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Los ayatolas malos (por el momento) ganaron en Irán

Una movilización de la línea dura del régimen iraní detuvo ayer la revuelta estudiantil y podría haber sentencias de muerte para los detenidos. El presidente Jatami parece en una retirada estratégica.

La multitud islamista con un retrato de Jamenei.
El Guía Supremo es el principal enemigo del presidente.

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t.gif (862 bytes)  Las fuerzas duras y conservadoras del régimen de los ayatolas reconquistaron ayer las calles de Teherán, poniendo aparentemente punto final a la revuelta de los estudiantes reformistas y liberales que ha durado seis días. Cerca de un millón de personas, según la agencia oficial Irna, se reunieron por la mañana en el campus de la universidad en una prueba de fidelidad al Guía Supremo de la Revolución Alí Jamenei y de condena al movimiento reformista y liberal que lidera el presidente Mohamad Jatami. Un portavoz del sector inmovilista anunció solemnemente ante la muchedumbre la puesta en marcha de una operación de limpieza para deshacerse de los enemigos de la revolución islámica.
La sociedad conservadora en pleno de Teherán, fiel e incondicional seguidora del Guía Supremo de la Revolución, se dio cita en el campus de la Universidad de Teherán, que en los últimos seis días había sido escenario de la revuelta más importante que ha vivido el país en los últimos 20 años, protagonizada por universitarios liberales y reformistas, y que se ha saldado con al menos seis muertos y centenares de heridos. Los manifestantes, muchos de ellos traídos de las ciudades cercanas de la capital, blandían retratos de los líderes históricos de la revolución, pero sobre todo agitaban carteles en los que de nuevo se podían leer los viejos y conocidos lemas de condena a Estados Unidos, a Israel o pidiendo la muerte a los “munafiquen” –en farsi, hipócritas–, un término utilizado para aludir a los activistas mujaidines de la oposición que actúan contra el régimen desde Irak.
Muchos de los componentes de la manifestación, en su camino hacia la sede de la universidad, repartieron flores a los soldados del ejército, a la policía, a los Guardianes de la Revolución, a los “basiyis” –los militantes islamistas voluntarios– en muestra de agradecimiento por la represión ejercida contra los estudiantes y los supuestos provocadores que en los últimas jornadas atacaron el centro de la ciudad y causaron daños en edificios oficiales.
“Nuestra revolución necesita una gran limpieza y esto va a hacer evolucionar el régimen y la revolución”, aseguró desde el púlpito y dirigiéndose a la multitud, el hoyatolestam –un grado inferior de ayatola– Hassan Ruhani, vicepresidente del Parlamento y secretario del Consejo de Seguridad Nacional –el máximo órgano policial y militar de Irán– dirigiéndose a una multitud enfervorizada, que ocupaba la explanada.
El religioso leyó lentamente a los reunidos un largo discurso de siete puntos, en el que se comprometió a abrir una información para conocer “las raíces profundas” de la revuelta estudiantil, pero en el que, al mismo tiempo, anunció mano dura contra los sectores “contrarrevolucionarios”, a los que calificó de “bandidos y agitadores” y a los que acusó también de estar a sueldo de las potencias extranjeras. Ruhani además aseguró que los detenidos durante los enfrentamientos de los últimos dos días serán juzgados como “contrarrevolucionarios”, una ofensa que en Irán puede ser castigada por la pena de muerte.
Manifestaciones similares de desagravio y apoyo a la cúpula conservadora del régimen se llevaron a cabo en diversas ciudades del país, donde, de manera coordinada, volvieron a sonar los mismos gritos de “Muerte a América”, “Muerte a Israel”, “Muerte a los hipócritas” o “Mi vida pertenece al Guía Supremo”. Todas estas manifestaciones fueron convocadas y preparadas por la Organización de Propaganda Islámica, la principal plataforma de comunicación del régimen religioso.
Las fuerzas liberales del régimen, con el presidente Mohamad Jatami a la cabeza, han optado por una retirada estratégica, en un intento desesperado por salvaguardar el proceso de reformas iniciado hace dos años y que tratarán de reforzar y consolidar dentro de siete meses cuando se celebren en Irán las próximas elecciones legislativas. El repliegue de los liberales tuvo como prólogo unas inesperadas declaraciones del presidente liberal Jatami, quien, a través de los medios de comunicación, había condenado a los sectores radicales de la revuelta, tildándolos de “desviacionistas” que “deben ser reprimidos con fuerza”. Era, en definitiva, la única salida posible de un hombre pragmático, que daba por perdida la batalla de la calle y cuya única esperanza se encuentra en las urnas.
Los estudiantes liberales de Teherán, sin embargo, no dan por acabada su revuelta. Ayer miércoles la Asociación de Estudiantes –la principal organización de alumnos– pidió oficialmente al gobierno que abra unas negociaciones, ofreciendo como contrapartida un paréntesis en sus movilizaciones y amenazando, sin embargo, con volver a la calle el próximo domingo.

 


 

BARAK SE REUNE HOY CON CLINTON EN WASHINGTON
Un premier israelí contra la CIA

t.gif (862 bytes) Ocho reuniones, dos cenas, un desayuno y un fin de semana de carácter privado en Nueva York constituyen las principales citas del viaje que el nuevo primer ministro israelí, Ehud Barak, efectuará durante seis días a EE.UU. y que se iniciará hoy a mediodía, cuando se reúna en la Casa Blanca con el presidente Bill Clinton. Con él examinará el relanzamiento del proceso de paz con Líbano y Siria y la aplicación de los acuerdos de Wye con los palestinos, aunque en una entrevista con The New York Times Barak ya se ocupó ayer de señalar que buscaba un rol menos prominente de EE.UU. en el proceso de paz, centrando sus críticas en la desmedida proporción de agentes de la CIA que, a partir de los acuerdos de Wye, median en disputas israelo-palestinas sobre temas de seguridad.
Barak llega a Washington tras una intensa gira por Oriente Medio, donde ha mantenido encuentros con el presidente egipcio, Hosni Mubarak, el líder palestino, Yasser Arafat, y rey Abdalá II de Jordania, a la que se añadió a última hora, otra con el presidente turco Suleyman Demirel, que se encuentra de visita en Israel. La reunión entre Barak y Clinton pondrá fin a un período anómalo de distanciamiento político entre ambos países. Las malas relaciones personales entre Clinton y el ex primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, parecen dejar paso ahora a otra mucho más estrecha, aunque funcionarios del Departamento de Estado se ocuparon de poner paños fríos sobre expectativas desmesuradas de grandes avances inmediatos. Un alto funcionario israelí que viaja con Barak, precisamente, dijo ayer que se buscarán cambios en el acuerdo de Wye, y el premier estaría tratando de persuadir a Arafat en ese sentido.
Barak y Clinton se reunieron por última vez hace casi un año, en vísperas de un ataque de EE.UU. contra Irak. En aquella ocasión, el presidente estadounidense tuvo la imprudencia de solicitar al entonces líder de la oposición israelí su opinión sobre la situación en la región. “No me ha dejado decir ni una palabra. Pero este hombre sabe de que habla”, se quejó con ironía Clinton a uno de sus colaboradores al finalizar la entrevista. La prensa local de Jerusalén aseguraba ayer que esta vez Barak será más cauto; viaja a Washington no con la intención de lanzar un discurso en solitario, sino para dialogar con su principal aliado, Estados Unidos.

 

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