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OPINION
Un shofar de la justicia
Por Magdalena Ruiz Guiñazú

Cuando recién escuchábamos el sonido del shofar, acá, en la plaza Lavalle de Buenos Aires, no podía menos que recordar –la asociación creo que es válida– la sirenas que anunciaban los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial. Yo espero que este shofar de la congoja y de la indignación, a tantos años de estos atentados, no signifique un llamado de las sirenas anunciando otro hecho con esas características. Pero no podemos dejar de señalarlo en un país en donde desgraciadamente la impunidad tiene una amplia cuota, en un país donde estamos esperando justicia y donde ciertas investigaciones no avanzan. Es increíble que a tantos años de estos hechos no tengamos todavía la reconstrucción de lo que fue la pista local de los dos atentados contra la embajada de Israel y contra la AMIA. Me avergüenza recordar, por ejemplo, el testimonio que filmamos para televisión de uno de los peritos convocados por la Suprema Corte, que en forma lamentable señalaba que la embajada de Israel había sido una implosión, y además lo explicaba con términos absolutamente infantiles. No voy a extenderme, obviamente, sobre ellos, pero sí sobre la indignación y la vergüenza que esto significa.
Y quiero que recordemos, no solamente el periodismo independiente, sino todos nosotros, lo que significa tener una conexión con estas características libre, suelta y lista a volver con sus crímenes. Porque la gente de la violencia es siempre de la violencia, y la gente que discrimina y que odia y que se nutre de resentimientos, nunca va a cambiar, porque tiene veneno en su corazón y en su alma. Yo realmente quisiera tener un mensaje más alentador, pero desgraciadamente y porque me siento muy comprometida como representante de la prensa independiente en mi país, creo que no podemos bajar los brazos. Creo que sabemos que el enemigo está suelto, el enemigo está por las calles, el enemigo de la paz y de la justicia. Lo que ruego realmente para los años venideros, para nosotros, para nuestros hijos y para nuestros nietos, es una justicia en la cual podamos confiar, una justicia sin gastos reservados para investigaciones que no terminan en ningún camino conducente a la verdad, y una justicia por la cual realmente estemos listos para jugarnos la vida y la pasión. Muchas gracias por haberme invitado.

* Discurso pronunciado ante la reunión de Memoria Activa, el lunes 12.

 

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