundizada por el Protocolo de Washington. Allí se dice que, si se revierte el proceso constitucional de un país, el secretario general de la organización puede llamar a los ministros de Relaciones Exteriores para contemplar qué medidas se pueden tomar.
–¿No se contempla entonces algo parecido a la nueva doctrina de la OTAN, donde la organización se reserva el derecho de intervenir llegado el caso?
–No. Lo que se planteó recientemente en la reunión de Guatemala es una cierta profundización del mecanismo de la 1080. En vez de tener una situación donde la OEA reaccione cuando ya se haya roto el proceso constitucional, se le dan al secretario general ciertas facultades para poder observar al país donde la democracia está peligrando y para constituir, por ejemplo, un grupo de amigos. Esto es algo que ya ha estado ocurriendo sin que hubiese sido claramente estipulado. Cuando hubo problemas en el Paraguay, países como Brasil y la Argentina, algunos europeos y Estados Unidos jugaron papeles importantes, en forma “ad hoc”. La idea entonces fue crear un mecanismo para que esto no pase solamente “ad hoc”, pero no hay ninguna otra intención más allá de ésta que estamos comentando ahora. De ninguna manera se ha contemplado la idea de crear algún tipo de fuerza, como se dijo en la prensa. Esto es un error y es una falta de entendimiento de lo que se ha decidido.
–¿Qué función tiene ahora el Comando Sur?
–Como se sabe, el Comando Sur ya no opera desde Panamá, sino que está en Miami. Tiene funciones distintas a las que se le asignaban en otra época, durante la Guerra Fría, cuando había desafíos fuertes a la seguridad del hemisferio. Se lo considera actualmente un mecanismo para mantener buenas relaciones con sus pares militares en Sudamérica. Y hay una serie de temas que son importantes: el narcotráfico, donde las Fuerzas Armadas juegan un papel de monitoreo, programas de entrenamiento conjunto, coordinación en el área armamentística. Bueno, todos estos temas donde las fuerzas armadas tienen un papel para jugar.
–¿Se plantea la hipótesis de una reversión del proceso democrático en Venezuela?
–En cierta manera ya ha habido un reversión del proceso, ya que estamos frente a una verdadera crisis de los partidos políticos. El colapso de la legitimidad de los partidos es un problema muy serio para este país. Coincide también con el colapso del Estado, sobredimensionado en base al ingreso del petróleo. Es decir, hay una crisis doble. Todo esto pone una presión muy fuerte en las instituciones democráticas. Se espera que las reformas que se están contemplando, que tienen que hacerse solamente dentro del marco democrático y no por afuera de ese marco, profundicen el proceso de participación y refuercen la democracia nacional.
–Hablemos de Cuba. Daría la impresión de que la ley Helms-Burton no se ha aplicado con la fuerza con que se había anunciado.
–En la evolución de las sociedades latinoamericanas hacia la democracia, Cuba se ha quedado atrás, rezagada, como una especie de dinosaurio. Curiosamente, Fidel Castro quizá quede como el último de los caudillos que ha habido en estas sociedades en los siglos XIX y XX. La ley Helms-Burton tiene varios elementos; uno de los fundamentales es reiterar la posición de EE.UU. con respecto al embargo económico. Esto no se ha modificado. La política oficial de EE.UU. es el embargo como elemento de presión para lograr los cambios políticos esperados.
–Hasta ahora, los documentos declasificados por EE.UU. sobre la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, incluso los que puso a disposición del público esta semana, no son relevantes para el juicio del ex dictador. ¿Contribuirá EE.UU. al juicio con alguna información relevante o no?
–Algunos documentos no se liberaron porque están vinculados a un juicio (el del asesinato en 1976 de Orlando Letelier y Ronni Karpen Moffitt en Washington). Este es un tema netamente judicial sobre el cual no puedo comentar. Puedo decirle, sí, que no existe preocupación acerca de una reacción negativa por parte de las Fuerzas Armadas chilenas a este juicio.
–Con respecto a Paraguay, EE.UU. pareció demostrar satisfacción con la partida del general Oviedo. Sin embargo, la situación actual no es mucho más promisoria que la que había anteriormente. ¿Qué lectura hace Washington de esta nueva instancia política?
–Yo no estaría tan de acuerdo con su descripción. Diría que el desenlace de una situación muy difícil ha sido bastante positivo. De una verdadera confrontación entre el Ejecutivo y el Parlamento, de una situación donde muere asesinado el vicepresidente de la nación, de gran tensión, manifestaciones y muertes callejeras, se ha pasado, después de la renuncia del presidente, a la conformación del primer gobierno de unidad nacional. Esto en un dato inédito en el Paraguay. No es una coyuntura fácil pero creo que se está haciendo un esfuerzo por cambiar la lógica de la política paraguaya.
–Haití pareciera estar nuevamente en camino hacia una dictadura. De hecho, no hay Congreso y podría haber elecciones fraudulentas. Este es un resultado notablemente pobre para todo lo que hizo EE.UU. en ese país. Hubo sanciones económicas severas a la dictadura de Cedras que provocaron una ola de refugiados, después hubo una intervención. ¿Cómo se puede justificar el costo a todo nivel que tuvo la intervención cuando el resultado es tan limitado? ¿Es posible sacar alguna lección de este fiasco para el futuro?
–Creo que una situación como la de Haití hay que contemplarla en su marco histórico. En el período antes de la misión de Naciones Unidas, que reestablece al presidente Aristide en el poder, había una situación verdaderamente alarmante, con la salida de un gran número de emigrantes, violencia interna muy grave, una situación anómica. Creo que es difícil comparar los dos períodos y decir que se ha vuelto a lo mismo de antes. Si bien la inversión ha sido cuantiosa, yo no creo francamente que se pueda esperar revertir en un período corto una situación de problemas tan complejos. No creo que nunca se haya esperado que Haiti se iba a arreglar de un día para el otro. Estamos hablando de ayudar a conformar una cierta experiencia que ponga en marcha una lógica distinta del quehacer político. Dentro de lo difícil que son las cosas, yo pienso que se ha progresado bastante. Sería de desear que hubiese un resultado mejor, pero hay que tener paciencia.

 

“Si estalla una bomba en Buenos Aires”

–Al desactivarse algunos conflictos limítrofes, ¿es posible esperar que algunos ejércitos latinoamericanos que tienen una participación muy alta en el producto bruto nacional, como es el caso de las Fuerzas Armadas chilenas, reduzcan sus dimensiones?
–Hay una tendencia muy fuerte a una cierta reducción de los presupuestos militares y del papel de los militares en estas sociedades, como consecuencia también de la redefinición de los desafíos de seguridad en el siglo XXI. Ya hay una percepción estratégica distinta.
–¿Cuál sería esa percepción?
–Bueno, las Fuerzas Armadas ya no necesitan estar en alerta por un posible desafío que no provenga del hemisferio. Y al irse solucionando los problemas limítrofes, ya no se contempla, tanto como antes, la posibilidad de que un vecino agreda. Es importante que las Fuerzas Armadas se modernicen para enfrentar problemas que ahora se hacen más evidentes, como el del terrorismo, ciertos procesos migratorios. Problemas, en fin, que son más impredecibles que antes. Si estalla una bomba en un edificio o en una sinagoga de Buenos Aires, estamos hablando de una lógica un poco distinta que se debe enfrentar con mecanismos distintos.
–En países como México, donde las Fuerzas Armadas participan activamente en la lucha contra el narcotráfico, ha habido claros casos de corrupción. ¿Qué opina EE.UU. de este tipo de incidentes que son bastante habituales?
–Hay que dejar bien en claro que por lo general no se incentiva a las Fuerzas Armadas como el elemento fundamental en esta lucha. La guerra contra el narcotráfico es un tema en gran medida policial. Las fuerzas armadas tienen que colaborar porque tienen ciertos instrumentos, equipos, que son útiles, como la posibilidad de usar radares para interceptar aviones, por ejemplo. Es más bien una función de apoyo y no debe ser protagónica. Se ve así y es en este sentido que se trabaja con los países.


“La pobreza viene de antes”

–Como subproducto de las reformas económicas, ¿se prevé que puedan desencadenarse crisis sociales, en las que los militares empobrecidos podrían también jugar un papel, que desestabilicen la democracia?
–Creo que hay que aclarar que las reformas por sí mismas no son las que causan estos problemas de desigualdad en todos los casos. Los problemas de pobreza vienen de mucho antes. Lo que han hecho incluso las reformas es tratar de cambiar la lógica que mantenía a muchos países en una situación de subdesarrollo. Existe actualmente un consenso acerca de que la apertura de los mercados y una mayor injerencia del sector privado dinamiza las economías.
–Pero ha habido también un impacto negativo en algunos sectores.
–Es cierto que ha habido una repercusión negativa en sectores como el público que se ha visto afectado. Pero el mantenimiento de este sector se basaba en la continuación de un Estado muy endeudado. Insisto, no son las reformas propiamente dichas las que provocan el desequilibrio. Pero este no es un tema fácil. El desafío consiste en cómo conseguir una prosperidad más generalizada. Para eso hay que tener un Estado que regula bien y que incentiva bien. También debe responder bien en temas como la educación. Esto es lo que se ha visto en las reuniones de mandatarios, que paraexpandir la prosperidad se necesita poner instrumentos educativos al alcance de los sectores más marginados.

 

Seguridad urbana, un desafío

–Usted mencionó la seguridad interna como uno de los desafíos a resolver. Esta cuestión se ha convertido en un tema electoral en la Argentina. ¿Qué evaluación hace Washington del problema?
–Es un desafío para la Argentina, pero es aún un desafío más grande para otros países de la región. Inclusive aquí en la ciudad de Washington hemos tenido este problema. En un momento se dijo que era una de las ciudades más violentas de Estados Unidos. Es un problema complejo que tiene que ver con factores de la estructura social de los países y no necesariamente con un gobierno determinado.
–¿Tiene que ver con la falta de prosperidad o con la concentración de prosperidad en sólo algunos sectores?
–Con la prosperidad pero también con otros factores como la distribución demográfica. En países donde los jóvenes entre 15 y 24 años representan un grupo demográfico importante, hay cierto tipo de criminalidad, por ejemplo, que no hay en otros países donde ese grupo demográfico es más pequeño. Hay, por supuesto, otros factores como los cambios económicos, una mayor anomia, facilidad de acceso a las armas de fuego, la conformación de grupos criminales, que también contribuyen al problema. Pero yo le diría que, a pesar de todo, en comparación con otros países, la Argentina está en una situación más privilegiada.

 

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