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Aunque sin rating, la ola de amenazas sigue intacta

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Los anónimos siguen movilizando decenas de efectivos a diario, pese a que se descree de su seriedad. Antes del partido de Argentina con Uruguay hubo 17 alertas en colegios nocturnos.


Por Carlos Rodríguez
t.gif (862 bytes)  Aunque ya la noticia no aparezca en los medios, la ola de amenazas anónimas sobre la supuesta colocación de bombas en lugares públicos sigue manteniendo en alerta a jueces y policías: desde el 23 de junio pasado llevan acumuladas cerca de 300 denuncias ininterrumpidas. La situación tiene movilizados a decenas de policías, empleados judiciales, expertos en explosivos y expedientes, aunque todo parece una enorme sucesión de bromas. Uno de los datos más notorios con los que cuenta la Justicia, respecto de la falta de seriedad de los denunciantes, ocurrió la noche del miércoles 7 de julio, cuando se recibieron 17 alertas sobre presuntas bombas colocadas en otros tantos colegios nocturnos. Los llamados de alerta se registraron en un lapso menor a los 50 minutos, con el tiempo justo para que los alumnos, evacuados de urgencia para prevenir cualquier situación de riesgo, tomaran sus útiles y corrieran hasta el primer televisor. Todos vieron desde las 22 de ese día, en vivo y en directo, el triunfo por dos a cero --y hasta con gol de Palermo-- de la selección argentina sobre la uruguaya.

La seguidilla de falsas alarmas comenzó el 23 de junio, cuando se recibió la primera, que señalaba la presencia de cuatro artefactos explosivos en la red de subterráneos, lo que provocó la interrupción por más de dos horas de los servicios en las cinco líneas que funcionan en la Capital Federal. Desde entonces fue constante la recepción de notificaciones similares, siempre anónimas, al principio atendidas por el juzgado federal a cargo del doctor Adolfo Bagnasco y luego por el que está a cargo de Jorge Urso. En algún momento, mientras duró su turno judicial, Bagnasco llegó a decir que se trataba de "un fenómeno imitativo de gente que busca molestar". Lo mismo opina el doctor Urso, según señalaron fuentes judiciales consultadas por Página/12.

Así como parece orquestada la coincidencia de que en 17 colegios nocturnos hubiera amenazas la noche de la última satisfacción argentina en la Copa América, también es curioso que en poco tiempo Urso haya recibido por lo menos cuatro denuncias sobre supuestas bombas en varios locales de McDonald's, uno en la avenida Santa Fe, otro en Avenida de Mayo y Talcahuano y otros dos en La Plata, uno en el centro y otro en el Camino General Belgrano. "Es para pensar que hubo algún problema con el personal, tal como se creyó cuando se produjo la sucesión de casos en los subtes", comentó a este diario una fuente allegada a la investigación.

En ese momento, desde la Justicia y el propio Gobierno se insistió en un posible conflicto entre la empresa y el personal, aunque tanto Metrovías como el gremio aseguraron una y otra vez que no mantenían ningún diferendo.

Otra serie de advertencias tuvo como blanco distintas sucursales de la Banca Nazionale del Lavoro. Acá también se dio un elemento común que fue la mención, en cada una de las amenazas, de la vida y obra de María Soledad Rosas, conocida como La Sole, la chica argentina que se suicidó en julio del año pasado en una prisión piamontesa, cuando cumplía arresto acusada de supuestas actividades terroristas en Italia. En Europa, La Sole se ha convertido en un símbolo para los anarquistas y los squatters, pero parece que también tiene sus seguidores en la Argentina, a juzgar por los panfletos hallados en alguna de esas sucursales.

También hubo amenazas en los lugares más disímiles: la playa del Aeroparque Jorge Newbery, la sucursal Flores del Banco de la Nación, un colegio judío ubicado en Presidente Perón al 2000, los cines de La Recoleta, la Sociedad Rural y una interminable cantidad de juzgados, además de la Corte Suprema de Justicia y la Cámara Nacional de Casación Penal. Tanto en los casos en los que intervino Bagnasco como en aquellos que le tocó investigar a Urso, el 80 por ciento de los falsos avisos fueron concretados desde locutorios o desde teléfonos públicos.

Las fuentes judiciales consultadas señalaron que la epidemia de falsos avisos "no sigue un mismo patrón", pero de todos modos se advierte un hilo conductor que pasa por el "contagio", por la "moda" y por ese extraño sentido del humor "tan argentino" que lleva a imitar todo aquello que, aunque tonto o francamente desagradable, forma parte de eso que genéricamente se conoce como "picardía criolla". Por el momento, los jueces carecen de pistas para dar con alguno de los responsables, aunque todo hace presumir que son muchos, inorgánicos y "perejiles" que creen tener al día su carnet de tipo piola.

De todos modos, dado que su función es la de garantizar la seguridad pública e investigar cada caso, los jueces siguen movilizando una y otra vez al personal de la Policía Federal especializado en terrorismo, explosivos y seguimiento de llamados. Tanto va el cántaro a la fuente que tal vez se rompa y aparezca uno, apenas uno, de los cientos de supuestos graciosos. Y sobre él podría caer eso que simbólicamente se denomina "todo el peso de la ley". Algo que sería demasiado pesado si se trata realmente, como todo hace suponer, de una sucesión grosera de bromas pesadas.

 

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