Página/12
en Perú
Por Carlos Noriega
Desde Lima
Esta vez no
hubo jaula de hierro ni traje a rayas como hace siete años cuando fue capturado Abimael
Guzmán. La presentación de Oscar Ramírez Durand, alias Feliciano, el sucesor de Guzmán
en la jefatura del maoísta movimiento Sendero Luminoso, se produjo en una sala del
Consejo Supremo de Justicia Militar donde se llevan a cabo los procesos con jueces y
fiscales militares "sin rostro". Una ventana de vidrio que permitía que los
periodistas vieran al líder senderista reemplazó a la medieval jaula de hierro. Pero
Feliciano no podía ver ni escuchar el caótico tumulto de más de 120 periodistas
peleándose para observarlo mejor. Y una impecable vestimenta, que parecía de estreno,
con camisa verde claro, pantalón verde oscuro y zapatos negros sustituyeron al traje a
rayas.
Cuando apareció Feliciano, se apagaron las luces del salón, se encendieron los
reflectores que lo alumbraban, se puso música de fondo y un grupo de suboficiales de la
fuerza aérea comenzó a ofrecer empanaditas y gaseosas a los periodistas que se empujaban
y gritaban para conseguir una buena ubicación. Feliciano caminaba de un lado a otro
arrastrando la cojera de su pie derecho, se detenía por minutos de frente a los
periodistas mirando al techo, al piso, con una mirada que parecía perdida en la nada. Por
momentos levantaba, sin ganas, el puño derecho. Los reflectores lo obligaban a recurrir a
un pañuelo blanco para secarse el sudor.
La captura del último líder histórico de Sendero Luminoso había comenzado el martes
13 con una teatral presentación del presidente Alberto Fujimori, disfrazado de campesino,
dirigiendo a los dos mil militares que llevaban adelante el llamado Operativo Cerco. Con
su decisión de aparecer en los medios de comunicación dirigiendo personalmente la
captura de Feliciano, Fujimori ha buscado sacarle el máximo provecho político a este
hecho. Pero todo estuvo a punto de fracasar cuando Feliciano estuvo muy cerca de escapar
al cerco militar. Mientras Fujimori se exhibía en los medios dando órdenes a las tropas,
Feliciano, a pesar de su cojera, y las tres mujeres que lo acompañaban, rompió el cerco
que los dos mil militares les habían tendido y lograron llegar hasta el pueblo de Cochas.
Ahí abordaron un ómnibus sin saber que su chofer era un policía, que condujo a
Feliciano hasta una patrulla militar. La captura dejaba mal parada a la eficiencia
militar. Una versión oficial eliminó al chofer y dio todo el mérito de la captura al
Servicio de Inteligencia del omnipresente asesor presidencial Vladimiro Montesinos.
A Feliciano le espera un juicio en un tribunal militar y una segura condena a cadena
perpetua, que purgará en la celda Nº 8 de la Base Naval del puerto de El Callao, donde
están detenidos los principales líderes de Sendero Luminoso y el Movimiento
Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), entre ellos Abimael Guzmán y Víctor Polay. La
captura de Feliciano deja a Sendero bastante más debilitado de lo que ya estaba. Del
supuesto sucesor de Feliciano, el camarada Artemio, se sabe muy poco. Lo que sí se sabe
es que es un dirigente medio del sector militar de Sendero que ha escalado posiciones en
la medida que los líderes históricos iban siendo muertos o capturados, y que opera en el
Valle del Huallaga, región selvática donde se produce la mayor parte de la coca que
abastece a las mafias de la droga.
LAS GUERRILLA COLOMBIANA
ABANDONO LA ZONA OCUPADA
Aumenta la tierra de nadie
El País
de Madrid
Por Pilar Lozano
Desde Bogotá
El proceso de diálogo
entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) está en el
limbo. Al aplazamiento indefinido de la instalación de las mesas de negociación, se
añadió ayer la aceptación por parte de los guerrilleros de su responsabilidad en la
muerte de 11 personas en la zona de distensión. Y, sobre todo, el sorpresivo retiro de
los insurgentes de San Vicente del Caguán, el más grande de los cinco municipios
desmilitarizados, que debían de servir de escenario de paz.
El aplazamiento del inicio de las conversaciones de paz, que debían de haber comenzado
ayer, tiene una causa difícil de superar: el gobierno insiste en la creación previa de
una comisión internacional de verificación, encargada de vigilar lo que sucede en la
llamada zona de distensión más de 42.000 km2, ahora en manos de la
guerrilla. El ejército acusa a los insurgentes de aprovecharse de esa zona para el
rearme. Las FARC lo niegan y limitan su aceptación de esa comisión de vigilancia a que
ésta se dedique a vigilar el proceso.
Las posiciones se radicalizaron un tanto con las declaraciones de Raúl Reyes, uno de los
tres negociadores de las FARC, que aceptó, abiertamente, que en la zona despejada por el
ejército colombiano han sido asesinadas 11 personas. Las FARC están interesadas en
la paz y no tienen vocación de mártires, afirmó, para explicar después que los
ajusticiados eran militares infiltrados disfrazados de civiles. No nos
dejaremos matar, advirtió el guerrillero.
En Colombia no existe la pena de muerte, respondió de inmediato Alfonso
Gómez, fiscal general de Colombia. No permitiremos que se asesine a ningún
colombiano, en ninguna parte de del territorio, terció después el presidente
saliente del Senado, Fabio Valencia, uno de los cinco delegados del Ejecutivo en la mesa
de negociación. Los cinco regresaron el domingo a Bogotá, con las caras largas por el
fracaso. Desde hace años, la guerrilla aplica la justicia revolucionaria que
contempla la pena de muerte. Yo mato a un sapo (informante) pero evito
que éste mate a su vez a diez o 20, fue la lógica que explicó a este diario un
guerrillero.
Horas después del anuncio del aplazamiento de la negociación, en silencio, sin dar
explicaciones a nadie, las FARC levantaron sus retenes, abandonaron sus campamentos y
oficinas de San Vicente del Caguán y se fueron dejando a esta población de 10.000
habitantes convertida en tierra de nadie y al país lleno de malos presagios.
No sólo en San Vicente sino en los otros municipios despejados hay temor por una
intervención paramilitar. Uribe, Mesetas, Macarena y Vistahermosa están cercadas por una
zona dominada, desde hace un tiempo, por los grupos paramilitares que combaten a la
guerrilla. |
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