Por Hilda Cabrera Lo más interesante de
Neil Simon es que en lugar de construir chistes crea situaciones que, vistas desde el
público, resultan graciosas, opina el actor Claudio García Satur a propósito de
su coprotagónico en Extraña pareja, la obra uno de los clásicos del autor
neoyorquino que estrena el martes en el Teatro Lola Membrives. Esto implica que
el actor no necesita hacerse el gracioso en el escenario y que el humor es
ante todo intelectual y nunca grotesco. Este abordaje marca la diferencia:
Con nuestros autores y actores pasa otra cosa. Nosotros subrayamos, dibujamos más
los contornos. Quizás esto nos viene del teatro español, o del italiano. La comicidad
del sainete tiene trazos gruesos y frases contundentes, rayanas en la oratoria,
ejemplifica Satur, intérprete del solitario y de-sordenado Oscar. En esta eficaz pie-za
de Simon (creador, entre otras obras, de Plaza Suite, Descalzos en el parque, Memorias de
un adolescente, El último de los amantes ardientes, Perdidos en Yonkers y Las mujeres de
Juan), el actor comparte el cartel con Arnaldo André, dirigidos por Carlos Moreno. Esta
es la segunda vez que García Satur incursiona en la producción del prolífico
comediógrafo de Broadway, hábil para cons-truir diálogos vivaces y lograr que una
situación dolorosa derive en comicidad. Años atrás, Satur protagonizó El prisionero de
la Segunda Avenida, pieza que en Buenos Aires se estrenó en el Teatro Avenida bajo el
título de Prisioneros en la ciudad, con Pinky en el elenco y dirección de Alejandra
Boero.
Muy conocido por sus trabajos en televisión, Satur comenzó su carrera en el teatro
independiente, e incluso tuvo experiencia internacional: En 1965 me presenté a unas
audiciones en Estados Unidos y me contrataron. Participé del elenco que montó un Romeo y
Julieta en el New York Shakespeare Festival. Se trabajaba muy duro, con gran
profesionalidad. Estábamos horas estudiando el texto y practicando esgrima. Me pasé 45
días arrojando y cazando una daga. Era un ejercicio. Después de eso
conseguí atrapar una daga en el aire con los ojos cerrados. Fue una experiencia
maravillosa. Cuando volví a la Argentina, sentí que acá estaba en deuda conmigo,
cuenta en la entrevista con Página/12.
¿Cómo es eso?
Cuando uno está fuera del país le agarra el tanguito. Al volver, sufre. Quería
recuperar ciertas esencias. Y me sigue pasando, necesito recupe-rar mecanismos que, a
veces, me provocan llanto, como recorrer el barrio de mi infancia, Boedo.
¿Comenzó desde muy joven en la actuación?
Sí, y desde un territorio totalmente independiente. Tuve un tío
que fue muy importante en mi vida. Tenía una gran cultura sobre el teatro y las artes en
general, pero él se ga-naba la vida como pintor de brocha gorda. Tenía una biblioteca
fantástica. Se hacía pagar con libros. Era un anarco maravilloso. El me impulsó a
estudiar teatro. Hice obras de Florencio Sánchez... Cuando pienso en él, pienso en la
gran amputa-
ción de la Argentina: la de tener cada vez menos maestros de verdad... A nuestro país le
falta esa franja de gente que sabía transmitir la cultu-
ra como si fuera la mejor herencia.
¿Por qué cree que hoy no es así?
Porque la Argentina no es más un semillero de repartos. Lo era antes y en lo
cotidiano, entre gente común, y más allá de la ideología y la política
que tenía cada uno. Hoy los ma-yores no estamos seguros de poder sostener lo que hasta
ahora hemos conservado. Tengo dos hijas, y cuando miro hacia atrás veo que hay muchas
cosas que se han ido acabando para mí. Me parece estar con un pie en la costa y el otro
en una balsa. Creo que con esto que digo me estoy metiendo en un terreno minado.
¿Prefiere no pensar?
Al contrario, pienso mucho, y me gusta escribir. Lo que no me hace buen escritor. Me
gustan las palabras y me molesta ver cómo se bastardea el lenguaje. Que hoy la gente se
conforme con utilizar solamente 400 pa-labras diferentes en toda su vida me parece una
forma de control social. Para leer prefiero las novelas psicológicas y las de aventuras,
como las de Ponson du Terrail y los escritores de folletín, y me interesa Página/12. En
principio, porque prefiero un diario opositor; después porque cuenta cosas que son
ciertas, y las que no son tan ciertas, también están escritas generalmente por personas
lúcidas y no complacientes.
¿Y qué le ofrece Neil Simon como autor?
Dentro del género de la comedia tiene la virtud de entretener filosamente. No
utiliza el retruécano como mecanismo del chiste, sino que va construyendo una historia
que es siempre muy creíble y tiene perso-najes de perfiles muy netos. En Extraña pareja,
donde muestra a dos obsesivos, establece un contrapunto entre Oscar y Félix que no es
otra cosa que una reflexión sobre cómo la tolerancia y el buen humor permiten compartir
lo que se tiene.
¿Prefiere la comedia?
En los últimos años hice obras de todo tipo, incluyendo una muy difícil, Los
otros papeles, de Carlos Gorostiza, con la que nos fue mal, y no por falta de apoyo de la
crítica. Me gusta cualquier obra que pueda disfrutar, no importa el género. En Buenos
Aires hice pocas comedias, en cambio en Mar del Plata trabajé bastante en piezas
pasatistas.
¿Cómo se lleva con la televisión? ¿Planea otro trabajo?
La televisión está llena de tiras y yo no estoy para grabar todos los días. Me
gustaría sí, pero un programa semanal. Algo más tranquilo. En cuanto a armar proyectos,
no lo hago, tal vez por miedo a que no se cumplan. La vida es un quizá, y yo dejo que
fluya y me encuentre. Si me disciplino, quizás escriba otro libro de cuentos. Vinciguerra
me editó uno hace tiempo, con prólogo de César Magrini. Mientras tanto, leo a otros,
comparo y pienso que así no va.
La polémica sobre Kubrick Eyes Wide Shut, la película póstuma de Stanley Kubrick, estrenada el
viernes en Estados Unidos, desata pasiones entre los críticos y alimenta la controversia.
Totalmente seducido, el crítico del New York Times festeja la última
pulseada del director estadounidense, quien murió el 7 de marzo, y señala que la
película cuyo tema central es la obsesión sexual de una pareja, protagonizada por
Tom Cruise y Nicole Kidman es brillantemente provocativa, como un
epitafio. Esta asombrosa última película es un agregado fascinante a la obra
de Kubrick, escribe el periódico. Asimismo, el crítico de la cadena de televisión
ABC reconoce el trabajo de un maestro del cine con la luz, el color, los movimientos
de la cámara, pero concluye severamente que la obra de un maestro no produce
necesariamente un obra maestra. En la costa oeste, The Los Angeles Times estima que
esta adaptación de la novela escrita en 1926 por el escritor austríaco Arthur
Schnitzler, es mitad brillante, mitad banal, más la expresión de un estado de
ánimo que una película. Sin embargo, Eyes Wide Shut, subraya USA Today, es sobre
todo un concentrado de las mejores recetas para batir récords de taquilla: El sexo,
las estrellas y Kubrick. Más severo aún, The Washington Post habla del film como
un fracaso traicionado por el propio orgullo desaforado del cineasta. Es
una película triste antes que mala. Es coja, vieja (...), está desprovista de
ideas, pero está sobre todo desprovista de calor, dice tajante el periódico. |
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