OPINION
El strip-tease emocional
Por Luis Alberto Quevedo * |
El
género tiene larga historia, sobre todo en la televisión norteamericana. Ellos lo
inventaron y lo vieron crecer. Ahora bien, cualquiera que haya visto un talk show en
Estados Unidos, habrá podido comprobar la ingenuidad de los nuestros. La agresividad de
los conductores norteamericanos en la búsqueda de desnudar la intimidad de sus invitados
(aunque lo hagan siempre de forma amable y con una sonrisa) pone en evidencia el estilo
amateur de las imitaciones vernáculas. Sin embargo, en los últimos tiempos, nuestros
talk shows han encontrado una vuelta de tuerca al género que le puso una marca
típicamente argentina: comenzaron a mostrar el strip-tease de afectos que hacen los
famosos. Esos mismos famosos que siempre se han quejado de la persecución que les hace la
prensa para narrar sus intimidades, han decidido hacer de esto un negocio propio. Ellos
deciden ir a la TV a contar sus historias personales.
El punto culminante de este destape afectivo lo tuvimos con Moria y sus dos maridos
contando sus intimidades en una emisión televisiva que mereció ya una repetición... Y
por supuesto, esto recién comienza. Moria decidió doblar la apuesta con la presencia de
los hijos de los protagonistas del primer programa. Ahora bien, ¿por qué lo hace Moria?
La primera respuesta es evidente: por rating. Y, por supuesto, lo logró. Pero, ¿por qué
más? Creo que para algunas estrellas de nuestra televisión resulta difícil distinguir
entre su vida pública y la privada. En el caso de Mirtha, por ejemplo, que vivió una de
las experiencias más duras que le puede pasar a una persona, perder un hijo, a quien
lloró en privado y guardó su dolor en la intimidad de su hogar, y el primer día que
apareció en la televisión revivió su congoja ante las cámaras como si ella, una
estrella que se ha entregado siempre al público, no pudiera dejar de ofrendarles el
llanto por su hijo.
¿Cuál es el interés que puede despertar el programa de Moria con sus dos maridos?
Simplemente el de ver en vivo y en directo (sin olvidar el artificio que supone todo
programa televisivo) el cenicero que Susana le arrojó a Huberto o los golpes que recibió
Alejandra Pradón cuando se separó de su novio futbolista. Es decir, un interés mezquino
y ruin que tenemos los humanos cuando queremos espiar en las alcobas ajenas. Pero, ¿esto
es lo que hay que poner en la pantalla televisiva para tener rating? Aunque la gente
quiera verlo, ¿hay que emitirlo? ¿De quién es la responsabilidad? Por supuesto, en
primer lugar, de Moria y sus maridos. Pero, ¿de quién más? ¿La empresa dueña del
canal no tiene nada que decir?
Los talk shows que tienen como protagonistas a los famosos están en línea de continuidad
con esta imposibilidad que parecen tener Mirtha, Moria y tantas otras figuras de nuestra
televisión para poner límites claros entre su vida pública y sus asuntos privados. Pero
lo que se vislumbra en el horizonte, por lo menos hasta el momento, es una profundización
de este nefasto camino que ha emprendido nuestra televisión: el exhibicionismo de la
intimidad como estrategia de obtención de rating. Aún a costo de perder toda dignidad
personal.
* Sociólogo, ex director de la Carrera de Comunicación de la UBA |
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