Por Luis Bruschtein La recesión que provocó en
la Argentina la devaluación en Brasil demostró, según el brasileño Marco Aurelio
García, del Partido de los Trabajadores (PT), que el Mercosur deberá cambiar las formas
de compatibilizar las políticas económicas de sus miembros. García visitó Buenos Aires
para participar en un seminario organizado por la corriente del Frepaso que encabeza el
legislador porteño Eduardo Jozami. El secretario de Relaciones Internacionales del
partido más grande de Brasil expresó a Página/12 que los cambios políticos que se
producirán en la región en las próximas elecciones crearán condiciones para
compatibilizar políticas de desarrollo industrial, de ciencia y tecnología, laborales y
sociales y no sólo de ajuste fiscal como en la actualidad.
Creo que el Mercosur sufrirá un cambio muy grande. No veo que pueda cumplir
efectivamente su función si se mantiene con un rasgo neoliberal. Si se convierte en un
espacio de compatibilización de políticas activas en el plano industrial o de ciencia y
tecnología, podrá cumplir una función importante al potenciar los programas de
desarrollo de esos países. Podrá crear condiciones más favorables de inserción de la
región en un mundo muy difícil por los efectos de la globalización productiva y
financiera. Y sobre todo podrá tener una atracción muy fuerte sobre otros países de la
región, evitando que se implemente el proyecto del ALCA impulsado por Estados Unidos, que
es un gran peligro para América latina. Hay temas que ya están planteados por el
movimiento sindical: un Mercosur social, que permita también la libre circulación de las
fuerzas de trabajo y la equiparación de las políticas de seguridad social de la
región...
¿En ese contexto cuál sería la relación entre mercado y política?
Hay un contexto político en el mediano y largo plazo, quizá para ustedes en el
corto, más favorable para esa nueva concepción del Mercosur. En la medida en que las
políticas de ajuste fiscal entran en crisis, crecen las fuerzas que proponen cosas
distintas. No puedo medir la intensidad de los cambios en la Argentina si la Alianza gana
pero, más allá de formulaciones cuidadosas que se explican por el contexto de una
elección, habrá una presión popular muy fuerte para resolver situaciones que exigen
ciertos cambios estructurales, como el desempleo y la situación de la industria
argentina. Todo eso crea una situación favorable acá y espero que también en Uruguay y
a mediano plazo en Brasil. En ese momento habría una nueva compatibilidad de políticas
macroeconómicas que hoy se da en torno a políticas de ajuste.
Esa compatibilidad se desarmó cuando devaluó Brasil...
El Mercosur planteado así es un fracaso porque cualquier perturbación de las
políticas cambiarias de uno de los grandes socios, Argentina y Brasil, afecta a toda la
región. Las cosas funcionaron porque la moneda brasileña estaba sobrevalorada y
permitió que la Argentina hiciera grandes exportaciones hacia Brasil. Además, con una
nueva compatibilidad macroeconómica habrá que crear instituciones políticas sólidas
del Mercosur para sus relaciones internas y para una política externa propia.
El PT creció a partir de una estrategia de consolidación propia, en cambio el
Frepaso plantea la creación de amplios consensos. ¿Cuáles son, según usted, los
beneficios y las limitaciones de ambos caminos?
No hay fórmulas generales, porque el proceso de formación de la izquierda en
Brasil es distinto del argentino. Cuando se produjo la transición democrática, la
situación socioeconómica era muy distinta y, en consecuencia, tuvimos salidas distintas.
En el caso argentino, los militares adoptaron una política liberal y eso tuvo un efecto
muy disgregador sobre el movimiento obrero, sobre los sindicatos y la izquierda. Además
acá mataron a miles de militantes. En el caso brasileño hubo represión, pero fue más
blanda. En Brasil, los militares adoptaron una política desarrollista y trataron de
llevarla hasta las últimas consecuencias. Con eso permitieron el crecimiento de la clase
obrera brasileña. Al final de la dictadura teníamos una clase obrera muyimportante que
ingresó a la política como nunca antes. Distinto de la situación argentina, donde la
clase obrera tenía una participación muy fuerte. Esta clase obrera creó así en Brasil
una central sindical y el PT.
¿Pero son excluyentes esos caminos?
Nosotros también impulsamos consensos al estilo de la Alianza en la Argentina. En
el 93, 94, definimos una política de acercamiento con el PSDB de Fernando
Henrique, pero el PSDB prefirió aliarse con la derecha, muy al estilo brasileño. Siempre
que Brasil estuvo al borde de una gran transformación, las clases dominantes tuvieron la
capacidad de ponerse de acuerdo y frustrar una salida popular. Eso ocurrió desde la
independencia hasta ahora. Difícilmente se encuentre un país donde se haya producido un
acuerdo conservador tan grande como en el caso brasileño en la elección de Cardoso. Sin
embargo ahora está muy aislado. Su popularidad cayó al 14 por ciento. Ni siquiera Collor
de Melo estuvo tan abajo. Las elecciones del 2002 se darán en una escenario bastante más
complejo, sin la fuerte bipolaridad de la primera vuelta que tuvimos en el 94 y el
98.
¿Cómo será la relación entre el capital y las fuerzas progresistas que accedan a
los gobiernos después de este proceso de concentración y de dependencia tan grande del
flujo financiero internacional?
Hay que agregar que el peso del Estado era muy grande y ya no lo es. Las palancas
que tendrá un gobierno progresista serán más chicas y menos eficaces. Nosotros no
llegamos al punto que ustedes en la Argentina, que ni siquiera pueden tener, en rigor,
política monetaria. Pero no estamos muy lejos. Por otra parte es cierto que hubo un
proceso de concentración del capital muy grande y de internacionalización de la
economía. Grandes complejos industriales fueron absorbidos por grupos internacionales.
Uno de ellos fue vendido más barato que Ronaldinho. Tenemos que pensar una política que
aproveche el potencial del país. Tenemos una frontera social muy grande a ser
conquistada, porque somos 160 millones de habitantes, si ponemos al Mercosur mucho más,
por eso la compatibilización de políticas regionales es muy importante. En el caso
brasileño tenemos para ganar un gran mercado porque son personas que no están
incorporadas. Aquí hay gente que está saliendo del mercado. Allá hay gente que está
saliendo, y mucha más que nunca entró y otros que ingresaron fugazmente en el primer
momento de la burbuja de consumo del plan Real. El gran desafío es ofrecer una
alternativa para esa gente y que esa alternativa dinamice la economía. Hace poco, el
primer ministro de Luxemburgo, que estaba de visita, quiso ir al Maracaná en la final del
campeonato carioca. En el estadio lleno había más personas que en todo su país.
¿Cómo se financiaría ese cambio?
Tendremos que renegociar nuestras relaciones con el capital internacional y
nacional. No creo que eso signifique una ruptura. Tampoco creo que, sobre todo el capital
financiero, quede contento. Pero es un error creer que el sector empresario es un bloque
homogéneo, como si fueran marxistas pero del otro lado. Ellos negocian a partir de
intereses concretos. Nosotros tenemos esa experiencia en Río Grande do Sul y la General
Motors se quedó. Habrá que examinar la situación de las deudas externa e interna.
Obviamente, el rubro fundamental de los gastos del gobierno no pueden ser los intereses de
la deuda, tendrá que ser la deuda social. Con una diferencia: nosotros no queremos un
gobierno populista que gaste plata sin financiar. Es posible un nuevo modelo de
financiamiento. El país tiene todavía recursos importantes. Sólo la Banca Nacional de
Desarrollo Económico Social dispone de 30 mil millones para financiar proyectos. Ahora se
han usado para financiar las privatizaciones. Es una maravilla privatizar con plata del
Estado. Hay que cambiar estas prioridades por una política de financiación de la
pequeña, mediana y de la microindustria e incluso de sectores de la gran industria que
están muy postergados. En el fondo, lo que estamos planteando es un gobierno nacional,
que se encargue del país y no que sólo administre las cartas de intención que se
establecen con el FMI que, cuando se cumplen, dejan alpaís cada vez peor.
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