Por Horacio Cecchi Finalmente, la vuelta
olímpica se dio. Por sorpresa, tres meses antes de lo imaginado, y ganándole de mano a
una circular del rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, Horacio Sanguinetti, que
debía ser enviada el viernes próximo a los padres informando sobre la posición de las
autoridades frente a la vuelta olímpica. El viernes pasado, como informó en exclusiva
Página/12, el rector había puesto en vigencia la resolución 664 que sancionaba con 24
amonestaciones a quien participara en el evento. Pese a todo, ayer, durante algo más de
una hora, alrededor de un centenar de alumnos del 5º año, turno mañana, pintó con
témperas la solemnidad centenaria de los claustros. Nadie nos notificó
oficialmente sobre la prohibición sostenían los participantes en la puerta de
calle. Del otro lado de la puerta, Sanguinetti confirmó que impondrá la sanción a
quienes corresponda, después de evaluar los descargos individuales. A todo esto,
las clases fueron suspendidas hasta que la témpera se seque y se pueda
limpiar.
Afuera están los carapintadas, dijo Sanguinetti a Página/12. Y allí
estaban. No los de Aldo Rico o Mohammed Seineldín. Tampoco se veían botas ni betún,
pero sí entre 90 y 100 caras de adolescentes a la témpera. Los colores primarios
chorreaban estampados alegremente sobre las camisas y los jeans, y se mezclaban en tonos
pastel con el aporte de la garúa. Pero lo de Sanguinetti no había sido un lapsus.
La vuelta olímpica es una forma de violencia fachista. Es un atentado al pueblo
entero, aseguró, concluyente, el rector.
Como informó este diario en su edición del viernes pasado, Sanguinetti firmó con fecha
del 24 de junio la resolución 664, que sanciona con 24 amonestaciones la mera
promoción, el simulacro o la participación en la denominada vuelta
olímpica. El artículo 2º destaca como agravantes que la vuelta derive
en episodios de violencia, daños patrimoniales al colegio o a terceros, lesiones u
ofensas a personas, se juegue con petardos, tóxicos, alimentos o animales. En ese
caso, se aplicará el régimen disciplinario de la Universidad. Se habló
también de una resolución a niveles más altos, desde la misma conducción
universitaria, que reforzaría la prohibición, pero hasta ayer no se había registrado en
la UBA ningún movimiento al respecto. Lo cierto es que a fines de la semana pasada, la
664 quedó prendida con alfileres en la vitrina del hall de entrada de la institución.
A todo esto, el secreto de la fecha en que se desarrollaría la vuelta se mantenía oculto
con una fidelidad envidiable dentro de los límites de una población de 150 alumnos.
Fuera de aquella logia más que numerosa, nadie imaginaba que la despedida se
desencadenaría tres meses antes de lo habitual. Tal vez, ni siquiera la totalidad de la
promoción supiera a ciencia cierta cuándo y cómo, y sólo aguardaban una señal para
lanzarse al festejo. Salvaje, lo definió Sanguinetti mientras recorría los
claustros entre el collage de agua y témperas del piso y las paredes.
Jugaron con el factor sorpresa, murmuraba al caminar. Tenía sus motivos: para
el viernes próximo, Sanguinetti proyectaba enviar una circular a los padres
anticipándose a la vuelta olímpica. Este diario tuvo acceso a una copia de la carta. En
ella, el rector se extiende sobre la previsión de daños a los bienes y riesgos físicos
que provocaría la inminente gira de despedida por los claustros.
Pero ayer, minutos antes de las ocho de la mañana, y tres días antes de que la circular
fuera enviada, corrió la señal esperada. Entre 90 y 100 alumnos de 5º año se pusieron
de pie, dijeron señor profesor, vamos a dar la vuelta, sacaron de sus
mochilas témperas y petardos, se embadurnaron completamente y salieron a recorrer el
colegio. Entre sus planes figuraba ingresar un equipo para difundir música y redoblantes.
Pero la resistencia de los porteros y algunos refuerzos del lado de los preceptores
obligó a dejar de lado el intento. La vuelta se dio, confusa como todas sus antecesoras,
más soft que otras según las evidencias y teniendo en cuenta la amenaza de sanciones
pendientes. De todos modos, las paredes, pisos y pupitres, y un par de vidrios rotos eran
testigos de que la vuelta se había adelantado.
Cuatro horas después de terminada la despedida, los caras de témpera seguían reunidos
en la entrada del colegio. Queremos entrar a limpiar y no nos dejan, se
quejaban alrededor de un equipo de artículos de limpieza (ver aparte). El mismo
Sanguinetti había dado instrucciones precisas: Es contraproducente que se pongan a
limpiar. No saben cómo hacerlo y van a terminar ensuciando más. No es difícil sacar la
témpera de los azulejos y la mayólica. Pero en los pupitres y los pisos de madera hay
que tener mucho cuidado para que no queden teñidos. Hay que esperar que se seque y
después sacarla con espátulas.
Las puertas del colegio quedaron cerradas por lo menos hasta el jueves. Sanguinetti
aguarda los descargos individuales, un proceso que recién se va a iniciar en agosto,
después de las vacaciones y que promete para varios meses. Después voy a sancionar
según el reglamento. El método será el descarte: de un lado los que estuvieron
ausentes y los que se agruparon en la Regencia para quedar a salvo de sanciones, y por el
otro, los cara de témpera.
LOS ESTUDIANTES, AFUERA Y A LA EXPECTATIVA
No nos dejan entrar a limpiar
No
entendemos por qué no nos dejan entrar a limpiar, se quejaba la mayor parte de los
alumnos de 5º, en la escalinata de ingreso al Nacional de Buenos Aires. Contra una de las
paredes descansaban manojos de escobillones, secadores, trapos de piso, frascos de polvo
limpiador, jabones y virutas. El operativo limpieza, planeado para desarrollar a
continuación de la vuelta olímpica, había fracasado.
Lo compramos nosotros para limpiar lo que hicimos, sostuvo uno de los alumnos.
Pero no hubo otros problemas. Si se rompieron dos vidrios, los pagamos nosotros,
pero no hubo otra cosa, aseguraban. Obviamente, la preocupación del centenar de
caras-de-témpera era la resolución 664, y las 24 amonestaciones que pendían sobre sus
cabezas. Y por el momento no había visos de solución a tanta ansiedad. Las puertas del
colegio permanecían cerradas y prometían seguir de la misma forma hasta que la témpera
de los pupitres se seque o hasta terminadas las vacaciones de invierno. Las expectativas
por mantener alguna reunión con Sanguinetti, concluida la vuelta, aparecían más que
remotas, imposibles.
¿No previeron las sanciones antes de la vuelta?, preguntó Página/12.
Yo no vi la resolución, aseguró una cara mitad amarilla, mitad verde.
Yo tampoco, empezaron a sumarse otros colores rápidamente y en coro. Lo que
los alumnos sostenían era una cuestión con algunos visos de legalidad, que cuando
quieren reglamentar algo importante como parece que es esto, siempre nos mandan una nota
que tenemos que firmar cada uno de nosotros y nuestros padres. Pero ahora no pasó tal
cosa.
De hecho, la 664 estaba convenientemente aplicada en la vitrina del hall de entrada, para
quien la quisiera ver. Pero es de ese subjuntivo, precisamente, de donde parece aferrarse
la promoción 5º mañana para discutir el asunto e intentar salir del ring con la menor
cantidad de hematomas posibles. Y, de ser posible, de pie. Ayer, siguiendo la misma
línea, y con la entrada prohibida, los de 5º escribieron un acta por la que donaban los
elementos de limpieza a la Asociación Cooperadora Amadeo Jacques, del Nacional.
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