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Argentina terminó su actuación en la Copa América sin penal y sin gloria: perdió por 2 a 1 un partido que los brasileños no merecieron ganar y ahora seguirá el campeonato por TV. Una vez más, como contra los colombianos, la bandera de la desilusión quedó plantada en el punto del penal. Cuando faltaban quince minutos para el cierre, Ayala tuvo en sus pies la posibilidad de empatar tras una falta que le hicieron a Gustavo López, pero se ve que Palermo contagia y la bomba de crema que tiró Ayala terminó en las manos de Dida. Penal malogrado, cuatro sobre cuatro en el campeonato, récord mundial de ineficacia. Ahora vendrá el tiempo de los interrogantes que empujan a la polémica: ¿Por qué pateó Ayala? ¿No tendría que haber pateado Riquelme? ¿Bielsa no le debió dar a Palermo la chance de la revancha? ¿Bielsa trabajaba bien los penales en los entrenamientos? La polémica sacará del camino la discusión de fondo y que debería responder a esta pregunta: ¿a qué juega este equipo de Argentina? La primera conclusión es que juega a lo que puede, como puede, que es un manojo de jugadores tan predispuestos a obedecer las indicaciones del técnico como a mostrar sus condiciones, conducidos por un entrenador que pretende que su equipo sea protagonista y que hace grandes esfuerzos para ser comprendido. Bielsa necesita tiempo, los jugadores también. Y además de tiempo se necesita ver qué pasa con Batistuta, Redondo y Verón. Y además se necesita un poco de tolerancia para asimilar los golpes recibidos como el de esta derrota ante Brasil. En el balance de los 90 minutos el equipo argentino no fue inferior, y esto puede entenderse como un elogio si se cataloga a los brasileños como los candidatos al título. Pero lo real es que los amarelhos tuvieron algunos chispazos de buen fútbol, insinuaciones y nada más que eso. Los brasileños jugaron mal. Y los argentinos anduvieron en el mismo nivel. Los brasileños ganaron con armas de marca registrada: dos remates desde el borde del área, dos folhas secas. La primera fue un zurdazo de Rivaldo en un tiro libre que dejó estaqueado a Burgos. La pelota entró por el palo donde debió estar parado el arquero. Burgos dudó entre el derechazo de Ronaldo o el zurdazo de Rivaldo y murió de duda. El otro gol fue un golazo, la mejor llegada de conjunto del equipo. La empezó Rivaldo, la siguió Emerson, todo a un toque, Ze Roberto frenó la bocha y cortinó a Ronaldo para que llegara libre y clavara la pelota junto al poste de Burgos, que esta vez no tuvo la culpa de nada. La clave del partido fueron esos dos goles y estas dos jugadas: 1) Tiro libre de Riquelme, con categoría, tanta como la de Rivaldo en su gol y espectacular atajada de Dida, abajo junto al poste derecho, cuando estaban 2 a 1. 2) Penal tonto de Beto a Gustavo López y remate tonto de Ayala a las manos del arquero, también con el partido 2 a 1. Si los brasileños hubieran dispuesto de los cinco tiros libres que tuvo Argentina desde el borde del área, en una de esas ganaban por goleada. Riquelme no anduvo derecho esta vez y cuando le pegó fenómeno se chocó contra Dida. Los mejores momentos del cuadro de Bielsa se produjeron en los 20 minutos iniciales cuando Ortega tenía aire para hacer valer su manija y su talento y Sorín subía libre por el otro lado, Riquelme se atrevía más y Simeone se las ingeniaba para cortar las contras. En ese lapso Sorín concretó su gol a medias con Joao Carlos en cuya pierna rebotó un tiro que se iba afuera, descolocando al arquero. En ese lapso se notó el susto de los brasileños. Después el partido se hizo parejo, chato, cortado, por un árbitro insufrible que no dejó pasar una y que dio un recital de silbato. El pánico de los brasileños reapareció en los quince finales cuando se metieron en los alrededores del arquero, en vez de aguantar con la pelota en el medio, para encarar la recta final de este campeonato. Si lo que pretenden es volver a la esencia de su fútbol, si no quieren más victorias vacías, deberán tomar otro camino.
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