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OPINION
¿El acuerdo está mal o está bien?
Por Martín Granovsky

Si todo anda very well, en pocos meses más los malvinenses conocerán de cerca a sus vecinos del continente. Al principio todo será espectacular. Verán si tenía razón el príncipe Andrés cuando se asomó al escote de Zulemita, quizás incluso traten con el jefe de la nueva nobleza argentina, se toparán con algunos turistas en busca de rarezas, con cholulos a la pesca de pastores escoceses, con Daniel Hadad, con angloargentinos a la caza de raíces, falsos influyentes ofreciendo negocios, martilleros y aventureros. Después, todo será más burocrático y administrativo, y ese elenco será reemplazado por médicos de urgencia, turistas con plata, martilleros y aventureros.
La realidad indicará que a Malvinas viajarán pocos. Pero la ilusión es distinta. Desde ayer los argentinos sienten que están en condiciones de ir a un territorio que sienten como suyo. Es como si se hubiera caído una más de las barreras que dejó la guerra, y con la caída hubiera llegado un cierto alivio.
Si eso es cierto, el acuerdo no está nada mal. Nadie garantiza la paz eterna, pero cuantos más fantasmas de guerra declinen, tanto mejor para un país que lleva sólo 16 años de democracia y necesita elevar su calidad de vida en economía y en política. El gran enemigo interno es la desigualdad, no los espías ingleses; el gran enemigo externo no está formado por Brasil, Chile y la base británica de las islas sino por la increíble vulnerabilidad de una economía sujeta a la timba internacional.
Y ya que se habla de Malvinas, ¿la soberanía está más cerca o más lejos que antes?
El Gobierno no tiene ninguna duda. Para Menem y el canciller, la soberanía está más cerca. Seguramente darían como cierto el diagnóstico que pronunció David Eynon, el isleño que el domingo organizó la protesta con quema de banderas en Port Stanley: “Si abrimos un poquito la puerta a los argentinos, después querrán que la puerta se abra más y más hasta que consigan lo que quieren”.
La oposición es cauta. Sostiene que es un buen momento en las relaciones con el Reino Unido, y que los buenos momentos deben ser aprovechados para negociar bien.
La verdad es que ambas posiciones pueden ser exactas, y también pueden chocar contra la realidad.
Solo la idea de Guido Di Tella de que el acuerdo es como la caída del Muro de Berlín –más por inesperado, sin duda, que por su importancia mundial– supera a la certidumbre de que la negociación por Malvinas será un larguísimo proceso que aún no tiene éxito final a la vista por cinco motivos:
ron2.gif (93 bytes)   Gran Bretaña ganó una guerra.
ron2.gif (93 bytes)   En las islas no viven argentinos (como chinos en Hong Kong).
ron2.gif (93 bytes)   La Argentina no es una potencia demográfica como China.
ron2.gif (93 bytes)   Gracias a las licencias de pesca, y ahora por la conexión con el continente, a Londres cada vez le cuesta menos mantener las Malvinas.
ron2.gif (93 bytes)   Incluso si le resulta más caro otra vez, será difícil encontrar el primer ministro que acepte ser tachado de débil frente a la Argentina después de haber librado una guerra.
No hay otra que viajar ahora y trabajar después, you know?

 

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