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Por Carlos Rodríguez Podría decirse que fue un ajuste de cuentas del destino. Para que la señal quedara clara, el titiritero que marcó el final de Jesús Daniel Frías Sánchez, de 34 años, le soltó el piolín en el Hospital Gandulfo de Lomas de Zamora. En ese escenario había caído, hace más de ocho años, una de las víctimas de Frías: el joven poeta Sergio Schiavini, de 32 años. La historia, compleja, se resume diciendo que Frías, quien integraba la banda que el jueves asaltó el Banco Provincia de Llavallol y asesinó al cabo primero César Alfonso Giménez, había sido condenado en 1997 a 18 años de prisión, junto con otros dos ladrones, por haber usado como escudo humano a Schiavini durante un feroz enfrentamiento a tiros con 15 policías que fueron absueltos. ¿Por qué estaba en libertad Frías Sánchez? Nadie lo sabe con precisión: al parecer gozaba de la condicional luego de cumplir los dos tercios de la pena, por aplicación del cómputo dos por uno. A María Teresa Schiavini, la madre del poeta, no le cierran las cuentas y por eso exige: Que alguien me explique por qué estaba libre un asesino. El fiscal Daniel Domingo Gualtieri, que investiga el robo al banco y el crimen del cabo Giménez, al ser consultado por la prensa se limitó a decir que debe realizar las consultas del caso con la Cámara que lo condenó a Frías, el 17 de mayo de 1997, por el homicidio de Schiavini, ocurrido el 29 de mayo de 1991. Frías Sánchez estaba detenido desde el día del hecho y si recuperó su libertad el año pasado, como dijeron fuentes policiales, estuvo preso alrededor de seis años, de los cuales cuatro deberían computarse doble porque ese tiempo siguió detenido siendo procesado, sin condena firme, hecho que lo convirtió en beneficiario de la ley del dos por uno. Los números no terminan de cerrar. En razón de la feria judicial, el único que pudo ser consultado fue el fiscal Gualtieri, quien insistió en que la Cámara es la única que está en condiciones de saber exactamente qué tipo de cómputo se hizo con su condena o si se había fugado de alguna institución penitenciaria. Lo único que confirmó Gualtieri es que el nombre del condenado era igual al del delincuente que murió ayer luego del asalto en Llavallol. La noticia que circuló como rumor desde la mañana fue ratificada a Página/12, a las 20 de ayer, por la oficina de prensa del Ministerio de Seguridad bonaerense: Sí, es la misma persona, según constató la gente de la Delegación Departamental de Investigaciones de Lomas de Zamora. En el juicio oral, Frías Sánchez admitió que formaba parte de la banda que realizó el robo, el 29 de mayo de 1991, a la confitería Dalí de Lomas. Sin embargo, cuando se produjo su detención, en la primera declaración ante el juez de instrucción, había tratado de eludir su responsabilidad diciendo: Yo no tengo nada que ver, pasaba por ahí y entré, no formaba parte de la banda. Después se comprobó que era cómplice de Miguel Villarreal y Luis Leonardo Corzo, condenados como él, y de Luis Alberto Sanabria, quien murió asesinado en prisión un tiempo antes de que se iniciara el juicio. El humor negro acompañó a Frías Sánchez hasta horas antes de su muerte en el Hospital Gandulfo. No. Ambulancia no, ambulancia no. Soy de los malos, le había aclarado a los vecinos que querían ayudarlo, creyendo que era policía como sus ropas parecían indicarlo, cuando lo vieron muerto dentro de un automóvil. Temprano a la mañana, el teléfono sonó en la casa de Teresa Schiavini: era el aviso, y el interrogante, sobre la posible coincidencia del ladrón muerto por el robo al banco y la banda que asaltó la confitería Dalí. Desde ese momento volví a revivir todo lo que ocurrió aquella noche en Dalí, comentó a este diario la mamá del joven Schiavini. El fue el que usó a mi hijo como escudo humano cuando la policía comenzó a disparar contra los ladrones. Frías Sánchez lo levantó tres veces del suelo, donde se había tirado Sergio para no resultar herido. El fue uno de los principales responsables del crimen, junto con los 15 policías quedispararon a diestra y siniestra y que, a pesar de todas las pruebas, quedaron en libertad. Por intuición tal vez, cuando todavía faltaba la confirmación oficial, la madre de Schiavini habló por la TV sobre todo lo que sentía al saber que había estaba en libertad uno de los asesinos de su hijo. Alguien tiene que explicar por qué estaba libre, si ya había cumplido los dos tercios de la pena. Alguien tiene que dar la cara. Schiavini, quien llevó el caso de su hijo ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, duda de la Justicia y de la policía: Las circunstancias de la muerte de Frías Sánchez vienen a cerrar un caso que es como el botón de muestra de la impunidad en la Argentina. Y la ironía final es que se haya muerto en el mismo hospital al que llevaron a Sergio.
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