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Hassan II de Marruecos (foto), quien murió ayer de un paro cardíaco tras haber sido internado con una pulmonía grave, no podrá ser recordado como un modelo de demócrata ni de gobernante transparente: durante su reinado de 38 años, la corrupción y el autoritarismo fueron dominantes. Pero el legendario monarca, quien ayer mismo fue sucedido por el príncipe Sidi Mohammed, cuyo nombre como rey será este último, sí representó un equilibrio de moderación en el Medio Oriente tempestuoso y belicista del último medio siglo. Esencialmente un líder prooccidental, su reino --junto con el de Jordania, cuyo también legendario rey Hussein murió asimismo este año-- fue uno de los más inclinados por la paz con Israel, país con el que mantuvo relaciones de facto que eran un secreto a voces en el mundo árabe, en parte del cual se lo consideraba un traidor. Después de firmar la paz con los palestinos, el asesinado primer ministro israelí Yitzhak Rabin y su canciller Shimon Peres aterrizaron en Rabat para mantener conversaciones con el rey. No era la primera vez que lo hacían, pero sí en público y a la vista de las cámaras de televisión. Formalmente, aún no hay relaciones diplomáticas entre Israel y Marruecos, que espera que el Estado hebreo normalice sus vínculos con sus principales adversarios.
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