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CLAUDIO GARCIA SATUR ESTRENA “EXTRAÑA PAREJA”
El placer de las palabras

Famoso por sus trabajos televisivos, desde “Rolando Rivas, taxista”, comenzó su carrera en el teatro independiente. En esta nota cuenta  por qué siempre que puede vuelve a su primera pasión, el escenario.

García Satur también hizo su experiencia, en los años 60, en el New York Shakespeare Festival.
“Cuando uno está fuera del país le agarra el tanguito. Después, al volver, sufre”, recuerda el actor.

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Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) “Lo más interesante de Neil Simon es que en lugar de construir chistes crea situaciones que, vistas desde el público, resultan graciosas”, opina el actor Claudio García Satur a propósito de su coprotagónico en Extraña pareja, la obra –uno de los clásicos del autor neoyorquino– que estrena el martes en el Teatro Lola Membrives. Esto implica que “el actor no necesita hacerse el gracioso en el escenario” y que el humor es ante todo “intelectual” y nunca grotesco. Este abordaje marca la diferencia: “Con nuestros autores y actores pasa otra cosa. Nosotros subrayamos, dibujamos más los contornos. Quizás esto nos viene del teatro español, o del italiano. La comicidad del sainete tiene trazos gruesos y frases contundentes, rayanas en la oratoria”, ejemplifica Satur, intérprete del solitario y de-sordenado Oscar. En esta eficaz pie-za de Simon (creador, entre otras obras, de Plaza Suite, Descalzos en el parque, Memorias de un adolescente, El último de los amantes ardientes, Perdidos en Yonkers y Las mujeres de Juan), el actor comparte el cartel con Arnaldo André, dirigidos por Carlos Moreno. Esta es la segunda vez que García Satur incursiona en la producción del prolífico comediógrafo de Broadway, hábil para cons-truir diálogos vivaces y lograr que una situación dolorosa derive en comicidad. Años atrás, Satur protagonizó El prisionero de la Segunda Avenida, pieza que en Buenos Aires se estrenó en el Teatro Avenida bajo el título de Prisioneros en la ciudad, con Pinky en el elenco y dirección de Alejandra Boero.
Muy conocido por sus trabajos en televisión, Satur comenzó su carrera en el teatro independiente, e incluso tuvo experiencia internacional: “En 1965 me presenté a unas audiciones en Estados Unidos y me contrataron. Participé del elenco que montó un Romeo y Julieta en el New York Shakespeare Festival. Se trabajaba muy duro, con gran profesionalidad. Estábamos horas estudiando el texto y practicando esgrima. Me pasé 45 días arrojando y cazando una daga. Era un ejercicio. Después de eso
conseguí atrapar una daga en el aire con los ojos cerrados. Fue una experiencia maravillosa. Cuando volví a la Argentina, sentí que acá estaba en deuda conmigo”, cuenta en la entrevista con Página/12.
–¿Cómo es eso?
–Cuando uno está fuera del país le agarra el tanguito. Al volver, sufre. Quería recuperar ciertas esencias. Y me sigue pasando, necesito recupe-rar mecanismos que, a veces, me provocan llanto, como recorrer el barrio de mi infancia, Boedo.
–¿Comenzó desde muy joven en la actuación?
–Sí, y desde un territorio totalmente independiente. Tuve un tío
que fue muy importante en mi vida. Tenía una gran cultura sobre el teatro y las artes en general, pero él se ga-naba la vida como pintor de brocha gorda. Tenía una biblioteca fantástica. Se hacía pagar con libros. Era un anarco maravilloso. El me impulsó a estudiar teatro. Hice obras de Florencio Sánchez... Cuando pienso en él, pienso en la gran amputa-
ción de la Argentina: la de tener cada vez menos maestros de verdad... A nuestro país le falta esa franja de gente que sabía transmitir la cultu-
ra como si fuera la mejor herencia.
–¿Por qué cree que hoy no es así?
–Porque la Argentina no es más un semillero de repartos. Lo era antes y en lo cotidiano, entre “gente común”, y más allá de la ideología y la política que tenía cada uno. Hoy los ma-yores no estamos seguros de poder sostener lo que hasta ahora hemos conservado. Tengo dos hijas, y cuando miro hacia atrás veo que hay muchas cosas que se han ido acabando para mí. Me parece estar con un pie en la costa y el otro en una balsa. Creo que con esto que digo me estoy metiendo en un terreno minado.
–¿Prefiere no pensar?
–Al contrario, pienso mucho, y me gusta escribir. Lo que no me hace buen escritor. Me gustan las palabras y me molesta ver cómo se bastardea el lenguaje. Que hoy la gente se conforme con utilizar solamente 400 pa-labras diferentes en toda su vida me parece una forma de control social. Para leer prefiero las novelas psicológicas y las de aventuras, como las de Ponson du Terrail y los escritores de folletín, y me interesa Página/12. En principio, porque prefiero un diario opositor; después porque cuenta cosas que son ciertas, y las que no son tan ciertas, también están escritas generalmente por personas lúcidas y no complacientes.
–¿Y qué le ofrece Neil Simon como autor?
–Dentro del género de la comedia tiene la virtud de entretener filosamente. No utiliza el retruécano como mecanismo del chiste, sino que va construyendo una historia que es siempre muy creíble y tiene perso-najes de perfiles muy netos. En Extraña pareja, donde muestra a dos obsesivos, establece un contrapunto entre Oscar y Félix que no es otra cosa que una reflexión sobre cómo la tolerancia y el buen humor permiten compartir lo que se tiene.
–¿Prefiere la comedia?
–En los últimos años hice obras de todo tipo, incluyendo una muy difícil, Los otros papeles, de Carlos Gorostiza, con la que nos fue mal, y no por falta de apoyo de la crítica. Me gusta cualquier obra que pueda disfrutar, no importa el género. En Buenos Aires hice pocas comedias, en cambio en Mar del Plata trabajé bastante en piezas pasatistas.
–¿Cómo se lleva con la televisión? ¿Planea otro trabajo?
–La televisión está llena de tiras y yo no estoy para grabar todos los días. Me gustaría sí, pero un programa semanal. Algo más tranquilo. En cuanto a armar proyectos, no lo hago, tal vez por miedo a que no se cumplan. La vida es un quizá, y yo dejo que fluya y me encuentre. Si me disciplino, quizás escriba otro libro de cuentos. Vinciguerra me editó uno hace tiempo, con prólogo de César Magrini. Mientras tanto, leo a otros, comparo y pienso que “así no va”.

 

La polémica sobre Kubrick

Eyes Wide Shut, la película póstuma de Stanley Kubrick, estrenada el viernes en Estados Unidos, desata pasiones entre los críticos y alimenta la controversia. Totalmente seducido, el crítico del New York Times festeja la “última pulseada” del director estadounidense, quien murió el 7 de marzo, y señala que la película –cuyo tema central es la obsesión sexual de una pareja, protagonizada por Tom Cruise y Nicole Kidman– es “brillantemente provocativa, como un epitafio”. Esta “asombrosa última película es un agregado fascinante a la obra de Kubrick”, escribe el periódico. Asimismo, el crítico de la cadena de televisión ABC reconoce “el trabajo de un maestro del cine con la luz, el color, los movimientos de la cámara”, pero concluye severamente que “la obra de un maestro no produce necesariamente un obra maestra”. En la costa oeste, The Los Angeles Times estima que esta adaptación de la novela escrita en 1926 por el escritor austríaco Arthur Schnitzler, es “mitad brillante, mitad banal, más la expresión de un estado de ánimo que una película”. Sin embargo, Eyes Wide Shut, subraya USA Today, es sobre todo un concentrado de las mejores recetas para batir récords de taquilla: “El sexo, las estrellas y Kubrick”. Más severo aún, The Washington Post habla del film como un “fracaso traicionado por el propio orgullo desaforado” del cineasta. Es “una película triste antes que mala. Es coja, vieja (...), está desprovista de ideas, pero está sobre todo desprovista de calor”, dice tajante el periódico.

 

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