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Por Daniel Lagares Julio Grondona lleva la primera manija. Mauricio Macri, Fernando Miele, Gustavo Mascardi, Marcelo Bielsa, José Pekerman se aferran a las otras. Un cortejo multitudinario arrastra los pies hasta la última morada. Llovizna, hace frío. Parece el día ideal. Se acercan a la fosa, bajan el féretro y piadosamente arrojan terrones de tierra. Algunos lloran. Las viudas se desesperan. Alguien pregunta ¿de qué murió? y otro le responde de muerte natural. Y no se vio más. TyC cortó la transmisión. En los últimos veinte años se produjeron los cambios tecnológicos más importantes de la historia y con ellos se modificaron los sistemas de producción, las ideas políticas y los movimientos sociales. El deporte se alejó de su ideal olímpico lo importante es competir para acercarse más a la industria del entretenimiento y convertirse en el más rentable de los espectáculos de masas. No importa tanto el cabezazo de Palermo sino la tintura que utiliza para pintarse el mechón rubio con el que peinó la pelota en el segundo palo. Hay quienes sostienen que el fútbol no debe perder su esencia lúdica. Hay quienes creen que ese juego debe ser redituable. Y hay quienes creen que sólo importan los negocios. En esa lucha cotidiana donde estas facciones tejen alianzas y traman traiciones, en la que las corporaciones se mueven para defender su terreno, quedó asfixiada la Selección nacional, la gran madre del fútbol argentino. Y un día se murió. Del 58 al 78, que a un jugador lo designaran para la Selección era un castigo. Sin planes, sin objetivos, sin trabajo, el fracaso estaba a la salida del túnel y el desprestigio un final inexorable. Del 78 hasta el Mundial 98, días más, días menos, los futbolistas no sólo se mataban para ser convocados sino que no fueron pocos quienes utilizaron influencias de dirigentes y empresarios para estar entre los 22. Ser jugador de Selección garantizaba una venta a Europa y si ya se estaba en Europa, un contrato mejor. Hoy, cualquier chico de 20 años con aptitudes, una buena campaña en su club un torneo, 19 partidos, a lo sumo y un apoderado hábil aterriza indefectiblemente en una Europa que necesita la renovación constante de estrellas y estrellitas para mantener la industria del entretenimiento. Entonces, los millonarios precoces, post adolecentes crecidos con el fin de la historia y la muerte de las utopías, entienden que el orgullo de vestir la celeste y blanca es un cuento de los abuelos y que sólo la vestirán en las eliminatorias que les asegure la presencia en un Mundial donde por un mes serán la atracción de la humanidad que, a la vez, les permitirá negociar nuevos y mejores contratos. Dos casos, dos ejemplos. Juan Sebastián Verón todavía no llegó a los 25 y es millonario. Jugó un campeonato en Boca sin salir campeón y fue vendido a la Sampdoria, de ahí al Parma, luego Francia 98 y ahora al Lazio. Es el tercer jugador mejor pago de Italia. Dijo que necesitaba vacaciones, o mandó decir por su apoderado Gustavo Mascardi, para no jugar la Copa América. Se insiste, no tiene 25 años. Diego Maradona y Daniel Passarella jugaban los domingos las fechas del torneo italiano, tomaban el avión a la noche y los lunes estaban entrenando en Ezeiza con Bilardo. Así fue durante toda la eliminatoria del Mundial 86. Maradona jugó el Mundial 90 con el tobillo derecho hecho una masa informe de sangre coagulada. Sólo podía calzarse los botines los días de partido. Y en ese Mundial y en el del 94 hizo esfuerzos sobrehumanos para controlar su adicción a la cocaína y poder ser el capitán de la Selección. Para los puristas se recuerda que el doping del 94 fue por efedrina. Por si alguien no entendió bien: Se está hablando de Maradona y... de Verón... En la dirigencia también se produjo el cambio generacional. De aquellos fundadores de la Selección prioridad número 1 sólo queda en pie Julio Grondona que, con más maña que sabiduría, ha piloteado la situación hasta aquí. Buen discípulo de Joao Havelange, cuya máxima fue yo vendo un producto llamado fútbol, ahora Frankestein le pide rendición de cuentas. Más entertainment, más negocio, más dinero, más obligaciones, más exitismo. La rueda loca no se detiene y es necesario ganar a cualquier precio para mantenerse, hacer buena campaña para ser televisado, cotizar los jugadores, venderlos a Europa y mantener los números más o menos dignos. La situación económica mundial planteó un nuevo desafío a los clubes de fútbol cuyos dirigentes, salvo contadas y honrosas excepciones, no han sabido resolver. Como mujeres engañadas despotrican contra la televisión como la culpable de todos los males pero son los dirigentes los que firman primas imposibles jugándose en la timba de una posible buena campaña que asegure recaudaciones y torneos internacionales con los que después cumplir con lo pactado. Eso, en el mejor de los casos, cuando es mejor ni preguntarse cómo hizo River para vender jugadores por 60 millones en 5 años y tener un rojo de 30, por ejemplo. Gran parte de la dirigencia sostiene que la Selección debe adecuarse a las necesidades de los clubes. Pero no lo plantean como un cambio que mejore clubes y selección. Trampean. Saben que necesitan a sus jugadores para asumir una competencia interna mal organizada y así substitir, durar, no ya progresar. Entonces, suceden episodios vergonzosos como la negociación del año pasado entre River y la AFA por los jugadores que le llevaba Passarella. O la de este año de River y Boca con la gestión Bielsa. Y la que habrá cuando lleguen las eliminatorias, en marzo próximo. Ni jugadores ni dirigentes ven a la Selección como un representativo del fútbol nacional. La prioridad número 1 se ha convertido, cuanto mucho y a veces, en un mal necesario. Lo curioso es que la descomposición absoluta se produce cuando la AFA hizo un giro novedoso en la conducción de los equipos nacionales, instituyó la figura del coordinador de selecciones en José Pekerman y éste o éste y Grondona designaron a Marcelo Bielsa como entrenador de los mayores. Como en el Primer Mundo hay un manager, un director deportivo o como se lo quiera llamar. Sin embargo la desprolijidad en las convocatorias de los jugadores europeos para la Copa América significó un golpe duro a esa supuesta organización a la europea. Hace una semana que Argentina quedó eliminada y todavía no se sabe con claridad si Bielsa llamó y no lo atendieron, si lo atendieron y le dijeron que no, o si llamó. Como sea, la sospecha de que Mascardi bajó el pulgar para varios de su escudería está tan instalada, que suena poco creíble la declaración de Grondona a la revista Noticias cuando dijo que esto que pasó no va a volver a pasar. Por último, lo más importante y de lo que menos se habla: el juego. Este estado de cosas, el show business continuo, la intriga, los intereses sectoriales, las mezquindades, las banalidades están siempre delante del juego. La marca histórica de los tres penales de Palermo, el fallado por Ayala, el round Bielsa-Calderón son fuegos artificiales perecederos. Importa el Juego. Esta selección que pasó por Paraguay deja un solo y gran interrogante: ¿A quien representa? Es decir, cómo juega. Ni siquiera puede plantearse a qué quiere jugar. Hay un esbozo de idea en Bielsa y un método de trabajo pero la realidad parece que hacen incompatibles idea y método. El rosarino parece pretender una línea de cuatro que pueda convertirse en una de tres. Un volante central sin ser un tapón clásico, dos por los costados de ida y vuelta, un enganche, los famosos extremos y un centroatacante. Ajax puro, Holanda clásica, Louis Van Gaal dixit. Pero los de acá son argentinos, no holandeses. Lo peor que puede hacer Bielsa, utilizando éste o cualquier sistema táctico, es neutralizar la naturaleza de los jugadores que elige. Se discutió hasta el hartazgo si estuvo bien o mal que Ortega haya corrido a Roberto Carlos hasta debajo de la cama.Debería ser enriquecedor para un futbolista que un técnico le agregue conceptos tácticos, siempre y cuando no le atenúe sus características. Roberto Carlos no pisó el área argentina en Ciudad del Este. Pero Ortega tampoco desbordó a Roberto Carlos. ¿Entonces? Para imponer este módulo Bielsa necesita tiempo. El ejemplo que a menudo se da con su gestión en Vélez es correcto. Le llevó un campeonato convencer y acomodar a los jugadores, al siguiente fue campeón. Pero en Vélez tuvo a los mismos jugadores de lunes a domingo durante un año. Ese método, en la Selección es imposible. La muestra fue esta Copa América. La Selección no ganó ni jugó bien. Sin apoyo de las estrellas europeas de donde se supone debe surgir la base de una Selección estable y a largo plazo. Sin apoyo de los dirigentes que pretenden replantear esa antigualla de la prioridad número 1, cuando mañana se reúnan con Grondona en Ezeiza para discutir la reforma de los torneos. Con cortocircuitos organizativos graves como los episodios de las convocatorias y las renuncias en esta pasada Copa América. Con una idea interesante pero que no convenció a los jugadores, sin tiempo para materializarla, la Selección se murió. Así, de muerte natural. GAMEZ, PERFUMO Y MARZOLINI POSIBLES ASESORES Por Carlos Stroker
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