OPINION
La pasión & los
negocios
Por Gustavo Veiga |
Resulta
cuanto menos curioso. En el país se privatizaron vitales empresas del Estado,
ferrocarriles, bancos y aeropuertos, pero no ha sucedido lo mismo con las últimas alhajas
de la abuela que quedan en un baúl custodiado por dirigentes inquietos: los clubes de
fútbol. Julio Grondona, adelantándose a todos, ha ganado el desierto. Fiel a su vieja
táctica de dejar hacer al adversario y definir en casa sobre la hora, ni se inmutó
cuando Mauricio Macri avanzó como si se hubiera reencarnado en Roberto Dromi con el
propósito de sugerir la venta de bienes ajenos.
Aquí va la primera comparación. YPF, Aerolíneas Argentinas, Entel., Segba y el Banco
Hipotecario componían el patrimonio de los argentinos que el gobierno de Carlos Menem
negoció a su antojo. Boca, River, Vélez, Newells y Chacarita les pertenecen a sus
socios y, a diferencia del Poder Ejecutivo, la AFA, o sea la máxima autoridad del
fútbol, por ahora decidió resguardarlos de dudosos capitales privados.
En esta postura, la amplia mayoría de los dirigentes se ha diferenciado notablemente de
la clase política. Se abroqueló detrás de Grondona y se opuso a la venta o
tercerización de las instituciones. Sin embargo, hay algo que iguala a la AFA con el
menemismo. Ni los primeros consultaron a los asociados de sus entidades afiliadas, ni el
actual gobierno hizo lo propio con la gente que habita este país. Ignoraron cualquier
tipo de consulta.
La AFA ha sido refractaria a las presiones de afuera, a diferencia de una administración
política subordinada al poder económico. Algunos dirigentes hasta se dieron el gusto de
defenestrar a un proyecto privatista del ministro de Justicia, Raúl Granillo Ocampo, y a
otras iniciativas legislativas similares (Galmarini, Scioli).
¿Por qué razón el fútbol ha repelido estos embates, avalados por Macri y Miele, dos
representantes de clubes importantes? ¿Qué lo hace inmune hasta hoy a las apetencias de
capitalistas locales o internacionales? ¿Cuál es el motivo que hace desdeñar a los
dirigentes el dinero fresco que podría inyectarles savia nueva a sus clubes desquiciados?
Las preguntas admiten varias respuestas. En el delicado y desordenado momento que vive el
fútbol, pesan hasta cuestiones sentimentales. El amor a la camiseta, aunque esté
deshilachada. O el temor a la prosperidad de unos pocos en detrimento de muchos. El afán
de ciertos dirigentes para seguir haciendo operaciones tan irresponsables para los clubes,
como redituables para ellos. Y contribuyen hasta los intermediarios que lucran en un río
revuelto. Se mezclan, al fin de cuentas, la pasión y los negocios como no sucede en otra
parte.
Resulta singular, pero es así. El deporte más popular de los argentinos se resiste a que
le impongan los cambios. Acaso porque ya lo dijo una vez el fallecido Valentín Suárez,
un ex presidente e interventor de la AFA: A mí no me vengan con la ley jugando de
cuco, nunca ningún gobierno le bajará la cortina al fútbol.
Grondona, que algo sabe de estas cosas, navega con viento a favor. Las propuestas de
Macri, en cambio, por ahora no tienen consenso. |
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