Por Julio Nudler El avisito, publicado en La
Nación, convocaba a ex ejecutivos de más de 48 años. La idea era inducirlos a que
formasen grupos de trabajo para inventarse una salida, aprovechando habilidades y
sinergia, y no morir de hambre o de aburrimiento. ¿Qué podían perder, si no les quedaba
otra? A esa edad, fuesen lo que fuesen, supieran lo que supieran, nadie los iba a tomar, a
pesar del currículum. El límite de edad era un poco arbitrario. Tanto que después fue
bajado a 45, e incluso admitieron a un desocupado de 43. Tampoco a esta edad hay chances
de reengancharse en una relación de dependencia.
Quien puso el pequeño anuncio, de una columna por tres centímetros, en noviembre pasado
fue José María González (64), contador, ex empresario, ex director de fábrica de la
autopartista Minuzzi, luego asesor en calidad total de Volkswagen. Cuando eso terminó se
quedó parado y por primera vez solo, porque sus amigos estaban cada uno en lo suyo.
Llamó finalmente a otro González, de nombre Alberto, también contador, compañero de
facultad, y lo convenció. Hoy regentean el Club de Ejecutivos (¿o ex Ejecutivos) en una
casa de Jorge Newbery y Ciudad de la Paz, que es su sede provisoria. Ingreso bruto de la
entidad: 900 pesos mensuales, fruto de 15 socios que pagan 60 pesos de cuota.
J. M. González recuerda que a aquel aviso respondieron unos 40 náufragos, algunos
fundidos, otros rajados. Las primeras reuniones las armó en su casa. Luego alquiló la
casa de Colegiales, que subalquila a una escuela yoga. Sirvió para la experiencia,
pero no es un lugar adecuado -admite. Sólo una minoría se engancha, porque hace
falta algo más afín con un ex ejecutivo, parecido al hábitat que conocieron.
¿Cuál es la idea?
Juntar gente grande para que tiren ideas, interactúen y se nucleen en pequeños
emprendimientos.
¿Ya tienen algo para mostrar?
Del primer grupo formado a comienzos de marzo con 23 personas, divididas en
subgrupos menores, salieron algunos emprendimientos: una empresa de catering (comidas,
repostería) en Pilar, que es un polo de desarrollo; una consultora para firmas en crisis;
un servicio de turismo exótico que se publicita en Internet, apuntando al turista europeo
o norteamericano... La gente percibe un interés común y se moviliza.
¿Cree que esos emprendimientos tendrán éxito?
El éxito es otra cosa. Nuestra intención es que se lancen emprendimientos. Si
después funcionan o no, eso no nos interesa. También a las multinacionales les fracasan
proyectos. Lo importante no es el éxito, sino que el que vino aquí estando solo y
parado, a los veinte días esté con otros e investigando alguna idea, buscando una salida
como emprendedor. En este mundo complejo ya no se puede hacer nada solo.
¿No le vinieron estafadores?
Hay un filtro natural. Hasta que algo madura pasan meses, con una rutina de dos
reuniones semanales (martes y jueves de 18 a 21). Demasiadas vueltas. A los estafadores no
les vale la pena. Además tenemos un código de ética, dentro del cual sugerimos que
antes de cualquier emprendimiento los participantes se requieran informes comerciales
mutuos. Como es una norma, nadie se violenta.
¿Cuántos socios tienen hoy?
Quince, porque desde hace casi dos meses no incorporamos a nadie. Estamos buscando
otro local, porque este lugar nos desluce. Mientras tanto, la gente que se nucleó en un
emprendimiento abandona el club. La velocidad de rotación de los socios es, justamente,
la medida de nuestro éxito.
Pero así es difícil mantenerse...
Estamos buscando la forma de que los que ya hicieron la suya puedan permanecer, y no
sólo visitarnos como amigos. La idea es articular unapeña, un instituto, donde la gente
comente su experiencia, que esto ya no resulte para ellos tan ejecutivo y violento como
fue. Necesitamos que sea un asunto rentable para nosotros porque le dedicamos mucho
tiempo.
¿Cómo consiguen la financiación para los proyectos?
Hasta ahora la plata siempre salió de adentro de cada grupo. Unos tienen ideas pero
no dinero, otros al revés, o le piden a un amigo o pariente.
Los emprendimientos que mencionó no parecen muy sofisticados...
Lo vital en un proyecto es el gerenciamiento. Hacer empanadas no es muy original,
pero gerenciándolo bien uno puede llegar a ser el rey de la empanada. A veces no es la
gran idea la salvadora.
¿Usted cree que hay espacio para pequeños emprendimientos?
Yo sólo creo que hay que intentarlos porque no existe otra salida. Todavía pueden
quedar nichos en servicios o pequeños productos. Pero a mediano, largo plazo todo esto va
a desaparecer por obra de la concentración y la exclusión, si se extrapola lo que está
sucediendo. Aunque en historia la extrapolación no corre. Creo que en algún momento va a
pasar algo. Pueden ocurrir grandes cambios que no prevemos. Mi visión es medio
apocalíptica.
¿Dónde está el límite para estos excluidos?
La verdad es que un cuentapropista, por bien que gerencie, no llegará muy lejos.
Pero a la gente que viene yo les digo que no se achiquen, que no se resignen a pensar que
su experiencia fue inútil e inservible.
¿Hay mujeres en el club?
Dos: una socióloga, que está pensando cómo nos redefinimos, y una ex secretaria
ejecutiva, que es políglota y está en lo del turismo exótico.
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