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“Es una historia sobre la autoridad familiar”

La cantante Patricia Sosa estrenará hoy “Las  hijas de Caruso”, que partió de un cuento suyo, compartiendo cartel con Valeria Lynch.

Orden: “Me impactó la autoridad paterna a principios de siglo, y me interesó abordarla. Las relaciones eran terribles: el mandato era masculino”.

La pequeña Patricia Sosa, años ha, junto a su padre músico.
La obra, dice, tiene algunos nexos con su propia biografía.

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Por Cecilia Bembibre

t.gif (862 bytes) La extenuante campaña de marketing de su último disco fue el curioso motivo que acercó a Patricia Sosa a la literatura. “Estaba cansada de promocionar el disco; quería dedicarme a una actividad sin preocuparme por la difusión”, resume la cantante, que se encerraba a escribir cuentos en la cocina. Hoy, sin reparar en ironías, se prepara para sumergirse en la campaña de promoción del volumen de cuentos. Y a la vez, ensaya su papel en el musical Las hijas de Caruso, que se estrenará el 19 de julio en el teatro Liceo. Junto a Valeria Lynch y la cantante lírica Estela Leiva, y dirigidas por Oscar Araiz y Betty Gambartes, Sosa recrea la historia de una familia de inmigrantes de principios de siglo. El germen de la historia es, justamente, un cuento de la intérprete, quien explica en esta entrevista con Página/12 por qué, a pesar de desear “que a nadie en el mundo le guste la película Evita de Madonna” (como escribió en uno de los relatos), se anima a presentar un musical en el que también se filtra la historia argentina.
–¿Cómo surgió la historia de Las hijas de Caruso?
–Recorriendo barrios, conocí al hijo –ya abuelo– de un inmigrante, y me contó una historia familiar. El padre había llegado a Buenos Aires a principios de siglo, y quiso que sus tres hijos varones fueran médicos. Y los tres estudiaron; pero cuando el padre murió, uno de ellos se hizo mecánico. Me impactó la autoridad paterna a principios de siglo, y me interesó mucho abordarlo desde la mujer. Las relaciones eran terribles: el mandato era masculino. Del padre, del hermano, del marido, del que venga. Empecé a escribir un cuentito sobre esto... y aquí estamos.
–¿Por qué decidió contar esta historia como un musical?
–Cada vez que veía un musical tenía la sensación de que nada me hablaba de mí, de mi idioma, de mi raíz. Las canciones, aunque las letras estuviesen traducidas, no emocionaban, porque las palabras estaban mal puestas. Decir “bella y bestia son” es imposible para un dúo de amor, es difícil comunicar un sentimiento así. Cuando yo tuve que cantarlas, les pedí permiso y cambié la letra. Y para Las hijas de Caruso elegí la ópera, porque quería un género en el que los personajes pudiesen tener gran dramatismo.
–¿Y a través de qué elementos trabajó para darle identidad local?
–La comedia es, desde el texto, muy argentina: transcurre en Quilmes entre 1930 y 1946. Se habla de la influencia de la guerra, de las tres hermanas huérfanas de madre que quedan en manos de un padre operómano, contemporáneo de Caruso, que vino de Nápoles. A mí me influye ser de un lugar y me gusta que se me note. Y a lo largo de la historia bajo línea. El padre se pregunta cómo le habría ido de haber permanecido en Italia, del mismo modo que todos nos preguntamos acá, si hubiéramos crecido en otro país, en un lugar donde se le dé bola al arte y a los artistas, si estaríamos igual. Este hombre dice “si me hubiera quedado en Nápoles, ¿quién hubiera sido el más grande?”. Porque establece una terrible competencia con la figura de Caruso.
–Los personajes, especialmente el suyo, que se rebela contra el padre, padecen el severo entrenamiento musical que éste le exige. ¿Tuvo una experiencia similar?
–Sí, claro. Tuve épocas de obsesión total por entrenarme. Soplaba una servilleta contra la pared hasta que el diafragma me ardiera; y me ponía guías telefónicas en las costillas para ensanchar el volumen. Pero más allá de eso, él las entrena con todo el rigor de la ópera por él, no por ellas. Es como concretar su sueño, sólo que en lugar de “m’hijo el dotor” era “mi hija la cantante”. Es una historia que me permite denunciar sutilmente la tiranía, la violencia física y psíquica, la autoridad familiar... y resaltar que las ilusiones pueden cambiar los destinos. Yo soy un típico ejemplo de eso.
–¿A qué público espera en el teatro? ¿Cree que sus seguidores se interesarán por el musical?
–No lo sé, aunque yo vivo experimentando. Creo que mis fans van a venir, y los de Valeria también. Esperamos a los seguidores del teatro, y del musical. Después dirán si les gusta o no.

 

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