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OPINION
Colombia no es Kosovo

Por Claudio Uriarte

Una intervención norteamericana en Colombia sería militarmente difícil y extremadamente costosa en términos de bajas, aunque la impotencia del presidente Andrés Pastrana frente a las FARC parece empujar cada vez más en esa dirección. La diferencia central con Kosovo es que en este caso se trató de la guerra contra un país –la República Federal de Yugoslavia–, donde 78 días de feroces bombardeos contra la infraestructura civil y algunos blancos militares terminaron poniendo al enemigo de rodillas; mientras tanto, extirpar de la montañosa selva colombiana a unos 15.000 guerrilleros de las FARC que conocen el terreno al detalle requeriría la entrada en acción de la infantería y asumir un número de bajas fatales que ningún político norteamericano está en condiciones se asimilar.
En Kosovo se libró una guerra aérea de elevadísima altitud: casi en ningún caso la aviación voló por debajo del límite seguro de 5000 metros -seguro contra las defensas antiaéreas– y buena parte de la operación corrió a cargo de misiles de crucero lanzados desde portaviones desplegados en el Mar Adriático. Esta misma táctica sería totalmente ineficaz contra una fuerza guerrillera, y la cantidad de “daños colaterales” (masacres civiles) que generaría, sería suficiente para dejar en la sombra los recuerdos más tenebrosos de My Lai, en la guerra de Vietnam –donde sí combatió la infantería–. La operación perdería pronto toda legitimidad internacional o regional –si llegara a alcanzarla, lo que parece dudoso, por la oposición de Brasil– multiplicando los llamados a un cese del fuego.
Al mismo tiempo, el costo de una intervención en pleno es prohibitivo. Las FARC tienen 15.000 hombres en armas contra unos 50.000 del Ejército colombiano. A las FARC habría que sumar tal vez el contingente de 5000 hombres del ELN. Según la doctrina antiguerrillera clásica, basada en la exitosa lucha antiinsurgencia que los británicos libraron en Malasia en los años 50, la ratio de fuerzas necesaria para garantizar el éxito es de 10 a 1: es decir, que EE.UU., Colombia y los países de América Latina que se sumaran a la aventura deberían reunir unas tropas antiguerrilleras de unos 200.000 hombres, lo que está fuera de todo cálculo razonable.
Lo que sí sería posible es algún tipo de medida parcial, como el traslado del Comando Sur al norte de Colombia –para reforzar a los paramilitares– o un sellado de esa misma frontera, que limita con el estratégico Canal de Panamá. Pero sería una operación prolongada, y de final abierto.

 

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