Por Pedro Lipcovich En el siniestro juego de
ajedrez que es todo secuestro extorsivo, esta vez les tocó perder a los secuestradores.
Una nena de 7 años fue llevada por la fuerza en presencia de sus padres, en el barrio
porteño de Villa Urquiza. Ese mismo día sus captores se comunicaron para pedir dinero y
convinieron una cita con el padre para el día siguiente. Pero la policía estaba alertada
y detuvo al hombre que fue a recibir la plata. Los demás, al ver que su cómplice no
aparecía, optaron por soltar a la nena, que esa misma noche reapareció sana y salva. El
comisario que dirigió la operación dio a Página/12 pormenores del caso y, también
explicó qué detalles no deben ser revelados, para no facilitar las movidas de otros
eventuales ajedrecistas siniestros.
El jueves pasado a las nueve de la noche, una familia llegaba a su casa en Bucarelli y La
Pampa; eran el padre, la madre, un chico de 9 años y una nena de 7. Venían en su 4x4
Chevrolet Blazer. Cuando la mujer bajó para abrir la puerta del garaje, aparecieron dos
hombres armados. Obligaron a la familia a bajar de la camioneta pero se quedaron con la
hija y se la llevaron en la 4x4. A tres cuadras los esperaban dos mujeres. Con ellas, y
con la nena, cambiaron de auto y se marcharon con rumbo desconocido.
Si bien le sustrajeron a la familia algunas pertenencias, venían ya con el
propósito de secuestrar a la nena. No es que fuesen a robar y, advirtiendo que la familia
tenía buen nivel económico, hayan tenido la idea en el momento, aseguró a
Página/12 el comisario Carlos Sablich, jefe de la División Defraudaciones y Estafas de
la Policía Federal.
Los secuestradores habían hecho un pequeño trabajo de inteligencia previo sobre la
familia, según Sablich. Así lo demostraron cuando, en su posterior negociación
telefónica con la familia, para demostrarles que los tenían estudiados dieron
datos que la nena no conocía, dijo el comisario y observó que en el 80 o 90
por ciento de los secuestros hay un entregador, alguien que suministra la información
previa.
El primer llamado de los delincuentes fue el mismo jueves. Le pidieron cien mil pesos al
padre de la nena. Al día siguiente, luego de negociar una suma menor, le ordenaron que,
de inmediato y siguiendo un recorrido enrevesado y preciso, se dirigiera a Rivadavia y
General Paz, frente al Bingo. Eligieron bien el lugar: están arreglando el puente,
hay un lío de tránsito y muchos peatones, ellos podían pasar desapercibidos,
comentó Sablich. Frente al Bingo esperaba uno de los secuestradores, pero cuando
iba a agarrar la plata, llegamos nosotros y lo detuvimos, cuenta el comisario
quien trabajó según las instrucciones del juez Eliseo Otero y enseguida
aclara que en realidad fue más complicado pero, tratándose de secuestros, no
conviene dar a conocer cómo trabajamos: nosotros tenemos que contrarrestar todas las
acciones de ellos y, en la medida en que ellos puedan prever las nuestras, elegirán otras
que no podamos contrarrestar.
El detenido resultó llamarse Carmelo Medina Zeballos, de 21 años, boliviano, domiciliado
en el complejo habitacional Fuerte Apache. Dos horas después de su detención, la
chiquita fue liberada espontáneamente por sus captores. Como el hombre no
aparecía, tuvieron que pensar que, o la policía lo había detenido o se había ido con
la plata. Así, a las once de la noche del viernes, la niña fue liberada en General
Paz y Beiró. Sola allí, se puso a llorar: dos transeúntes la condujeron a un teléfono
desde donde llamó a su casa. Los secuestradores la trataron bien: le dieron de
comer hamburguesas de McDonalds y le compraron un muñequito de esos que están de
moda, contó Sablich.
El juez Otero indagó a Zeballos a principios de esta semana pero la información sobre el
secuestro se dio a conocer recién ayer, por decisión de los responsables de la
investigación. Tenemos una pista firme para la aprehensión de los demás,
dijo el comisario. En la noche de ayer se efectuaba un allanamiento en la provincia de
Buenos Aires, en busca de las dos mujeres, el otro hombre y un quinto hombre que no
participó en el secuestro pero sí durante el cautiverio y la liberación de la nena.
Según el comisario Sablich, éstos no son realmente secuestradores; se nota que no
están preparados para el secuestro, no conocen los códigos ni tienen infraestructura. En
la Ciudad de Buenos Aires, la última banda de secuestradores actuó hasta 1996. Después,
ya en febrero de este año, hubo otros dos secuestros, pero los autores tampoco eran
profesionales. Todos fueron detenidos.
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