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Chile y México jugarán esta tarde por el tercer puesto de la Copa América. Vienen de perder en semifinales y de muy distinta manera. Los de Acosta cayeron ante Uruguay en los penales y sólo después de que Marcelo Salas desperdiciara una pena máxima a pocos minutos de cumplirse los noventa: para llorar. Los de Lapuente, en cambio, tuvieron un rival que los pasó por arriba, más allá de que el resultado no fue catastrófico: 2-0 incuestionable para Brasil y a otra cosa. Ahora llegan por el honor y con el antecedente de ya haberse enfrentado en la etapa previa, en el Grupo B, con victoria mexicana en el debut: 1-0 con gol del Pájaro Hernández. Nada hacía suponer entonces que tres integrantes de ese grupo --los de hoy más Brasil-- llegarían a semifinales. Ninguno de los dos equipos presentó novedades importantes (jóvenes figuras) a lo largo del torneo, al que trajeron todo o casi todo. No hubo recambio importante. México dejó mejor impresión porque clasificó arriba en su grupo, donde le dio batalla a Brasil. Lo mejor lo tuvo del medio para arriba, mientras el fondo hizo agua; pero siempre mostró --como en el Mundial de Francia-- una loable capacidad de reacción y jugadores con personalidad. El Pájaro Luis Hernández confirmó que es un delantero en serio. Los casos de doping de Lara (en dos partidos) y de Chávez no quebraron la moral del equipo. Lo de Chile fue mucho menos convincente, sobre todo porque Salas --que hoy no estará, lesionado-- faltó a la cita. Expulsado tontamente, se perdió dos partidos y volvió sin suerte ante Uruguay. Zamorano, en cambio, al borde del retiro con la roja nacional según sus palabras, estuvo en lo suyo. El partido puede salir abierto y puede que lleguen seguido a los arcos, ya que atacan mejor de lo que defienden. Ojalá.
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