Por Martín Granovsky En una decisión sin
precedentes, el jefe del Ejército envió a la Justicia Federal el expediente del Tribunal
de Honor sobre el general Eduardo Cabanillas. Y en otra decisión sin precedentes, la
última página del expediente indica que el general Martín Balza no comparte
y califica cuanto menos de excesivos algunos de los términos de
lo actuado por el Tribunal.
Cabanillas, pasado por Balza a disponibilidad como escala hacia el retiro, fue acusado por
Juan Gelman como responsable mediato del robo de su nieto o nieta en el campo de
concentración Automotores Orletti.
El documento del Ejército, al que tuvo acceso directo Página/12 en medios judiciales,
está fechado el 17 de junio.
El párrafo que explica por qué todo el expediente puede interesarle a la Justicia dice,
textualmente, lo siguiente: Es criterio del suscripto que en el desarrollo de la
investigación se habrían abordado aspectos que trascienden el marco fáctico que el
específico campo del honor militar impone, motivo por el cual corresponde que tales
antecedentes sean puestos en conocimiento del juzgado criminal y correccional federal
número siete de la Capital Federal, a cargo del doctor Adolfo Bagnasco, por considerar
que los mismos podrían resultar de interés en la causa que dicho magistrado instruye en
relación a la desaparición de menores. Balza también evitó aprobar la
absolución del Tribunal de Honor. Para esquivar la decisión el jefe del Ejército
consideró que como el Tribunal absolvió a Cabanillas, era inoficioso, es
decir superfluo e inútil, dictar una resolución especial que santificara a los
santificadores de Cabanillas.
El expediente del Tribunal está en manos de Bagnasco por decisión de Balza y lo tiene la
Cámara Federal porteña porque la ombudsman Alicia Oliveira le reclamó que el tribunal
pidiera la documentación al Ejército.
Oliveira criticó en junio que el Tribunal de Honor tuviera facultades para deliberar en
secreto, que también fuera secreto el expediente y que hasta los términos exactos de la
resolución final fuesen reservados.
Para la defensora del pueblo de la ciudad, la falta de control de
los actos públicos es propia de
sistemas tiránicos.
La abogada había advertido al Presidente Carlos Menem que si el expediente no se hacía
público ella presentaría una demanda contra el Estado argentino ante el sistema
interamericano de derechos humanos.
El razonamiento de Balza en el párrafo de su escrito da pie sensatamente, sin forzar las
cosas, para deducir estas conclusiones:
El h onor
militar no está por encima de las leyes.
La conciencia
de un Tribunal no basta para determinar la inocencia o culpabilidad de un oficial sobre
faltas mucho más graves que mentir, como el robo de bebés.
Si todo queda
limitado a la conciencia del acusado (o autoacusado) y de los testigos del acusado (que
son sus amigos) y a la conciencia del tribunal sobre las conciencias del acusado y las
conciencias de sus amigos, se estará en presencia de un juego cerrado.
El Tribunal de
Honor no tuvo intención de profundizar en la violación a los derechos humanos durante la
dictadura. Tampoco sobre el delito que aún puede producir condenas porque no fue
perdonado, el robo de bebés.
Claves Balza
mandó el expediente del Tribunal de Honor absolviendo a Cabanillas a la Justicia.
Advirtió que no comparte todos sus términos.
En el sumario hay más datos sobre cómo funcionó la SIDE.
Declaró Rubén Visuara, jefe de Cabanillas en 1976 y pieza
clave.
El Estado Mayor cree que a Bagnasco podría servirle la
documentación para la pesquisa
sobre el robo de bebés durante la dictadura.
La decisión del Ejército implica la aceptación de la
inutilidad de los tribunales de honor.
Los casos, los nombres, las turbinas
Era difícil que el Tribunal investigara en profundidad a
Cabanillas. Hasta ahora no sancionó a nadie por violaciones a los derechos humanos y, en
cambio, castigó a oficiales que antes de la autocrítica de Balza condenaron la
represión durante la dictadura.
Un ejemplo del primer pelotón es el propio Cabanillas. Como mínimo, el Tribunal ni
siquiera investigó por qué el general de división regalaba un libro de la Agrupación
Aunar, del perdonado Fernando Verplaetsen, que considera al Nunca Más un
libro anestesiante. Lo increíble es que Cabanillas fue relevado por regalar
ese panfleto.
Del segundo pelotón forman parte, entre otros, los ex capitanes José Luis DAndrea
Mohr y Federico Mittelbach.
En los primeros años de la democracia DAndrea tildó de heroicas a las
Madres de Plaza de Mayo y de cobardes a las juntas militares. Igual que Juan
Jaime Cesio, un valiente oficial que siempre condenó la masacre de civiles, DAndrea
fue descalificado por falta gravísima al honor. Apeló ante Miguel Angel
Viviani Rossi (la misma conciencia que absolvió la conciencia de Cabanillas) y éste
interpretó que DAndrea era un soberbio y un irrespetuoso. Tan soberbio
y tan irrespetuoso que Viviani suspendió la descalificación y pasó todas las
actuaciones al Consejo de Guerra. Y el Consejo, con las manos libres, lo destituyó. Le
quitó el grado a DAndrea.
Es interesante cómo los nombres van y vienen.
Héctor Lubín Arias, vocal del Tribunal que bendijo a Cabanillas, era el secretario del
general Héctor Ríos Ereñú, jefe del Ejército cuando fueron procesados y destituidos
José Luis DAndrea Mohr y Federico Mittelbach.
Enrique Lusso, compañero del Colegio Militar de Cabanillas y su amigo, que atestiguó a
favor del general, era ayudante de Cristino Nicolaides cuando éste ordenó incinerar la
documentación sobre la matanza de la dictadura. Lusso fue miembro del Tribunal de Honor
que juzgó a Antonio Bussi por haber mentido sobre sus cuentas secretas en Suiza. Si Bussi
fue encontrado culpable solo de falta leve al honor, era lógico que Cabanillas resultara
absuelto. Un dato curioso: Lusso fue sancionado en tercer año del Colegio Militar por
copiarse en un examen. Otro dato, evidente a la luz de los anteriores: Cabanillas
recurrió como testigo a un miembro reciente del Tribunal de Honor.
Viviani Rossi es padre del Viviani Rossi que fue segundo de Cabanillas cuando el general
ofendido en su honor era comandante del Segundo Cuerpo de Ejército.
También es el mismo que, cuando presidía Salto Grande, bautizó las turbinas con el
nombre de sus hijas. |
Los retirados, divertidos jugando a la
conciencia
El Tribunal de Honor preguntó poco a los
testigos presentados por Cabanillas. Al coronel Visuara le hizo sólo siete preguntas.
Pero como todos dieron su palabra de honor, no hacía falta más.
Por M.G.
Si
alguien lo acusa de una falta moral grave no desespere: puede recurrir al Tribunal de
Honor del Ejército. Sólo tendrá que especificar qué cargos le molestan, descargarse y
citar a sus mejores amigos para que digan cuán bella persona es usted. Así lo hizo el
general Eduardo Rodolfo Cabanillas. Su jefe, el teniente general Martín Balza, lo pasó a
disponibilidad después de las cartas abiertas de Juan Gelman, pero antes el Tribunal dijo
que su honor está tan inmaculado como el guardapolvo de un escolar el primer día de
clase.
Gelman había acusado a Cabanillas como responsable mediato del robo de la criatura de su
hijo Marcelo y su nuera María Claudia, secuestrados en 1976 en el campo de concentración
Automotores Orletti, en Venancio Flores y Emilio Lamarca, del que el entonces capitán era
subjefe. Ante la difusión de las cartas de Gelman con estos detalles, los altos mandos
del Ejército decidieron que Cabanillas pidiera presentarse al Tribunal de Honor. Los
cuestionamientos que el mismo general presentó fueron dos. El primero, faltar a la
verdad al jefe del Estado Mayor del Ejército, a mis camaradas y a la sociedad en general,
al negar mi participación en 1976 en un presunto lugar de reunión de detenidos. El
segundo, ocultar y/o adulterar tal antecedente de mi legajo personal, para facilitar
mis sucesivos ascensos.
Cabanillas dijo que nunca ocultó la verdad, ni siquiera en la declaración que prestó en
1977 en un sumario militar. El propio Gelman había aportado ese expediente. Allí
Cabanillas reconoció que revistaba en un organismo llamado OT 18, dependiente de otro
llamado OT 1, a cargo del teniente coronel Visuara. El general siempre negó que la OT 18
tuviera algo que ver con Orletti. Pero cuando se desató el escándalo, concedió un
reportaje al diario La Mañana del Sur:
Yo trabajé todo lo que era contrainteligencia dijo Cabanillas. Se
recibían en la SIDE nombres, gente que estaba trabajando en estas organizaciones
defensoras de los derechos humanos. A partir de ahí, los grupos operativos, llámase
Jardín o automotores Orletti o los inorgánicos, operaban, sacaban gente y la ponían a
disposición de la SIDE. Luego se les tomaba declaración y se los entregaba a la
Justicia. Ese era el procedimiento que yo conocía.
En cuanto al segundo cargo contra Cabanillas, surgió de una denuncia de la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos según la que cada vez que el pliego del oficial
llegó al Congreso tenía dos letras, s.d., sin datos, como toda explicación del paso de
Cabanillas en comisión en la SIDE.
Frente al Tribunal de Honor declaró el general de brigada retirado Enrique Lusso,
compañero del Colegio Militar de Cabanillas y su amigo.
No tenía actividades en ningún LRD dijo Lusso como si todo el mundo
entendiera. LRD significa Lugar de Reunión de Detenidos. En castellano, campo
de concentración.
El Tribunal formuló a Lusso solo cuatro preguntas. Al coronel retirado Rubén Víctor
Visuara le hizo siete. Pocas. Pocas y pobres. Pero igual el juez Adolfo Bagnasco podrá
apreciar, si lo cita, la calidad de Visuara como el oficial que más conoce la
nomenclatura de la SIDE. Dijo que no debe hablarse de OT 1 sino de A III 1 e informó que
de él dependían un grupo de apoyo a jefatura, una división
reunión, una división interior, una división apoyo y un
grupo guardia.
En su conclusión, el presidente del Tribunal de Honor, Miguel Angel Viviani Rossi dijo
que Silva (es decir, Aníbal Gordon) y su gente operaban Orletti,pero revistaron o
se ampararon en la OT 18. Y que Calmon y Cabanillas revistaron en la OT 18
pero no operaban ni conocían Orletti. El grupo Silva era operacional y secreto. La sigla,
denominación o cartel OT 18 les venía bien para encubrir sus actividades. También
lesvenía bien manifestar que la OT 18 tenía jefe y segundo jefe. Desviaban
responsabilidades.
Viviani Rossi aclaró que presidía un tribunal de conciencia que se basa en la
palabra de honor de todos los que declaran en este Tribunal Superior de Honor, y
dictó la absolución por este motivo:
Mi conciencia me dicta que el hoy general Cabanillas no faltó a la verdad cuando
declaró sus actividades en la corta comisión que cumplió en la SIDE.
Los generales retirados Alejandro Soria, Héctor Lubin Arias, Isaías García Enciso y
Juan Mabragaña dieron su bendición el mismo día que Cabanillas fue pasado a
disponibilidad. El general no merecía seguir en el Ejército pero su honor de casta
estaba a salvo.
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