Los espectáculos circenses que las vacaciones
hacen coincidir
|
Por Mariano Blejman Hubo un tiempo en que los circos basaban sus espectáculos en el culto a lo exótico. La mujer barbuda, el hombre bala, los payasos enanos y extraños animales en vías de extinción ocupaban los lugares centrales de las funciones circenses. Ya no, o al menos no como entonces. Parece que las campañas ecológicas surtieron efecto: en la gama de circos que coinciden en estos días en Buenos Aires, todos cumplen con la misma premisa: ser políticamente correctos, nada de violencia ni animales domados. Para las vacaciones de invierno aparecieron cinco espectáculos de variada condición, infraestructura y diferentes conceptos sobre lo que debe y puede ser un espectáculo circense. El vértigo y la destreza vuelven a hacerse trascendentes en el cierre del milenio, aunque habrá que ver si se trata de un riesgo real o de un peligro remozado, adecuado a tiempos soft. La lista está integrada por el Circo Nacional de Ucrania, proveniente del lejano este; Le Cirque, con un típico acento francés, aunque afincado en Brasil; Cirque XXI, un proyecto argentino pensado for export; el Circo del Sol del incansable Quico, y otro más del compinche Profesor Jirafales. En el Luna Park, el Circo de Ucrania tiene una arraigada tradición y es reconocido como uno de los mejores del mundo. Además de los simpáticos perros paracaidistas, cuenta en sus filas con eximios gimnastas, trapecistas y clowns salidos de la sólida escuela circense que dejó el soviet. Pavel Chatkovski lleva 45 años dedicado al circo y 50 de edad, y sus ilusionismos dejan a los chicos con la boca abierta. Además es director del espectáculo, le explica a Página/12: El circo es una fuerza que nos mueve hacia adelante. Antes, con la URSS, había un circo íntegro centralizado en Moscú. Ahora Ucrania es independiente, por eso tratamos de formar nuestro propio movimiento. Chatkovski y la clown principal Viktoria Chatkovskaia son además de matrimonio artistas eméritos. Ella fue primera bailarina del Ballet de Kiev, y ahora es clown, hace una pieza de baile y entrena a los animales domésticos basándome en sus destrezas naturales y no en la violencia, como se encarga de aclarar. Hay una relación diferente entre los animales y el hombre. Somos sus socios. Durante el espectáculo los animales son más actores que las mismas personas, dice. Sobre el ser circense el director encuentra dos clases: Por un lado están los gimnastas, grandes deportistas que ya vienen preparados para hacer estos números. Por otro lado está la dinastía en los genes de la persona que nace con el amor al circo. El abuelo, el padre, la madre, explica. A pesar del nombre francés, el Cirque XXI es argentino, pero está pensado para salir al exterior. Es la primera tentativa de concebir un espectáculo de Nuevo Circo en Latinoamérica. La esencia se basa en concebir al circo como un espectáculo integral, en este caso denominado Universo de Juguetes. Una especie de circo posmo, cuya característica es la impactante puesta en escena, plagada de colores fuertes, malabares, trapecistas, gimnastas y clowns, sumados a una excelente calidad de sonido, con salida directa al patio de comidas. Mario Pérez, maestro de circo y quinta generación de una familia circense, explica que en el nuevo circo se idealiza el trabajo sobre la habilidad. No hay nada que tenga que ver con un riesgo verdadero. Hay una puesta en escena y teatral muy fuerte. El espectáculo lleva la música de Lito Vitale, los artistas vienen del extranjero y salen de escuelas de circo. Pérez asegura que lo que hacemos es sano. El nuevo circo es también participar. Todo el mundo tiene ganas de colgarse del trapecio. Otra vez, los animales sólo aparecen como payasos disfrazados. Para Pérez, eso no lo inventamos nosotros. Es una corriente muy fuerte afuera y nosotros estamos pensando en salir al exterior. Le Cirque está conformado por cuatro generaciones de la familia Stevanovich, dedicada al circo por más de 150 años, girando por cuatrocontinentes. Los artistas tienen que tener un nivel muy superior al mío para actuar, dice Augusto Stevanovich. De origen yugoslavo-francés, es el verdadero dueño del circo: es productor, director y el principal artista que en este espectáculo rinde homenaje a su abuela Bouglione, que se enamoró de su abuelo Luis, por los años 40, en un viaje a la Argentina. Stevanovich cuenta que desde niño vivo en el circo. He estado en 27 países y tenemos una larga tradición. Argentina era un gran desafío, Hacía cuatro años que no actuaba en la pista. Ante la pregunta por los diferentes circos del mundo, el francés tiene claros los conceptos: Si alguien tiene 7 millones de dólares para invertir en un circo, puede hacer cosas extraordinarias. En Nueva York hicieron Circo Gitano, ahora apareció el Circo Italiano Antiguo. Podría decirse que este es el más circo de todos. Se trabaja cuerpo a cuerpo, y a diferencia del Nuevo Circo, se está muy cerca del riesgo. Los animales también brillan por su ausencia, sin embargo Le Cirque tiene en Brasil una reserva donde cría animales para sus circos. Stevanovich sentencia, a contrapelo de los otros, que los animales no desaparecieron: todos los países tienen circos con animales. Traje un circo ecológico, sin animales, pero porque es muy costoso. Nosotros los mantenemos bien. En la reserva los educamos y los cuidamos. A los artistas del circo los contratamos cinco años antes para que estén con nosotros. El circo incluye a Stefany, una contorsionista argentina de 12 años, y a un grupo de trapecistas del Cirque du Soleil. Los circos de lo exótico perdieron cierta credibilidad con el tiempo, además de ser criticados por maltratar a los animales y hacer uso y abuso de las deformidades. Lejos quedaron los pequeños circos de pueblo, que iban arrastrando a los más avezados del pueblo, al quedar fascinados con esa extraña vida nómade. Lo cierto es que hoy la oferta es contundente y habrá que ver si la ilusión, el riesgo, las sonrisas y la destreza siguen manteniendo la expectativa de poder emocionarse, de vez en cuando.
|