Por Sergio Moreno El acuerdo en torno del
reingreso de argentinos a las islas Malvinas convulsionó a los equipos encargados de
elaborar las políticas de relaciones exteriores que podrían llevar adelante, en la
medida que ganen las elecciones de octubre, Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde. El tema
generó contradicciones y diferencias, si se quiere antagónicas, dentro de cada
think tank, que permanecían dormidas en un sueño propio del debate
académico. Y, además, la opinión de cada candidato respecto del resultado del acuerdo
por Malvinas encendió los corazones de algunos y atormentó los de otros que, dentro de
cada grupo, sueñan con sentarse en el sillón mayor del Palacio San Martín el próximo
10 de diciembre.
Duhalde aplaudió el acuerdo y, como otorgando una gracia, se llenó la boca de elogios
para con Guido Di Tella. Los halagos congelaron las sonrisas de varios integrantes de su
equipo de RR.EE. a quienes separa más de un encono, cuando no diferencias estructurales
con la política exterior del actual canciller.
De la Rúa fue más cauteloso, sin dejar de congratularse con lo que consideró un
avance en la política hacia las islas. Entre los radicales, viejos proveedores de
diplomáticos al aparato del Estado, fue notorio el silencio y la posterior partida al
exterior de su máximo exponente en temas malvineros: el embajador Lucio García del
Solar, artífice del acuerdo que finalizó con la recomposición de las relaciones
diplomáticas con el Reino Unido, en 1990.
Diplomacia radical
El núcleo de RR.EE. de De la Rúa está diseñado acorde a la personalidad del candidato.
Respetuoso de las tradiciones y desconfiado a la vez, De la Rúa mantiene al grupo de
trabajo que desarrolla sus tareas en el IPA, con conexiones en la Cancillería, y a la vez
consulta por separado a todos aquellos que puedan aportarle soluciones ante casos
puntuales.
En el IPA desgranan sus teorías y estrategias el embajador García del Solar, el
catedrático Carlos Pérez Llana (quien fuera designado como canciller por Rodolfo
Terragno cuando, al frente del Comité Nacional de la UCR armó su gabinete en las
sombras), el ex senador Ricardo Laferriere y, desde el socialismo frepasista, el ex
canciller Dante Caputo. Este grupo trabaja aceitadamente con los diplomáticos de carrera
que nunca ocultaron su filiación radical, fundamentalmente embajadores.
García del Solar fue el hombre de consulta del jefe de Gobierno porteño excluyente en el
tema Malvinas. Experimentado diplomático, reconocido entre tirios y troyanos por sus
condiciones, Lucio como lo reconocen en el Palacio San Martín y en la UCR sin
necesidad de apelar a su apellido es un ferviente opositor a la política hacia las
islas que desarrolla la administración de Carlos Menem.
Pero desde hace dos meses De la Rúa no ha retomado el contacto con el embajador, dos
meses en los que se definió un tema central sobre el futuro de las islas y del reclamo de
la soberanía argentina.
Quien cobró importancia en el asunto, alejándose del ideario galvanizado por García del
Solar en los cuadros de RR.EE. de la UCR, fue Marcelo Stubrin, vicepresidente de la
comisión respectiva de Diputados. De alto perfil en el apoyo a las últimas
negociaciones, Stubrin no sólo se enfrentó duramente con Caputo por la evaluación del
acuerdo firmado la semana pasada en Londres sino que fue la voz con la cual la Alianza
tomó distancia de la propuesta del Gobierno para cambiar el nombre a la capital de
Malvinas antes de que se seque la tinta de la firma del tratado.
En el IPA, hace exactamente dos semanas, se tenía al asunto Malvinas como un
aspecto más de la política exterior que debería desarrollar un futuro gobierno de la
Alianza. Fuera del IPA no pensaban lo mismo. No es un tema más, es un tema central
de la agenda argentina de política exterior porque es el asunto más sensible a la piel
de la gente. La frasepertenece a Adalberto Rodríguez Giavarini, el hombre al que
casi todo radical mira a la hora de imaginar al futuro jefe del Palacio San Martín.
De todos los que pueden ser, Rodríguez Giavarini es quien más tiempo pasa cerca del
candidato, quien más lo ha acompañado en viajes al exterior, y cuyos textos de trabajo
más utiliza De la Rúa. Su extracción de economista traza, si se quiere, un paralelismo
con quien fue el primer canciller de Menem, Domingo Cavallo.
Pero los radicales no gustan hacer presagios ni postularse (aún) para los cargos, debido
a que conocen la personalidad de su candidato y aquella frase del ex ministro de Raúl
Alfonsín, Roque Carranza: La formación de los gobiernos es como el desembarco en
Normandía: los primeros que se lanzan se mueren en la costa.
Estilo peronista
En el justicialismo las cosas son distintas. A los especialistas en el tema se suma una
serie de gobernadores ilusionados con la promesa del bonaerense de conformar el futuro
gabinete con mandatarios provinciales. Quizás esa promesa haya llevado al mendocino
Arturo Lafalla y al misionero Ramón Puerta a anotarse en la cola de la sucesión de Guido
Di Tella. Lo mismo hicieron Emilio Cárdenas, ex embajador ante la ONU, y Mario Cámpora,
actual representante en Bélgica y uno de los referentes históricos del peronismo en la
diplomacia.
Pero Duhalde ofreció el cargo a una sola persona: Domingo Cavallo fue tentado por el
gobernador para ocupar el sitial bajo el cual funcionarían lo que actualmente son tres
ministerios, Relaciones Exteriores, Hacienda y Producción (estos dos en un desdoblamiento
de lo que hoy es Economía), reforma del Estado mediante. El ex ministro sería, así, uno
de los hombres más fuertes de un futuro gobierno duhaldista. Pero Cavallo tiene lo suyo y
las negociaciones con él nunca se sabe cómo terminarán, según la
definición de un importante operador del gobernador.
Cámpora y Cárdenas forman parte del grupo de trabajo de RR.EE. del candidato peronista,
núcleo que también integran Rodolfo Gil el primer hombre de política exterior que
se acercó a Duhalde, el ex embajador Juan Pablo Lohlé, el ex vicecanciller Juan
Carlos Olima (cofundador de PAIS junto a José Octavio Bordón), el presidente de la
Comisión de RR.EE. de la Cámara de Diputados, Fernando Maurette (vinculado a Carlos
Ruckauf), Aldo Ducler y el embajador Juan Carlos Sánchez Arnau.
Este equipo ha elaborado no sin una que otra pelea la plataforma de política
exterior que está a consideración de Duhalde, para ser incluida en las 100 medidas de
gobierno que piensa lanzar durante la campaña.
Un tema que preocupa a Duhalde es la repercusión de su retintín sobre la deuda externa
ante los organismos financieros internacionales y el Departamento de Estado
norteamericano. Y el hombre que lo informa y que trata de disipar las dudas a los
poderosos de Estados Unidos es su amigo Diego Guelar, embajador argentino en Washington.
Las preguntas que surgieron desde Washington y Nueva York sobre las posiciones de Duhalde
respecto de la deuda son: ¿qué es eso de no pagar por un año?, ¿qué
es eso de no pagar?, ¿qué es eso del nuevo tratamiento de la deuda?.
Las respuestas del embajador son:
Argentina tiene
una tradición de honrar sus compromisos externos. Nunca declaró una moratoria, ni
siquiera en los años de hiperinflación. Siempre pagó o renegoció.
Duhalde nunca
dijo que dejaría de pagar.
Duhalde piensa
que los países de desarrollo intermedio deben llegar a un acuerdo (con los organismos
financieros) para pagar y crecer.
Guelar ex representante argentino ante la Unión Europea y Brasil-aclara a quien
quiera escucharlo que su tarea fundamental es seguir siendo embajador en Washington hasta
el 10 de diciembre. Después de eso, está dispuesto a volver al estudio que comparte con
el jurista Alberto GarcíaLema. A no ser que sea convocado por Duhalde, si gana. Y a no
ser que Duhalde, si Cavallo finalmente no acepta el convite, haya dado una señal más que
retórica con sus halagos a Di Tella.
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