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Por Mariana Carbajal Héctor Alba dejó de fumar el 25 de enero. La fecha quedó marcada con resaltador en el calendario de su escritorio. Lo curioso es que no abandonó la adicción al tabaco por las advertencias que le venía haciendo el médico que le detectó un pólipo en una cuerda vocal y fuerte irritación en la laringe: fue la prohibición de fumar que impuso IBM en sus oficinas a partir del primer día de este año lo que empujó al hombre, un analista de sistemas de 53 años, a despedirse del cigarrillo. Héctor no es el único empleado del área metropolitana que se vio obligado indirectamente a abandonar el tabaco en los últimos meses. Es que cada vez son más las empresas que han resuelto restringir el consumo de cigarrillos en sus instalaciones. Para que la veda sea menos traumática, la tendencia es ofrecer al personal cursos para dejar de fumar o lugares especiales para despuntar el vicio. Sin embargo, algunas compañías como Xerox han declarado lisa y llanamente a sus edificios libres de humo, y sus empleados no tienen más remedio que saborear un cigarrillo en la vereda, como ya es costumbre en los Estados Unidos. Adecuarse a políticas corporativas internacionales, disminuir el riesgo de incendios, mejorar el ambiente de trabajo ante una mayoría de empleados que aborrecen el humo y ofrecer una imagen de empresa preocupada por la salud de su personal, son algunas de las motivaciones que han llevado a las empresas a emprender esta batalla silenciosa contra el tabaco. Se calcula que, al menos, el 30 por ciento del personal de las empresas es fumador, reveló a Página/12 Juan Carlos Villarreal, a cargo del área de tabaquismo de una consultora de salud que se dedica a dar cursos para abandonar el cigarrillo en el sector privado. Villarreal diseñó la campaña contra el humo implementada por IBM a partir de octubre en sus cuatro edificios: uno, en el que trabaja Héctor Alba, está en Martínez, y los otros en la Capital Federal. Como han hecho muchas firmas, en IBM primero colocaron carteles que anunciaban la declaración de guerra; después, en diciembre, lanzaron los cursos para dejar de fumar, y en una tercera etapa a partir del 1º de enero comenzó la veda: desde ese día los únicos lugares permitidos para prender cigarrillos son los fumaderos. En el caso del edificio central de IBM, en la zona de Catalinas, es un balcón semiabierto que no protege a los fumadores de eventuales inclemencias del clima en el tercer piso de la moderna torre, para todos los empleados distribuidos entre los pisos 13 y 21. En Martínez, es una galería, también semiabierta, distante unos 60 metros del escritorio de Héctor Alba. La idea es que fumar en el horario de trabajo resulte, finalmente, una verdadera odisea, e incentive al personal a renunciar al cigarrillo. Héctor Alba empezó su curso para dejar la adicción el 20 de enero y cuatro días después encendía su último cigarrillo. Ahora participa, con otros ex fumadores de IBM, de un grupo de apoyo para evitar la tentación de prender otro. La prohibición me empujó a dejar. Pero el curso no es milagroso. Depende mucho de la voluntad de cada uno. Estoy contento porque ahora me siento mucho mejor: duermo y respiro mejor, tengo mejor olfato y disminuyó la irritación que tenía en la laringe, comentó el analista de sistemas del departamento de Facturación de IBM. Fumaba entre 30 y 40 cigarrillos diarios, la mayoría durante la jornada laboral. Xerox mantuvo fumaderos durante casi un año y medio en su edificio de Núñez. La prohibición total, igual que en el Copy Centro, de Leandro N. Alem y Tucumán, llegó el 31 de mayo último, en coincidencia con el Día Internacional Sin Tabaco. Ahora, el que quiere fumar tiene que salir a la calle. En general, en todas las empresas la reacción de los fumadores ante la prohibición es muy buena. Aunque no quieran hacer el curso para dejar de fumar, aprovechan la restricción para disminuir el consumo de cigarrillos, precisó Villarreal. Florencia Bautista, de 25 años, redujo su cuota diaria en un 50 por ciento: pasó de 12 a 6. Trabaja en la consultora en sistemas de calidad Bureau Veritas Argentina y desde hace dos meses, para prender un cigarrillo tiene que tomar el ascensor y bajar del 8º piso hasta la planta baja. Nos juntamos tres o cuatro para bajar juntos, una vez por la mañana y dos por la tarde, contó a Página/12. La restricción no le cayó mal porque los sectores donde se podía fumar, le parecían un asco. En realidad, en las oficinas de Bureau Veritas no se puede fumar desde octubre de 1997, pero hasta mayo los empleados iban a saborear el tabaco a las escaleras del edificio de Leandro N. Alem 1134. Pero ante la suciedad que dejaban las cenizas y el peligro de incendio por los puchos en vasitos de plástico que hacían las veces de cenicero, los propietarios del edificio resolvieron imponer una estricta veda en los lugares comunes del inmueble, que comparten varias compañías. Una de las pioneras en la creación de zonas libres de humo en la Argentina fue la firma 3M, algunos años atrás. Después se fueron sumando al tren del aire puro otras como Metrogás, Acindar, GasBan. Muchas más están elaborando campañas en estos momentos. Como la AFJP Consolidar, que proyecta limitar la posibilidad de fumar a mediados del año próximo, y abrir los cursos, incluso, a los familiares del personal. A contramano de esta tendencia, en YPF acaban de volver los ceniceros. Es que la limitación impuesta hace un par de años en su edificio de Diagonal Norte 777 se esfumó con el desembarco de los españoles, que según trascendió, fuman hasta por las orejas.
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