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El extraño juego de espejos de un tal Raúl Ruiz

"Identidad paralela" es una de tantas rarezas de un cineasta que llega a cien títulos, prácticamente desconocido aquí

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Por Horacio Bernades

t.gif (862 bytes)  Identidad paralela, que el sello LK-Tel lanza por estos días en video, es una curiosidad por donde se la mire. Hablada en inglés y con la francesa Anne Parillaud en el protagónico, la película, cuyo título original es Shattered Image, se presentó en el Festival de Toronto el año pasado y se estrenó a fines del '98 en Estados Unidos. En la producción está el realizador alemán Barbet Schroeder (Barfly, Mi secreto me condena), la fotografía es del eminente Robby Müller (Paris, Texas; Bajo el peso de la ley) y el director es Raúl Ruiz. ¿Quién es Ruiz? No hay más que ir a la página 471 de la The International Encyclopedia of Film para constatar que el chileno Raúl Ruiz (Puerto Montt, 25-7-1941) es, según los autores, "uno de los cineastas más excitantes e innovadores de años recientes, que promueve más diversión intelectual y experimentación artística que ningún otro, de Jean-Luc Godard en adelante".

Exiliado en Francia tras el golpe de Pinochet, Ruiz es un recordman del cine, con cerca del centenar de películas filmadas y períodos en los que llegó a completar una decena en dos años. Abonado permanente al circuito de festivales internacionales, Ruiz se inició en cine cuando sólo tenía 27 años, en 1968, con una versión de Tres tristes tigres, la novela del cubano Cabrera Infante. Para ese entonces, aunque parezca mentira, había escrito ya un centenar de obras de teatro. Su nombre comenzó a pesar en Europa hacia fines de los 70, a partir de la relativamente exitosa La hipótesis del cuadro robado. Sólo relativamente, ya que el hombre es dado a los hermetismos y no hace un cine para públicos masivos. De allí que en Argentina el trato que recibieron sus películas haya sido tan parejo: de las cien, no se estrenó ninguna.

En los últimos años, Ruiz parece querer sacudirse el anonimato, optando por filmar con grandes estrellas. Mastroianni en Tres vidas y una sola muerte, de 1996, la Deneuve en Genealogías de un crimen (1997, se vio en el último Festival de Mar del Plata) y de nuevo la Deneuve (junto a Emanuelle Béart, Vincent Pérez y John Malkovich) en El tiempo recobrado, basada en la última parte de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust y presentada en Cannes. Identidad paralela es la penúltima de su cosecha y primera que este gitano del cine (filmó en Chile, Francia, Italia y Portugal, entre otros muchos insólitos destinos) rueda en Estados Unidos. Tratándose de un realizador que suele renegar de lo narrativo, prefiriendo los juegos de espejos, los laberintos mentales y los límites borrosos entre realidad y ficción, podía adelantarse que su paso por el cine estadounidense no tendría nada de convencional.

No lo tiene, aunque Ruiz astutamente le haya dado un ropaje de thriller a los temas que le interesan. El comienzo de Identidad paralela muestra a una Anne Parillaud en tren de replicar su rol más popular, el de asesina profesional en Nikita. Envuelta en cuero negro, con peluca color azabache y un arma con silenciador, ejecuta a un desconocido en un baño. En la secuencia siguiente, despierta de un sueño, pero ahora con un look totalmente opuesto. El sueño era el que se acaba de ver. Hasta ahí, nada que altere demasiado los códigos cinematográficos aceptados. Lo que sí los altera es que, enseguida, sea la asesina la que despierta de un sueño... en el que se soñaba a sí misma, soñándose. Casi un cuento de Borges, no por nada uno de los autores favoritos del chileno. De allí en más, Ruiz, que en películas anteriores había jugado ya con el tema de la personalidad dividida, desenrolla una pila de cajas chinas, en las que resulta imposible saber qué es lo "real", qué lo soñado, quién sueña a quién. O, lisa y llanamente, si hay algo que no sea sueño.

"La personalidad múltiple es la enfermedad del siglo XXI", según el realizador. "Todos nos dividimos en diferentes compartimientos, de acuerdo a las distintas situaciones. Usted es una persona cuando está con alguien, y otra persona distinta cuando está con otro. Yo, por ejemplo, soy una república balcánica virtual." Apasionado por los juegos intelectuales y los rompecabezas al borde de lo metafísico, en Identidad paralela Ruiz logra sobreponerse a un guión en el que no faltan tópicos clásicos del género, enfrentando al espectador con un infinito juego de espejos. Que al final se rompen, casi tanto como la lógica diurna.

 

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