El País
de Madrid
Por Jorge Marirrodriga
Desde Pristina, Kosovo
La fuerza
internacional de pacificación para Kosovo (KFOR) libra una carrera contrarreloj para
imponer el orden en las ciudades y en las áreas rurales de la región, donde los
tiroteos, agresiones, incendios y robos no han disminuido desde la entrada de las tropas
occidentales, hace un mes. Aunque la seguridad personal de la mayoría de los habitantes
de la zona parece garantizada, al menos durante el día, siguen produciéndose saqueos,
agresiones especialmente contra gitanos y serbios, robos e incendios en todo
el territorio.
Las organizaciones internacionales están insistiendo en la necesidad de poner en
funcionamiento de manera inmediata a la policía civil internacional que velará por la
seguridad en las ciudades hasta que se forme a los primeros policías albanokosovares.
Hasta entonces, en la mayoría de los lugares, los vecinos tendrán que arreglárselas con
un mínimo de prudencia y el amparo de las patrullas de los soldados de la KFOR, que estos
días están redoblando sus esfuerzos, especialmente en la capital, Pristina, con
patrullas a pie en los barrios donde se han producido tiroteos e incendios de casas de
gitanos, y ocasionalmente el empleo de helicópteros en la vigilancia diurna de la ciudad.
Ya se empiezan a escuchar voces que no descartan la implantación del toque de queda ante
la situación que se vive en algunas zonas. Cuatro son los frentes en materia de
seguridad: el restablecimiento del orden en las grandes ciudades (que incluye la
prevención de pequeños delitos y la protección a las minorías serbia y gitana); el
desarme de los guerrilleros del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK); la limpieza de
las zonas minadas, y evitar a toda costa que la poderosa mafia albanesa extienda sus redes
por Kosovo. Los resultados son: serbios y gitanos continúan huyendo de la región,
escoltados por la KFOR, debido a las agresiones de los albanokosovares; el UCK sigue
presente incluso en la capital, aunque sin uniformes ni armas; hasta el momento se cuentan
por decenas los muertos y heridos por la explosión de minas, y cada vez son más
numerosos los coches modelo Mercedes con matrícula de la capital albanesa de Tirana que
circulan por Pristina.
Muchos albanokosovares pensaban, cuando permanecían en los campos de refugiados, que
sólo los serbios los habían echado de sus casas. Pero, cuando terminó la guerra algunos
descubrieron que sus casas o viviendas ya estaban habitadas por otros albanokosovares que,
al haber regresado antes del exilio, las habían ocupado. Al no existir registros de la
propiedad (destruidos por los serbios), ni tribunales a los que acudir, estas familias han
tenido que emprender, esta vez, el exilio interno.
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