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OPINION
Cuatro parajodas y un acuerdo
Por Miguel Bonasso

1) El acuerdo firmado el miércoles pasado por los cancilleres Di Tella y Cook es realmente “histórico”, pero no en términos diplomáticos sino de propaganda política. Pocas veces se ha visto una explosión mediática de tal magnitud para un episodio relativamente modesto, que ni siquiera logró retrotraer las relaciones entre Argentina y las islas al nivel que tenían antes de la guerra. Cuando regía el tratado de 1971. La única ventaja lograda por nuestro país es que ahora los argentinos podremos viajar a las Malvinas, con pasaporte (como si fuéramos a Londres).
2) El paraguas de la soberanía se abre o se cierra según convenga al discurso propagandístico. Di Tella, Menem y epígonos lo abren cuando se les dice que la presentación del pasaporte ante las autoridades migratorias de las “Falklands” puede sentar un peligroso antecedentes a favor de la creación de un futuro estado ribereño, o cuando se manifiesta preocupación por las presencia de los isleños en la mesa de negociaciones. Pero lo cierran astutamente a la hora de anotarse logros. “El acuerdo nos pone en las islas”, ha dicho el diputado Fernando Maurette (PJ). Nos “pone” como turistas, en modestos cupos vinculados al escaso número de camas de la hotelería local, pero no nos otorga ni un micrón de apoyo real a nuestra reivindicación de soberanía, como lo dijo Robin Cook con todas las letras.
3) Entusiasmado con rescatar un “broche de oro” en el oscuro barro del final, Menem atribuye la firma
del acuerdo a las bondades de la política de seducción de su histriónico canciller. La verdad es que el acuerdo
no tiene nada que ver con los ositos y los videos que Di Tella le enviaba a los
kelpers. Si los chilenos no hubieran interrumpido sus vuelos a las islas debido a la detención del dictador Pinochet, nada de esto habría ocurrido.
4) El acuerdo ha establecido una nueva forma de discriminación. A partir
de su firma hay argentinos
de dos categorías. Los dos mil quinientos “argentinos” de las islas, pueden entrar o
salir del territorio continental sin problemas, como argentinos que son (Di Tella dixit). Los 37 millones de argentinos “continentales”, en cambio, deben presentar pasaporte “como cualquier extranjero”, cuando visiten las Malvinas. Los argentinos continentales (categoría B) deben además portarse muy bien en sus viajes (como lo han señalado con celo de preceptores el canciller Di Tella y el embajador británico William Marsden), para no ofender la sensibilidad de los argentinos insulares (categoría A). Que sí tienen derecho a quemar la bandera argentina y a recibir con malos modos a los infelices continentales que viajen a las islas, por las experiencias padecidas durante la invasión de 1982. Por suerte el autor de estas líneas, coincidiendo por primera vez en su vida con Carlos Ruckauf, no visitará las Malvinas hasta que pueda hacerlo sin pasaporte.

 

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