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POLEMICO TRASPLANTE EN INGLATERRA
El racismo donado

Un riñón fue donado bajo condición de que   sea usado sólo en un blanco.  Un hospital  lo aceptó y provocó un debate nacional.

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Página/12 en Gran Bretaña
Por Marcelo Justo Desde Londres

t.gif (862 bytes) La familia fue categórica: sólo se donaba el riñón del pariente fallecido si se lo trasplantaba a una persona blanca. Las autoridades del Centro de Trasplante Británico se encontraron ante un agonizante problema ético. Por un lado no podían aceptar ese “negros y asiáticos abstenerse” que como un cartel invisible vedaba a ciertas razas el acceso al preciado órgano. Por el otro, si se negaban, perjudicarían conscientemente a uno de los cientos de pacientes que aguardaban con ansiedad la aparición de un donante, abjurando así del compromiso hipocrático que asume cada médico al recibir su diploma. El Centro finalmente aceptó el órgano, rezando para que el caso no trascendiera. Cuando un programa de investigación televisiva de la BBC denunció el hecho, la tormenta política fue incontenible. Las acusaciones de un posible apartheid en el Servicio Nacional de Salud que cubre a todos los británicos llovieron sobre el gobierno, que prometió una investigación pública y aseguró que no permitiría el racismo en la prestación sanitaria.
La condena al hecho fue prácticamente unánime. El ministro de Salud, Frank Dobson, la Asociación de Médicos Británicos, el sindicato de empleados públicos (Unison), los partidos políticos y los medios recordaron que el Sistema Nacional de Salud, fundado en 1948, se basa en el principio de la equidad del tratamiento de todos, sin que importe el color, la clase social, o el nivel de ingreso. “Luché toda mi vida contra el apartheid y no voy a permitir que se filtre ahora subrepticiamente en nuestro Servicio Nacional de Salud”, tronó el ministro Dobson. El ministro laborista aseguró que el gobierno reformaría la ley que regula el trasplante de órganos si la investigación pública sobre el hecho lo considerara necesario.
La ley británica no prohíbe que se impongan condiciones y por lo tanto deja la puerta abierta a que las haya. El mismo director de la Sociedad Británica de Donantes de Organos, John Evans, admitió que seguramente no se trataba del primer caso de racismo. “No lo sabemos. Pero es bastante probable que otros hayan impuesto condiciones semejantes”, reconoció a la prensa Evans. Otros observadores hicieron notar que las condiciones de la donación, que idealmente debía responder a un deseo puramente altruista, se extienden muchas veces a la filosofía de vida o la personalidad del receptor.
Entre los casos emergió el de los padres de un adolescente atropellado por una persona que manejaba alcoholizado, que pusieron como condición que el órgano no fuera trasplantado a un alcohólico. “Sin leyes claras que lo regulen, las variantes son ilimitadas”, señala Vivienne Nathanson, de la Asociación de Médicos Británicos. Si el racismo es la vertiente reaccionaria, se puede imaginar una aparentemente progresista: una feminista que sólo quiera donar sus órganos a otra mujer, un obrero que se niegue a beneficiar a un empresario.
El caso puso además de relieve una corriente subyacente de intolerancia y discriminación en el sistema nacional de salud y en sectores de la sociedad inglesa. Una de las primeras en denunciarlo, una periodista del diario The Independent, Yasmin Alibhai-Brown, subrayó que se solía discriminar a las enfermeras por el color aprovechando las reformas que los conservadores introdujeron al sistema nacional de salud antes de la elección laborista en 1997. Dichas reformas (que el gobierno argentino y otros han aplicado) procuran introducir mecanismos de mercado en el funcionamiento de un servicio público. Esto concede una amplia dosis deelección a los pacientes, rebautizados clientes, respecto de dónde se tratan y con quién.
“He recibido una interminable cantidad de cartas y llamadas telefónicas con la misma queja. Enfermeras y médicos se topaban una y otra vez con pacientes que exigían ser atendidos por personal blanco. Cuando lo denunciaban a sus superiores, les decían que esa elección era un derecho de los clientes”, señaló en un artículo Yasmin Alihbai-Brown.
En el caso de los trasplantes, la escasez de donantes agrava el problema (ver recuadro). En este sentido, el caso desencadenó una serie de propuestas para cambiar de cuajo el régimen que regula las donaciones de órganos. Un doctor y diputado, el liberal Evan Harris, indicó que debía adoptarse el sistema europeo, en el que la gente debe llevar un carnet para decir que no quiere que sus órganos sean trasplantados. “En Gran Bretaña, cada año se hacen menos trasplantes y aumentan las listas de espera de donantes. En la mayoría de los países europeos usan este sistema en que todos son donantes a menos que efectivamente se nieguen a serlo. Esto incrementó la oferta de órganos y tuvo muy buena acogida en países como Bélgica”, dijo Harris.

 

La larga lista de espera

En el campo del trasplante de órganos, el juego de la demanda y la oferta tiene consecuencias mortales. Según las autoridades de Trasplantes de Gran Bretaña, los avances científicos hacen que la demanda vaya continuamente en aumento. Las cifras oficiales precisan que hay 6629 personas en la lista de espera de donantes. Al mismo tiempo, en 1998 sólo hubo 822 donantes, el número más bajo en una década. El resultado de esta discrepancia fue la muerte de unas 200 personas que no consiguieron a tiempo el órgano que necesitaban.
En la curiosa ecología de la salud, la principal razón de la disminución del número de donantes es la reducción del porcentaje de accidentes que es a su vez consecuencia de las campañas de prevención y control adoptadas en este país. El promedio en los ‘80 era de 6 mil por año. En los ‘90 es de 4 mil. Las salas de accidente de hospitales son la fuente esencial de órganos donantes ya que permiten realizar con antelación todos los pasos necesarios para el trasplante: obtener la autorización de la familia, realizar el análisis de la composición del órgano, sacarlo del cadáver y colocarlo, en el caso del riñón, a una temperatura de 4 grados centígrados. Aun así, el trasplante debe realizarse con toda premura.
En el caso de corazón, en un mínimo de 4 a 8 horas después del fallecimiento; en el del hígado, en un máximo de 48; y en el de riñones, a las 24 horas. El Banco de Datos del Centro de Trasplantes permite comparar los tipos de célula del donante y los del receptor para ver qué grado de similitud tienen. Nunca son totalmente iguales. Cuanto más parecidas, más posibilidades que el cuerpo no rechace el órgano ajeno y que el trasplante sea exitoso. Una buena parte de la investigación que se realiza en torno de la técnica de trasplante se dedica a encontrar medicamentos que reduzcan este rechazo.

 

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