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Por Romina Calderaro ![]() El juicio por la muerte de Sofía Fijman, la mujer que el 26 de febrero de 1997 murió aplastada por el portón metálico de la ENI mientras alimentaba a unos gatos, ingresó en la recta final. Ayer se leyó el informe en el que la SIDE explica por qué se dispuso el traslado de los agentes de seguridad de la ENI después de la muerte de Fijman: el motivo habría sido el “impacto emocional” que sufrieron los guardias. Después se dio paso a la lectura de los alegatos. Barcesat, el representante de la querella, fue el primero en exponer. Consideró que el acusado cometió homicidio simple mediante dolo directo.Es decir, que accionó el portón para matar a Fijman y que lo hizo con “coacción”, esto es, habiéndola amenazado de muerte con anterioridad. Barcesat pidió que el castigo fueran 18 años de cárcel, inhabilitación perpetua para ocupar cargos en la función pública y costas. “El de Dáttoli es un relato pueril, poco verosímil”, disparó, en referencia a la versión del acusado, que dice que se tropezó con los cordones de sus zapatos. “El tablero sobre el que supuestamente cayó con su pulgar está debajo de otro tablero, y hay que presionar cinco milímetros sobre cada uno de los botones para poder accionarlos. Fue un hecho voluntario”, continuó. En referencia a los testigos de concepto que presentó la defensa, dejó sentado que “no nos conmueven sus amigos montoneros y judíos”. Barcesat terminó su acusación contra Dáttoli con una cita de Karl Marx: “Los hombres no son lo que dicen ser. Los hombres son como actúan en la materialidad de sus actos cotidianos”. El fiscal Lanusse acusó a Dáttoli de haber incurrido en el delito de homicidio simple mediante dolo eventual. Es decir, sostuvo que el acusado accionó el portón a sabiendas de que eventualmente podía causarle lesiones mortales a la mujer, ya que ésta tenía la cabeza y el brazo metidos en el portón. Lanusse nombró uno a uno a los testigos que relataron que Fijman había sido amenazada. Luego hizo hincapié en Feliciana Fernández, la mujer que trabajó 34 años como empleada doméstica en la casa de Fijman. Fernández dice que una vez, cuando acompañó a la mujer a ENI, salió Dáttoli con otros dos hombres. Cuenta que los dos les dijeron que si no dejaban de alimentar a los gatos las iban a matar. Roberto Daray, el abogado de Dáttoli, al pedir la absolución de su cliente afirmó que las amenazas no están probadas. En ese sentido, consideró que la mayoría de los testigos las refirieron de oídas”, y que Feliciana Fernández, la única testigo presencial, “tiene un interés personal. Trabajaba y trabaja para los Fijman, y eso la condiciona”. Daray también hizo hincapié en que Fernández no pudo explicitar las fechas de las amenazas. La testigo también dijo que unos meses antes de la muerte de Fijman, ella vio a Dáttoli sin barba, cuando el acusado nunca se afeitó. Para terminar su alegato, Daray miró al público del tribunal y les preguntó: “¿A ustedes les parece que un hombre va a filmar su propio crimen?”, en referencia al circuito cerrado de video que registró lo que ocurría afuera. La querella y la fiscalía utilizan ese mismo video como prueba de que Dáttoli veía lo que pasaba afuera y actuó con intención.
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