Ambos eligieron, en vida, mantenerse afuera del mercado y la difusión. Dos retrospectivas en Bellas Artes los muestran como grandes artistas.
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Por Fabián Lebenglik En el Museo Nacional de Bellas Artes se inauguraron sendas exposiciones de Esteban Lisa y Víctor Magariños D., dos pintores argentinos que por propia voluntad decidieron mantenerse completamente al margen de la difusión y el mercado así como del costado más mundano del ambiente de las artes plásticas. Ambos ejercieron la docencia silenciosamente y, en vida, mostraron su obra en pocas oportunidades. Los dos tenían sus obsesiones puestas en el Cosmos y en formas muy personales de la abstracción pictórica. Esteban Lisa (Toledo 1895, Buenos Aires 1983) vino a vivir a Buenos Aires en 1907. Aunque fue básicamente un autodidacta, pasó por la Escuela de Arte Beato Angélico, donde enseñaba pintura fray Guillermo Butler. Allí fue condiscípulo de Juan Del Prete, figura con quien entabla relación y mantiene coincidencias. Su biografía es relativamente oscura y austera. Fue profesor de pintura en una escuela para adultos. Leyó por su cuenta filosofía idealista y religiones orientales. En 1955 fundó la Escuela de Arte Moderno Las Cuatro Dimensiones. En un gesto típico de los autodidactas, sus pinturas están realizadas casi siempre sobre cartón, usualmente de ambos lados y en formatos pequeños. La trayectoria de Lisa se desarrolla en simultáneo con los principales movimientos del siglo. Su relativo aislamiento y su pudor hicieron que construyera en soledad una historia marginal y paralela de la pintura moderna, consciente, racional y naif al mismo tiempo. A través de su propia pincelada gozosa y sensible, que privilegia el color y la textura fue transformando la concepción de la representación del paisaje urbano en abstracción gradual, hasta estallar la composición con datos gestuales y del expresionismo abstracto. Hacia comienzos de los años treinta Lisa se coloca, junto a del Prete, como iniciador del abstraccionismo en la Argentina. Una característica de la obra de Esteban Lisa es que da varias vueltas y saltos en sintonía con las tendencias internacionales pero en versiones propias. Del análisis de la representación pasa a la síntesis, a la reducción del paisaje a formas puras y esenciales. Por medio de la utilización de tonalidades bajas y apasteladas va fragmentando y geometrizando las composiciones hasta explorar construcciones cubistas. La transposición del volumen al plano también está trabajada como problema en su obra, así como las relaciones entre ciencia y arte, materialismo y espiritualismo y demás discusiones candentes de los primeros abstraccionistas. Otro de los componentes típicos de época es su noción de la teoría. Si bien toda práctica tiene una teoría inscripta, el caso de Lisa es como el de la mayoría de los vanguardistas históricos, quienes teorizaban al mismo tiempo que ejercían sus artes. Para ver su obra el espectador debe reconstruir el contexto perdido e imaginar un modo de mirar. Es necesaria una mirada arqueológica para reponer la información faltante, procesarla y volver a configurar el mapa mental. Víctor Magariños D. (Lanús 1924) se formó en la Escuela Nacional de Bellas Artes, de la que egresa en 1942. Cuatro años después funda el Grupo Joven, junto con otros compañeros de generación. Durante su vida hizo sólo tres exposiciones individuales en la Argentina: la primera en 1951. Las dos siguientes, mucho tiempo después, en 1984 y 1991. En 1951, gracias a una beca del gobierno francés, continúa su formación en París, donde se relaciona con Fernand Leger, Max Bill y con el pintor belga que funcionaría como modelo para Magariños: Georges Vantongerloo. Vantongerloo vivía en París desde fines de la década del veinte. Después de su período de formación inicial en Bélgica se fue a vivir a Holanda, cuando, a los 18 años, resultó herido poco después de que se desatara la Primera Guerra Mundial. En Holanda se refugió durante los años de la guerra y participó de la fundación de la revista De Stijl, trabajando junto con Mondrian y Van Doesburg. Vantongerloo fue un pionero del arteabstracto de enfoque matemático, y en 1931, ya en París, fue nombrado vicepresidente de la asociación Abstraction-Création. La obra de Magariños tiene fuertes lazos con la de Vantongerloo, porque ambos proyectos pictóricos buscan evocar en la tela la armonía de la naturaleza y el universo. En la obra de Magariños la pintura, el dibujo y la obra tridimensional se transforma en un sistema de relaciones plásticas que se corresponden con valores espirituales y humanos. La de Magariños es una geometría con sensibilidad y gracia, lejos de la dureza y antipatía de otros geométricos argentinos. El artista procede a matematizar y geometrizar los colores, las formas y el volumen como un intento paralelo al de las ciencias con el propósito de descubrir por otra vía los secretos del cosmos. Magariños había fijado su residencia en Pinamar en 1967, lejos del mundanal ruido, donde produjo gran parte de su obra. Allí murió, en su casa taller, en 1993. (En el Museo Nacional de Bellas Artes, Avenida del Libertador 1473, hasta el 5 de agosto). Gabriela Cassano, ganadora del primer premio Hoy a las 19, en la
Biblioteca Nacional, se inaugura y se hace la entrega de los premios del tradicional
Salón de Otoño organizado por la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos (SAAP). La
ganadora del primer premio, Gabriela Cassano, dialogó con Página/12.
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