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SUBRAYADO

La economía inclinada

Por Julio Nudler


t.gif (862 bytes)  La revista Forbes anunció que en su próxima lista de los 400 estadounidenses más ricos habrá 250 milmillonarios, 60 más que en la nómina del año pasado. Esto equivale a fabricar más de un milmillonario por semana. Mientras tanto, en el mundo subdesarrollado hay 1300 millones de personas que viven con menos de un dólar por día. En más de cien países, el ingreso por habitante cayó en los últimos quince años, y en más de 60 el consumo declinó a razón de uno por ciento por año. ¿Cuánto puede tardar en volverse inmanejable esta situación?

Como ni Estados Unidos ni ninguna otra potencia postindustrial va a desistir voluntariamente de su propia acumulación de riqueza, ni evitar los efectos de su prosperidad y de sus prácticas comerciales y empresarias

sobre los países que llaman subemergentes o emergentes, la perspectiva es de violencia y desestabilización. Dentro de un país puede tal vez asumir un gobierno progresista y encarar una política redistributiva, aunque esto ya no sucede casi en ninguna parte. Pero entre diferentes países no hay mecanismos de redistribución, a no ser los regresivos.

En Brasil, el Instituto de Investigación Económica Aplicada calculó que, dado el ingreso per cápita de ese país, sólo debería tener un 10 por ciento de pobres, y en cambio tiene 30 por ciento. La solución bastante elemental que propone es gravar a los más ricos para suplementar el ingreso de los sumergidos. La propuesta no ha sido adoptada hasta ahora, y es muy difícil que a alguien con poder se le ocurra aplicarla. A escala internacional, esa posibilidad no existe ni siquiera en teoría.

Los impuestos no cruzan las fronteras, y las transferencias fiscales entre países son ínfimas. Ni siquiera son significativas dentro de bloques económicos como la Unión Europea o el Nafta. Las naciones centrales siguen sustentando la noción de que el libre flujo de bienes y de capitales es el que establece vasos comunicantes entre las economías y eleva así a las rezagadas. Este supuesto se cumple ocasionalmente, pero en períodos limitados y respecto de un número restringido de países. Los datos globales muestran que entre la vanguardia y la retaguardia del mundo se agranda cada vez más la distancia.

Aunque lejos de la situación de los países sumergidos, la Argentina pertenece a los de abajo y, según se ve estos años, corre su misma suerte porque no desempeña ningún papel activo y protagónico en la economía mundial. Hasta ahora sostiene mal o bien su posición a fuerza de endeudarse cada día más, pero no encuentra la manera de frenar el aumento de la desigualdad interna ni de acortar distancias con la punta. ¿También aquí sólo puede verse un futuro de desestabilización?

 

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