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Cinco delincuentes vestidos con uniformes de la Bonaerense, que escapaban de la policía luego de asaltar la sucursal del Banco Provincia en Llavallol se cruzaron con un cabo de la Federal, de franco y en ojotas y shorcito. El espíritu de cuerpo pudo más: el cabo se identificó como policía y ofreció su auto como ayuda a quienes creía colegas. Los delincuentes aceptaron el convite, pero se lo llevaron como rehén. A las pocas cuadras, su cuerpo fue hallado, esposado y fusilado de un escopetazo en la cabeza. Del grupo de asaltantes, uno resultó herido y abandonado por sus compañeros. Una vez, más, su aspecto confundió, esta vez a los vecinos que le ofrecieron llamar una ambulancia. No. Ambulancia no, ambulancia no. Soy de los malos, imploró a los vecinos antes de ser detenido. Luego murió, en el hospital Gandulfo de Lomas de Zamora. El grupo ingresó a las 14.30 en la sucursal del Provincia ubicada en Argentina y Charlone, Llavallol. Eran cinco y estaban vestidos con ropas de fajina de la Policía Bonaerense. Tenían como objetivo el tesoro bancario, pero empezaron por vaciar las cajas. Cuando terminaban con la segunda, llegó un patrullero. Los cinco policías truchos optaron por buscar la salida. Y lo hicieron, a los tiros. Treparon al Fiat Uno celeste y al Renault 19 azul en los que habían llegado, bajo una lluvia de balas. Y lograron escapar, dejando herido en la mano a uno de los policías. Pero a las pocas cuadras se toparon con el operativo cerrojo y se inició una carrera de gomas chirriantes y estampidos. Entre nervios y balas, el conductor del Renault 19 calculó mal un giro y el auto terminó estrellado contra la pared de una fábrica de vidrio. Decidieron entonces seguir la huida a pie y los del Fiat Celeste cambiaron de vehículo. A esa altura, los fugitivos eran cuatro porque uno de ellos quedó herido en el interior del Renault. Vestido de fajina, fue confundido por los vecinos que se acercaron inmediatamente a prestarle ayuda. ¿Quiere una ambulancia?, le preguntaron. No, ambulancia no, ambulancia no. Soy de los malos, pudo decir a duras penas el delincuente que, según los testigos, tenía entre 35 y 40 años, un arma larga junto a sus piernas y sangre que manaba abundantemente de su rostro y su cuerpo. Segundos después llegó una comisión de los buenos, que detuvieron al herido y lo enviaron al hospital Gandulfo, de Lomas de Zamora, con custodia. Entretanto, la persecución continuaba. Los policías truchos llegaron a 1º de Marzo y Arroyo del Rey, donde se encontraba César Alfonso Giménez, soltero de 35 años, y cabo de la seccional 13 de la Federal. Giménez estaba de franco, de shorcito, remera y ojotas, ayudando a su hermano a construir su casa. En el momento en que se le acercaron los asaltantes, se encontraba conversando con él y su sobrino, dentro de su auto, un Renault 11. Lo primero que vio Giménez fueron los uniformes de fajina de la Guardia de Infantería Bonaerense e, inmediatamente, se ofreció a colaborar con su auto. ¿Necesitan ayuda, son personal policial?, habría dicho diligente. ¿Este auto es tuyo?, le preguntaron. Afirmativo, respondió el cabo. Giménez recién se dio cuenta de que las apariencias engañan cuando lo metieron en el auto a los golpes y esposado. El Renault 11 arrancó, tomó por la avenida Antártida Argentina y se esfumó, mientras un ejército de patrulleros y helicópteros lo buscaban por todo el conurbano. El rastro de los fugitivos reapareció poco después, a 4 kilómetros del banco, en el barrio San José, de Almirante Brown. Allí, en un zanjón de la calle Garay, entre Santa Ana y Caaguazú, fue hallado Giménez, con las muñecas esposadas y un escopetazo a quemarropa en la cabeza. Los vecinos del lugar encontraron el cuerpo, después de haber escuchado un disparo. El auto no apareció hasta más tarde, cuando fue descubierto lo que quedaba de él, incendiado, en el barrio La Cañada, de Quilmes. De su interior se habrían recuperado las credenciales de Giménez y su registro de conductor. Más tarde, el comisario inspector Jorge Sibau, jefe de la Delegación deInvestigaciones de Almirante Brown, informó que el asaltante internado en el Gandulfo había fallecido.
CUATRO NIÑOS SON TESTIGOS PROTEGIDOS Cuatro
hermanitos, de entre tres y diez años, presenciaron un crimen cometido en la ciudad de
Mar del Plata y ahora ingresaron en un programa de protección de testigos que está a
cargo de la Procuración General de la Suprema Corte de Justicia bonaerense.
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