La Comisión
Bicameral de Seguimiento de las Investigaciones de los Atentados a la AMIA y la Embajada
de Israel presentó su segundo informe en el que, tal como anticipó este diario en
diciembre pasado, se advierte que a más de siete años del ataque a la embajada y a cinco
de la destrucción de la mutual judía "no se han tomado las medidas
recomendadas" para prevenir actos terroristas. A diferencia de lo que sucedió en
1997, la Bicameral consensuó esta vez un único dictamen, aunque los diputados y
senadores de la oposición denunciaron en un aparte la responsabilidad del Gobierno en la
falta de esclarecimiento de ambos ataques.En el documento, que fue dado a conocer a 48
horas de cumplirse cinco años de la voladura de la AMIA, se señala que "las
declaraciones oficiales, cuando no son acompañadas de medidas concretas, generan
vulnerabilidad", y se recomienda reforzar estrategias de prevención como
"formar un grupo de trabajo permanente" con personal capacitado "de legajos
y antecedentes intachables".
Las críticas más duras, sin embargo, quedaron fuera de las conclusiones conjuntas, en
un suplemento en el que los representantes de la Alianza manifestaron la "evidente la
falta de voluntad política real de parte del gobierno nacional y provincial para el
esclarecimiento de los atentados y, particularmente, para colaborar con la justicia
encargada de la investigación de los hechos". En ese sentido también subrayaron que
todavía no se ha analizado el papel de "todos aquellos funcionarios que en forma
directa o indirecta obstruyeron la pesquisa y encubrieron a los autores" de los
ataques.
La Bicameral no formuló reproches al trabajo del juez Juan José Galeano, a cargo de
la causa AMIA; tampoco a los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, a quienes incluso se
reconoce "la voluntad y predisposición a informar". La postura refleja el
respaldo casi incondicional que tiene el magistrado por parte de la DAIA y la AMIA; los
mayores cuestionamientos a Galeano son sostenidos desde los familiares agrupados en
Memoria Activa.
En las conclusiones sí se advirtió, por otro lado, sobre las demoras y la necesidad
de profundizar en varias investigaciones conexas como el enriquecimiento ilícito del ex
comisario Juan José Ribelli y la ausencia de procesamiento de los policías federales de
la División de Protección al Orden Constitucional que cometieron graves irregularidades
durante los primeros tramos de la instrucción.
Los párrafos más severos del informe se reservaron para la Corte Suprema, por
"haber demorado el avance en la investigación" del primer gran atentado sufrido
en el país. Aunque reconocieron el impulso de la pesquisa luego de que la causa quedara
en manos el secretario Esteban Canevari el informe sostuvo que:
* "La Corte Suprema no ha efectuado en la primera etapa una investigación
orgánica, exhaustiva y dinámica, lo cual impidió que se alcanzaran resultados
concretos." Tampoco "ha recuperado el tiempo perdido en la etapa e
instrucción".
* "El tipo de investigación que se está realizando es de carácter
histórico", o sea que ya no se puede encontrar a los culpables "ni dilucidar
ciertas cuestiones".
También hay críticas a los organismos de seguridad interior e inteligencia por
"no haber realizado (en el caso de la embajada) todo el aporte de esfuerzos que era
necesario para profundizar una investigación de la envergadura de la que
correspondía". En su aparte, la oposición puntualizó que "deberían contar
con personal con profunda vocación democrática, idoneidad, así como con conocimientos
en materia de terrorismo internacional", párrafo que sugiere que la situación
actual es exactamente la contraria.
86 monumentos con raíces
Ayer, a lo largo de la calle Pasteur, se plantó un árbol por cada
persona fallecida. Ese fue el homenaje que el gobierno de la ciudad de Buenos Aires
rindió a las 86 víctimas del atentado contra la AMIA, del que el domingo se cumplirán
cinco años. La ceremonia fue encabezada por el vicejefe de Gobierno porteño, Enrique
Olivera, el titular de la AMIA, Hugo Ostrower, y la secretaria de Derechos Humanos, Inés
Pérez Suárez, como única representante del gobierno nacional. La iniciativa de la
plantación de 86 árboles, cada uno con una placa con el nombre de la persona fallecida
en el ataque terrorista, fue aprobada por unanimidad por la Legislatura porteña y
refrendada por Fernando de la Rúa. También se colocó un árbol más en la vereda de
enfrente de la nueva sede de la AMIA, ubicada en Pasteur 633, en la que se colocó una
placas con la inscripción "NN", en representación de los muertos cuyos cuerpos
despedazados todavía no pudieron ser identificados. Ostrower insistió durante su
discurso en que el ataque terrorista debe ser tomado "como una cuestión de
Estado". |
OPINION
Sólo confío en la calle
Por Herman Schiller
En
estos cinco años de impunidad no se encontraron los culpables ni se vislumbra que se
vayan a encontrar. Además de los "operativos de inteligencia", expandidos por
los "servicios" para convertir a las víctimas en victimarios, hemos asistido en
este lustro a una sórdida batalla interna por la caracterización de la masacre de la
AMIA.
Durante un largo tiempo, el judaísmo oficial apuntó sus dardos
exclusivamente hacia Medio Oriente, sin demasiado fundamento, y se abstuvo de involucrar a
los residuales del terrorismo de Estado argentino.
Lo hizo, es cierto, movido por intereses coyunturales, pero también
porque un sionismo elemental y esquemático que vegeta por inercia, está convencido de
que los judíos de la diáspora son algo así como el patio trasero de Israel y, por lo
tanto --en opinión de ellos--, necesariamente tienen que sufrir los mismos problemas que
sufren los israelíes, a partir, por ejemplo, de las acciones violentas desencadenadas por
lo que se ha dado en denominar el "terrorismo fundamentalista islámico".
De cualquier manera, sería prematuro aún plantear la antítesis
paralela: que únicamente los antisemitas del aparato represivo local (especialmente los
sectores nazis de la policía y los "servicios") perpetraron la matanza. Lo más
probable es que haya sido una combinación de ambos factores --que odian a los judíos
allá y acá--, aunque coincido con el malogrado Carlos Juvenal que "la conexión
local ya está demostrada, no así la conexión internacional".
Mientras tanto, el frente interno judeoargentino está pugnando
trabajosamente por quitarse de encima las pulgas de los cómplices del menemismo, en medio
de una crisis complicada por los desaguisados e incoherencias antihistóricas incubadas
por lo menos durante el último cuarto de siglo.
¿De qué estamos hablando? Del papel cumplido por buena parte del
desenvolvimiento institucional durante la dictadura; del papel de encubridores en la etapa
posterior al atentado (el homenaje a la policía que en setiembre del '94 hicieron las
cúpulas de AMIA y DAIA, o la participación de Aldo Rico en un acto central de la
colectividad realizado en el Club Hacoaj, seguramente pasarán a formar parte de la
antología de la claudicación); y del papel de cómplices de la estructura
banco-dependiente que, perversamente, se montó con la excusa de que era la única fuente
de financiación de la vida comunitaria.
En estos momentos, para exigir justicia, sólo confío en la calle. Por
eso, más allá de las diferencias abismales que me separan de algunos referentes de
Memoria Activa (especialmente los que no son familiares de las víctimas, fuertemente
ligados al judaísmo oficial), el espacio de los lunes en Plaza Lavalle es prácticamente
lo único que jode en serio y tiene alguna posibilidad de poner los huevos sobre la mesa
para escupirle el festín a los asesinos.
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