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CADA VEZ MAS EMPRESAS PROHIBEN EL CIGARRILLO A SUS EMPLEADOS
El trabajo de dejar de fumar

Algunas impusieron veda total. Otras crearon “fumaderos”: lugares abiertos para bajar la ansiedad. Hay casos en los que ofrecen a los trabajadores cursos para dejar el cigarrillo. El aire puro ahora también es una cuestión empresaria.

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Por Mariana Carbajal
t.gif (862 bytes)  Héctor Alba dejó de fumar el 25 de enero. La fecha quedó marcada con resaltador en el calendario de su escritorio. Lo curioso es que no abandonó la adicción al tabaco por las advertencias que le venía haciendo el médico que le detectó un pólipo en una cuerda vocal y fuerte irritación en la laringe: fue la prohibición de fumar que impuso IBM en sus oficinas a partir del primer día de este año lo que empujó al hombre, un analista de sistemas de 53 años, a despedirse del cigarrillo. Héctor no es el único empleado del área metropolitana que se vio obligado –indirectamente– a abandonar el tabaco en los últimos meses. Es que cada vez son más las empresas que han resuelto restringir el consumo de cigarrillos en sus instalaciones. Para que la veda sea menos traumática, la tendencia es ofrecer al personal cursos para dejar de fumar o lugares especiales para despuntar el vicio. Sin embargo, algunas compañías como Xerox hanna17fo03.jpg (9564 bytes) declarado lisa y llanamente a sus edificios libres de humo, y sus empleados no tienen más remedio que saborear un cigarrillo en la vereda, como ya es costumbre en los Estados Unidos.
Adecuarse a políticas corporativas internacionales, disminuir el riesgo de incendios, mejorar el ambiente de trabajo ante una mayoría de empleados que aborrecen el humo y ofrecer una imagen de empresa preocupada por la salud de su personal, son algunas de las motivaciones que han llevado a las empresas a emprender esta batalla silenciosa contra el tabaco.
“Se calcula que, al menos, el 30 por ciento del personal de las empresas es fumador”, reveló a Página/12 Juan Carlos Villarreal, a cargo del área de tabaquismo de una consultora de salud que se dedica a dar cursos para abandonar el cigarrillo en el sector privado. Villarreal diseñó la campaña contra el humo implementada por IBM a partir de octubre en sus cuatro edificios: uno, en el que trabaja Héctor Alba, está en Martínez, y los otros en la Capital Federal. Como han hecho muchas firmas, en IBM primero colocaron carteles que anunciaban la declaración de guerra; después, en diciembre, lanzaron los cursos para dejar de fumar, y en una tercera etapa –a partir del 1º de enero– comenzó la veda: desde ese día los únicos lugares permitidos para prender cigarrillos son los “fumaderos”. En el caso del edificio central de IBM, en la zona de Catalinas, es un balcón semiabierto –que no protege a los fumadores de eventuales inclemencias del clima– en el tercer piso de la moderna torre, para todos los empleados distribuidos entre los pisos 13 y 21. En Martínez, es una galería, también semiabierta, distante unos 60 metros del escritorio de Héctor Alba. La idea es que fumar en el horario de trabajo resulte, finalmente, una verdadera odisea, e incentive al personal a renunciar al cigarrillo.
na17fo02.jpg (9191 bytes)Héctor Alba empezó su curso para dejar la adicción el 20 de enero y cuatro días después encendía su último cigarrillo. Ahora participa, con otros ex fumadores de IBM, de un grupo de apoyo para evitar la tentación de prender otro. “La prohibición me empujó a dejar. Pero el curso no es milagroso. Depende mucho de la voluntad de cada uno. Estoy contento porque ahora me siento mucho mejor: duermo y respiro mejor, tengo mejor olfato y disminuyó la irritación que tenía en la laringe”, comentó el analista de sistemas del departamento de Facturación de IBM. Fumaba entre 30 y 40 cigarrillos diarios, la mayoría durante la jornada laboral.
Xerox mantuvo “fumaderos” durante casi un año y medio en su edificio de Núñez. La prohibición total, igual que en el Copy Centro, de Leandro N. Alem y Tucumán, llegó el 31 de mayo último, en coincidencia con el Día Internacional Sin Tabaco. Ahora, el que quiere fumar tiene que salir a la calle.
“En general, en todas las empresas la reacción de los fumadores ante la prohibición es muy buena. Aunque no quieran hacer el curso para dejar de fumar, aprovechan la restricción para disminuir el consumo de cigarrillos”, precisó Villarreal. Florencia Bautista, de 25 años, redujo su cuota diaria en un 50 por ciento: pasó de 12 a 6. Trabaja en la consultora en sistemas de calidad Bureau Veritas Argentina y desde hace dos meses, para prender un cigarrillo tiene que tomar el ascensor y bajar del 8º piso hasta la planta baja. “Nos juntamos tres o cuatro para bajar juntos, una vez por la mañana y dos por la tarde”, contó a Página/12. La restricción no le cayó mal porque los sectores donde se podía fumar, le parecían “un asco”. En realidad, en las oficinas de Bureau Veritas no se puede fumar desde octubre de 1997, pero hasta mayo los empleados iban a saborear el tabaco a las escaleras del edificio de Leandro N. Alem 1134. Pero ante la suciedad que dejaban las cenizas y el peligro de incendio por los puchos en vasitos de plástico que hacían las veces de cenicero, los propietarios del edificio resolvieron imponer una estricta veda en los lugares comunes del inmueble, que comparten varias compañías.
Una de las pioneras en la creación de zonas libres de humo en la Argentina fue la firma 3M, algunos años atrás. Después se fueron sumando al tren del aire puro otras como Metrogás, Acindar, GasBan. Muchas más están elaborando campañas en estos momentos. Como la AFJP Consolidar, que proyecta limitar la posibilidad de fumar a mediados del año próximo, y abrir los cursos, incluso, a los familiares del personal.
A contramano de esta tendencia, en YPF acaban de volver los ceniceros. Es que la limitación impuesta hace un par de años en su edificio de Diagonal Norte 777 se esfumó con el desembarco de los españoles, que según trascendió, fuman hasta por las orejas.

 

Un proyecto cajoneado
Un gran cartel en la puerta del Ministerio de Salud y Acción Social anuncia que el visitante ingresa a un edificio libre de humo. La prohibición rige desde el 14 de enero de 1998 y fue sugerida por la Comisión Nacional de Lucha Antitabáquica, que depende de esa cartera. Sin embargo, aunque hay recordatorios de la veda en todos los pisos del edificio de la avenida 9 de Julio, hay empleados que se las rebuscan, con la puerta cerrada, para prender a escondidas un cigarrillo.
En octubre de 1998, la misma comisión elaboró un proyecto de ley que establece, entre otras disposiciones, que “en oficinas públicas deberá garantizarse a los no fumadores aire libre de las impurezas producidas por la combustión del tabaco” y lugares separados para los fumadores. Además, prohíbe el cigarrillo en jardines maternales, supermercados, almacenes, verdulerías y carnicerías. El proyecto fue enviado por el Poder Ejecutivo al Congreso en octubre de 1998 y desde entonces duerme en la Comisión de Salud del Senado.



Cómo son los cursos
“La mitad de los fumadores de las oficinas quiere hacer un curso para dejar el cigarrillo. Y de ese total, entre el 70 y el 80 abandona el tabaco, aunque algunos pueden volver a fumar a los tres o cuatro meses, cuando se producen las recaídas”, explicó a Página/12 Juan Alberto Villarreal, quien se encarga de dar cursos para dejar de fumar en empresas privadas. La participación en los cursos es voluntaria. Sin embargo, “algunas firmas presionan más que otras a sus empleados para que participen en ellos”, comentó Villarreal.
El curso básico que dicta su consultora consiste en 8 clases, 2 veces por semana, de una hora y media por vez. “No empleamos ningún método coercitivo ni el miedo. Apuntamos a que se pongan límites. La hipótesis de mínima es reducir un 50 por ciento los cigarrillos diarios. Les sugerimos que pongan la cantidad justa en una cajita, postergando el encendido, y acumulando el mayor número hacia la tardecita. La hipótesis de máxima es dejar de fumar por 48 horas. Para ello, les aconsejamos tomar mucha agua, evitar el café y el alcohol, levantarse del lugar donde están cuando les da ganas de fumar y hablar con otros compañeros en la misma situación para apoyarse, o con nosotros”, explicó Villarreal.
Los cursos se suelen brindar en las oficinas en el marco de programas más amplios para reducir el humo y mejorar la salud. “Las campañas en las empresas tienen que ser educativas y no prohibitivas”, apuntó Leonardo Daino, director de la Campaña Antitabaquismo de la Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer (LALCEC), donde también asesoran a empresas en esta temática. “Hay que evitar la palabra prohibir en los carteles porque los fumadores se sienten discriminados”, coincidió Villarreal.

 

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