Ustedes
elijan: la OTAN o el Mercosur. El ultimátum salió de los labios de un alto
funcionario de Itamaraty, la Cancillería brasileña, y el destinatario fue el embajador
argentino en Brasilia, Jorge Hugo Herrera Vegas. El experimentado diplomático de carrera
no tardó demasiado en enviar un cable a la Cancillería argentina que, en estos momentos,
analiza cómo salir del atolladero en que metió a la Argentina este nuevo deseo
inconsulto de Carlos Menem al querer ingresar como miembro asociado a la alianza
atlántica.
El jueves 8 de julio, el presidente argentino envió a su par norteamericano, Bill
Clinton, y a los miembros del Consejo Ejecutivo de la OTAN, cartas solicitando las
gestiones necesarias para que la Argentina ingrese a ese organismo de seguridad
internacional en calidad de miembro asociado o una categoría similar a
establecerse.
El riojano actuó según su reconocida pulsión, sin consultar al principal socio
económico del país, Brasil, ni a ninguno de los otros países miembros del Mercosur. Los
brasileños no tardaron de reaccionar y lo hicieron con una dureza poco habitual. Luego de
enterarse de los planes en seguridad internacional de Menem a través de los cables que
envió la embajada brasileña en Buenos Aires que reprodujo el anuncio hecho a
través de los medios de comunicación, Itamaraty emitió un comunicado de prensa en
el que advirtió:
Que Brasil no
fue consultado para hacer esa solicitud.
Que de ser
aceptada la petición de Menem, introduciría elementos extraños en el contexto de
seguridad regional sudamericana.
Que la medida
traería consecuencias de naturaleza política y militar, que serían analizadas en
todos sus aspectos.
La administración Menem hizo caso omiso a la severa queja del gobierno conducido por
Fernando Henrique Cardoso. Menem, seducido por una idea pergeñada entre el canciller
Guido Di Tella y el secretario de Planeamiento Estratégico, Jorge Castro encargado
a su vez de fogonearla en Bruselas, donde está la sede de la alianza atlántica,
envió esta semana a Hugo Anzorreguy, jefe de la SIDE, a España. Su misión, según sus
propias palabras, fue continuar con la avanzada criolla pro incorporación de la Argentina
al organismo de seguridad occidental.
Los brasileños decidieron que había llegado el momento de dejar de lado las sutilezas. A
fin de esta semana convocaron a Herrera Vegas a una conversación en su Ministerio de
Relaciones Exteriores. El embajador argentino escuchó preocupado el ultimátum y el
viernes, a las 18, envió por el sistema interno de la Cancillería el cable urgente
relatando el encuentro y el malhumor de Itamaraty, del propio presidente Cardoso.
Consultado sobre el episodio, un vocero de la Cancillería argentina dijo a Página/12 que
no podía ni confirmar ni desmentir los hechos y que el responsable del área, el
subsecretario de Asuntos Latinoamericanos, Julio Freyre, era inhallable.
OPINION
Ingreso nonato
Por Luis Eduardo Tibiletti |
El
sistema de seguridad internacional se encuentra en transición. Esto reclama una imperiosa
reestructuración del sistema para no tornarlo ineficiente y al mismo tiempo una
actualización normativa que permita legalizar nuevas prioridades de valores como los
derechos humanos.
Este proceso debe ser firme pero prudente a fin de no abandonar la vigencia de un derecho
internacional en desarrollo y se transformen las relaciones internacionales en la mera
vigencia de la ley del más fuerte. Avances como el Tratado de Roma para la creación del
Tribunal Penal Internacional van en la dirección adecuada. Todo paso en dirección a
crear nuevos compromisos con las organizaciones de seguridad internacionales o regionales
debe ser fruto de un amplio debate y la búsqueda de consenso entre las fuerzas políticas
nacionales. Así nos lo demuestra hoy el esfuerzo de nuestros legisladores para encontrar
caminos comunes en la cuestión Malvinas, más allá de los intereses electorales de
coyuntura y el éxito alcanzado por esta vía en la solución del último conflicto
limítrofe con Chile. Hoy nuestra política de Estado para la cuestión seguridad es el
Mercosur y allí debemos tener puesta toda nuestra energía para ser capaces de construir
un sistema de seguridad regional que nos garantice nuestro espacio de paz y su proyección
hacia el resto de Latinoamérica y el continente. Por esta razón fundamental, pero
además porque así lo establece taxativamente el art. 75 inc. 22 de nuestra Carta Magna
consideramos ineludible la aprobación del Congreso para cualquier nuevo status que
pretendamos asumir en relación a organismos de seguridad como es el caso de la OTAN. |
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