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REPORTAJE A ALEIDA GUEVARA MARCH, HIJA DEL CHE
“Dos tetas jalan más que una carreta, decía mi papá”

Aleida está en la Argentina para presentar el libro de su padre “Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo”. Tiene 38 años, es pediatra y cuenta cómo era el Che como padre, cómo fue enterarse de su muerte, su relación con Fidel y los problemas de Cuba.

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Por Victoria Ginzberg
t.gif (862 bytes)  Dice que le falta la ironía que tenía la mirada de su padre. Pero la profundidad de sus ojos invoca la clásica imagen Ernesto Guevara con la vista en el horizonte. Aleida Guevara March es la hija del Che. Está en Argentina para presentar el libro Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo, el diario, hasta ahora inédito, escrito por el Che durante su estadía en ese país. Aleida tiene 38 años, es cubana, médica pediatra y le dice papá o tío a Fidel Castro. Defiende la revolución a muerte, se emociona y habla con admiración y orgullo del Che, pero también se permite bromear y desmitificar su figura: “El decía que un par de tetas jalan más que una carreta. Tú te imaginas en la cantidad de remeras, en la cantidad de pechos de mujeres que está. El hombre tendría que estar feliz”, afirma.
–¿Cuándo conoció Argentina?
–Creo que fue en el ‘96. Me invitó el programa de Susana Giménez (se ríe y aclara: fueron muy gentiles). Fue un impacto porque en Rosario, en la casa donde había supuestamente nacido mi papá, una señora me dijo que habían quitado la placa porque habían puesto un petardo. Y que eso era culpa del Che Guevara. Era casi el primer día que estaba en el país y aquella mujer que me dijo eso... Yo me quedé sin contestar.
–No se llevó una buena impresión de los argentinos.
–No podría juzgar a los argentinos por esa señora, pero me llamó la atención que habían respondido ante una amenaza como querían que se respondiera. Si cada vez que hay un problema ceden ante él, no les quedará mucho después. En mi país todos los días vivimos con amenazas y resistimos con dignidad. Pero el año pasado estuve en un congreso de médicos en La Plata y fue magnífico. En estos días también sentí el afecto y el respeto por mi papá.
–¿Por qué no se había publicado el material que se presenta ahora?
–Porque es un libro muy crítico, a veces desgarrador. Hay personas que obtuvieron información sobre el diario y lo sacaron de contexto. Y si el Che tiene sus propias conclusiones, ¿por qué tenemos que someter a la gente a leer una opinión de otro? Que lean lo que él hizo y se acabó. En este libro se siente al ser humano que era mi papá, se demuestra que los hombres tienen sentimientos muy profundos. Te lleva a la reflexión de que hay seres humanos con muchas dificultades y que hay que tener un poco de atención a ese problema.
–Entonces, tiene que ver todo lo que se publicó a los treinta años de su muerte, de...
–De gente escribiendo de todo. Y no muy bueno que digamos.
–¿Cómo es ser la hija del Che?
–Si yo hubiera vivido en otro país, no sé cómo sería, no sé si te estuviera hablando como lo estoy haciendo. Cuando la gente sabe que soy la hija del Che, es como un pedacito de ese hombre. Hay cariño, esa cosa de tocarte y abrazarte. Tú lo aceptas porque sabes que es una manera de querer a tu papá. A mí me enseñaron que un hombre que es capaz de ver las virtudes en otro es sin lugar a dudas un buen hombre. Pero un ser humano no es estable. Trato de que la gente entienda que soy un accidente genético. No quiero que crean que por ser la hija del Che tengo sus mismas virtudes.
–¿Cómo era el Che como papá, en la cotidianidad?
–Fue muy cortico el tiempo que convivimos. Yo tenía cuatro años y medio cuando se va para el Congo. Pero como en todo lo que él hacía, era muy intenso. Llegaba muy tarde a casa. Yo me quedaba durmiendo con mi mamá y cuando mi papi llegaba, me llevaba a mi cuarto y me daba un beso tan apretado que me despertaba. Tengo la imagen del cuarto oscuro, de aquel hombre que apenas veo en el día y que sin embargo me está despertando con un apretón inmenso en la cara. Esas imágenes quedan conmigo hablando de la necesidad que él tenía de nosotros, de darnos calor, porque sabía que el tiempo se acababa, que tenía que seguir. Esa intensidad fue la expresión de un padre que quiere dejar algo para sus hijos.
–¿Tiene recuerdos de cuando le dieron la noticia de su muerte?
–Cuando lo mataron tenía casi siete años. Fue un momento muy duro. Fidel Castro, que para mí es como un padre, nos preparó la noche anterior y nos dijo que había recibido una carta en donde mi papá decía que si un hombre muere haciendo lo que quiere no se debe llorar por él. Al otro día, mi mamá me dio la noticia. Ella es una mujer muy fuerte y estaba destruida. No me dijo “tu papá murió”. Me sentó en la cama y me leyó la carta de despedida. Al inicio dice: cuando ustedes lean esta carta, será porque ya yo no esté entre ustedes. Yo pensé, ya no voy a tener más papá. Y sentí como que una lágrima empezaba a salir. Pero me acordé de mi tío, lo que le había prometido, y lo cumplí. Me incorporé y dije “mamá, no podemos llorar porque mi papá murió como él quería”.
–¿Era machista el Che?
–Venía de una cultura machista. Pero tú no lo ves nunca en ninguna expresión, él respeta extraordinariamente a las mujeres. ¿Por qué crees que se enamoró de mi mamá? La vio combatiendo a su lado, codo con codo. Pero hay algo. Cuando yo voy a cumplir seis años, mi papá manda una carta de Bolivia. Ahí nombra a cada uno de sus hijos. A mí me dice que siga ayudando a mi madre. A Ernesto, que es el más pequeño, le escribe: tú crece que, si hay imperialismo todavía, saldremos a combatirlo. Si eso se acaba, tu Camilo y yo nos iremos de vacaciones a la Luna. Pero fíjate, se va con los varones de vacaciones a la Luna y a las mujeres nos deja metidas en la casa. Hombre, eso fue para mí un insulto.
–Le deben haber preguntado mucho sobre el tema de los posters del Che, las remeras con su imagen...
–Nosotros somos un pueblo que miramos siempre lo positivo. Hay jóvenes que compran las remeras porque está de moda o porque a las muchachas les gusta. Mi papá era muy buen mozo, entre paréntesis. Pero yo pienso que algo siempre queda y que el joven irá a buscar algo más que su imagen. Y sería más útil si empezaran a conocer un poquito más su vida, su obra. Por otro lado mi papá decía que un par de tetas jalan más que una carreta. Ahora, tú te imaginas en la cantidad de remeras que está mi papá, en la cantidad de pechos de mujeres que está. El hombre tendría que estar feliz. –Pero no está sólo en remeras, hay un reloj, hay hasta una cerveza...
–La cerveza me parece una cosa muy frívola para que esté mi papá. Tampoco me gusta verlo en el fondo de un cenicero donde tú apagas la ceniza, es una falta de respeto. Que te lo pongas en la parte de atrás del pantalón, me parece que no es un lugar adecuado, aunque a él podría gustarle. Por algunas cosas hemos protestado y logrado que se quite, pero sinceramente no nos interesa mucho. En algún momento eso te puede lastimar, pero hay muchas cosas en la vida como para perder energía en estas pequeñas tonterías.
–¿Cómo se sintió con el encuentro del cuerpo de su padre?
–Fue muy duro. Yo a mi papá lo recuerdo y me lo imagino vivo. De pronto ver delante de ti una cajita, eso te desgarra por dentro. Además vienen todos los recuerdos sobre cómo lo mataron. Es difícil aceptar que lo hayan asesinado, sobre todo si se trata de un hombre que siempre fue muy justo con sus prisioneros. A mí me hubiera gustado poder incinerar sus restos y esparcirlos por los Andes, es una cosa que yo sé que él hubiese preferido, porque es algo romántico y él era un hombre romántico. Pero si hay algo que yo respeto es la opinión de mi pueblo y ellos lo querían de regreso. Era como algo que les habían robado y que ellos querían recuperar a toda costa. Su recibimiento fue una de las manifestaciones de amor más grande que yo he visto en mi país.
–¿Qué sería diferente en Cuba si el Che estuviera vivo?
–Esa pregunta es incontestable. Hay cosas que pasan independientemente de los hombres. Alguno de los amigos más íntimos de mi padre se lo imaginan trabajando atrás de una computadora buscando soluciones económicas para el país. Siendo yo todavía una adolescente, se me ocurrió un día decirle a mi hermano Camilo: “Qué bueno si mi papá estuviera, si pudiéramos discutir los problemas que tenemos”. El me miró y me dijo: “Si estuviera vivo, no sería nuestro padre”. Y es verdad. Era un hombre que ya había decidido cómo vivir.
–¿Qué le reprocharía el Che a Fidel?
–Son preguntas que sólo él podría contestar.
–¿Y usted? ¿Qué le critica?
–Este hombre es el que guió la Revolución Cubana, que ha mostrado una dignidad tremenda, que nunca le ha fallado a su pueblo. Es como nuestro sol, y José Martí decía que el sol puede tener manchas pero que da tanto calor y tanta luz que los hombres honestos no se las ven. Además, es como mi papá y lo amo con todas mis fuerzas.
–Al padre uno le puede reprochar cosas.
–Bueno, pero esas cosas quedan entre tú y tu papá.

 

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