Por Maricarmen Almada Lo único que hay es un
reclamo del gobierno paraguayo, dijo Carlos Menem ayer por la mañana. No hay
documentación que pruebe que el general Oviedo está desarrollando actividad política
aquí. El Presidente fue tajante, pero se equivocó: si quiere cumplir con la
legislación nacional e internacional, como agregó, no tiene más que preguntarle a
los oviedistas residentes en Buenos Aires, que le pueden informar de las múltiples
actividades del asilado. Actividades políticas que incluyen la creación de una base en
Argentina, el reclutamiento de punteros entre la comunidad paraguaya local, la
recaudación de fondos, la compra de una radio y la captación de la prensa comunitaria.
Menem se enteraría así que desde hace poco más de un mes, el golpista paraguayo Lino
Oviedo recibe en su quinta de Moreno a referentes políticos de distintas agrupaciones de
su país, en abierta violación a las reglas del asilo. Los contingentes son citados por
teléfono o piden audiencia por su cuenta en un trámite sencillo (ver aparte). La
custodia del asilado, compuesta de policías federales y de comandos del Grupo Albatros de
Prefectura, constatan datos y antecedentes personales de los que piden audiencia. El ex
general mantiene charlas diarias en las que da instrucciones precisas y recluta nuevos
apoyos: entre setenta y cien paraguayos ingresan cada semana a la residencia de Lino
Oviedo en la calle Semana de Mayo, en Francisco Alvarez, un tranquilo pueblo de quintas en
Moreno, al oeste del Gran Buenos Aires.
Los visitantes son reconocidos políticos o directivos de distintas agrupaciones de
residentes paraguayos en Argentina, que coinciden con el pensamiento de El jinete
Bonsai. Durante las reuniones hablan de política y de cómo lograr que Oviedo
regrese al Paraguay para acceder al poder, si es posible a tiempo para las elecciones de
noviembre. Con ese fin se los instruye y envía hacia objetivos bien concretos: centros
culturales y medios de comunicación de la comunidad paraguaya.
La idea de la organización es infiltrarse en la colectividad a través de lo social
y luego encaminarlo hacia la política, afirmó a este diario Arsenio Cabrera,
dirigente porteño del Partido Liberal Radical Auténtico, agrupación con más de ocho
mil socios en toda Argentina, dos mil de ellos en la Capital. A mí también me
invitaron y por supuesto no acepté. Creo que esta movida sólo beneficia a un grupúsculo
de sus seguidores que tiene un fuerte compromiso con un sector del peronismo, agrega
Cabrera. La sede de la Unión de Colorados Eticos (UNACE) de la calle México entre
Combate de los Pozos y Entre Ríos, le fue cedida por Osvaldo Mércuri, presidente de la
Cámara de Diputados y hombre del justicialismo bonaerense. La relación está a la
vista.
Darío González, presidente aquí del Partido Colorado, es un invitado permanente en casa
de Oviedo. En 1987 González fue socio-propietario de una radio en Moreno pero ahora
cambió de zona. Según fuentes de la emisora, la última inversión de González y su
grupo fue la compra del treinta y cinco por ciento accionario de FM Río, de Avellaneda,
donde los domingos emiten programas de neto corte oviedista.
Otro habitué de la quinta es Conrado Martínez Noguera, fervoroso seguidor que accedió a
dialogar con Página/12 para explicar el motivo de las reuniones. Representa a un sector
del paraguayo Partido Revolucionario Febrerista y es presidente regional en Buenos Aires.
Martínez no cree que Oviedo trasgreda las leyes argentinas. Existe un control del
Ministerio del Interior en la casona las veinticuatro horas del día y otro de la Policía
Federal, explica. Estos son los beneficios de la democracia en este país
generoso. El general nos recibe como compatriotas y charlamos de política sí, pero
también de cultura, de poesía y de nuestra historia. Martínez admite que todo es
política pero que las visitas también significan solidaridad a Oviedo por los momentos
que pasa en el exilio. Cuenta que el ex general duerme poco y extraña a su tierra.
Conrado Martínez reconoce que por lo menos hay cinco reuniones semanales y que en cada
una de ellas participan unas veinte personas. Son todos dirigentes políticos, no
solamente colorados, sino de otros partidos porque Oviedo ya es patrimonio nacional,
enfantiza. Martínez también confirma que el local del UNACE les fue cedido por
Osvaldo Mércuri, un dirigente peronista consustanciado con el pensamiento de
Oviedo. Su organización ofreció al movimiento paraguayo ese local para realizar no
solamente actos políticos sino también culturales. Ahí nos reunimos los miércoles y
los viernes de las veinte horas en adelante. El trato fue hecho directamente entre Oviedo
y Mércuri, lo cuento con nombre y apellido porque no tengo miedo a nada y estamos en
democracia.
Infiltrarse en los medios aparece como otra constante en la estrategia oviedista. En este
marco captaron la voluntad de Epifanio Méndez Val y de Ramón González, director y
distribuidor de la revista Ñe-engatú que también visitan la quinta de Moreno. El pasado
viernes 9, la publicación celebró una gran fiesta en la Casa Paraguaya, ubicada en el
centro porteño. Su presidente, el también oviedista Alejandro Romero, invitó y ubicó a
veinte importantes punteros del ex general en una larga mesa. Conrado Martínez, que
estuvo presente, llevaba un regalo personal de Oviedo al director de la revista. Según
Martínez, un noventa por ciento de los asistentes respondían a Oviedo pero aclara que
esa noche sólo se hizo cultura de paraguayidad.
Otros oviedistas destacados son Lacur Fernández, Edwin Vera y Martín Acosta Velasco. Los
comanda Pilar Fernández, sobrina del ex general que opera en el centro porteño. Todos
sostienen que Oviedo no es un golpista y que ya habrá tiempo de demostrar la falsedad de
las acusaciones.
En tanto, Filemón Cubilla, presidente de la Asociación de Migrantes Paraguayos
residentes en el Exterior con sede en Hurlingham, fue amenazado de muerte durante sus
programas de radio, una FM de San Miguel y la otra de Castelar. Yo opinaba en contra
del asilo de Oviedo, critiqué las reuniones en la quinta. Los residentes paraguayos
tenemos que pensar con responsabilidad. Y eso no se puede cumplir si acá tenemos a Oviedo
como un factor desestabilizador. Las visitas al ex general orientan a crear una
organización para atentar contra la democracia paraguaya, entiende Cubilla.
Zacarías Acosta, presidente del Encuentro Permanente de Dirigentes de Base, con sede en
Merlo, tiene otra interpretación sobre las visitas. Por supuesto que conocer esta
actividad es desagradable pero no creo que tenga consistencia. Son sólo versiones
alarmistas. Para mí Oviedo está muerto. Creo que él y su gente remueven el avispero
para, en todo caso, beneficiar a sus testaferros que están en decadencia. El tipo quiere
hacer notar que existe, eso es todo, dijo.
En Moreno, Reynaldo Amarilla, el cuestionado presidente de la Asociación de Residentes
Paraguayos, fue visto reiteradas veces en la quinta. Según miembros de la colectividad,
Amarilla dedica su tiempo libre a la junta de firmas en apoyo a su jefe.
Además de recibir visitas, el ex general golpista pasea o hace compras en los comercios
de Francisco Alvarez, rodeado siempre por una fuerte custodia. Sus hijos se educan en
casa, ya que finalmente fueron expulsados de la Escuela Parroquial San Francisco de Asís,
establecimiento privado de su barrio.
Un trámite muy simple Página/12 comprobó que pedir audiencia para ver a Lino Oviedo ya es un
trámite casi de rutina. Lo primero que se ve al llegar al paredón de la casona en Semana
de Mayo, entre Tasso y Demesio Alvarez, es un Galaxy azul con vidrios polarizados. Al que
se detenga ante la puerta lo abordarán sus tripulantes, dos agentes de civil que no se
identifican. Sigue un breve interrogatorio en el que hay que exponer los motivos de la
visita. Si son aceptados, los agentes indican la puerta lateral distante media cuadra de
la entrada principal. Tiene que ir allá y golpear la ventanita, señalan
mientras avisan por radio a la custodia del interior. De pronto la calle antes desierta,
toma otro ritmo. Aparecen más coches, un Mercedes color gris que entra a la quinta por el
portón trasero. Otro Galaxy idéntico al azul se cruza en la calle mientras observa el
trámite.
De atrás del ventanuco, un joven saluda con amabilidad. Tiene alrededor de veinticinco
años y se presenta como agente de la Policía Federal. Su función es meramente
administrativa, dice. Pide documentos y un número de teléfono. Maniobra con ambas manos,
no lleva armas. A su lado asoma la punta de un fusil y la sombra del custodio se proyecta
sobre el césped. Ningún sonido se escucha desde la mansión. El joven pide que lo
esperen, cierra la pequeña abertura y se marcha hacia la casa con rapidez. Regresa y
confirma que primero pedirán información sobre las personas que desean ingresar.
Hoy no puede ser, hay que tener paciencia. Tal vez mañana mismo la llamen, no creo
que haya problemas porque el general recibe a muchísima gente, dice a la cronista. |
Un ex general paraguayo que vive entre
sus amigos
Por Romina Calderaro
La
equitación es una de las pasiones de el ex general golpista Lino César Oviedo. El
jinete Bonsai, lo apodaban sus enemigos políticos, en alusión a su baja estatura.
Pero medir poco menos de un metro sesenta y cinco no le impidió derrocar al dictador
Alfredo Stroessner el 3 de febrero de 1989, con una granada en una mano y una pistola en
la otra, ni liderar una revuelta militar en abril de 1996 y poner en jaque la democracia
paraguaya. El 28 de marzo de 1999, sospechado de ser el autor intelectual del asesinato
del por entonces vicepresidente paraguayo, Luis María Argaña, armó tres bolsos con ropa
y un maletín con 350 mil dólares, reunió a parte de su familia y subió sin plan de
vuelo, rumbo a estos pagos a bordo de su avión Beechcraft. Antes de las diez de la noche,
aterrizó en San Fernando. Ahora, vive en una quinta de Moreno.
Aunque es cierto que en la Argentina Oviedo es sinónimo de golpista, no es menos cierto
que el ex militar paraguayo se ocupó de cultivar amistades con el poder. Por caso, el
presidente Carlos Menem. Apenas llegó al país, Oviedo se alojó en el haras de otro
amigo, el empresario naviero Arnaldo Martinenghi. Enseguida entregó al Gobierno una carta
con el pedido de asilo que invocaba la hospitalidad de esta benemérita
tierra, recordaba la nacionalidad argentina de su esposa y subrayaba que había
llegado al país con sus tres hijas.
Como era de esperar, Menem le concedió asilo a su amigo, el hombre que alguna vez dijo
orgulloso que el Partido Colorado y las fuerzas armadas serán gobierno, guste o no,
por los siglos de los siglos. La decisión presidencial fue avalada por el gobierno
de Estados Unidos y el de Brasil, pero la polémica hacia adentro de la Argentina recién
comenzaba.
El ex presidente Raúl Alfonsín, a título personal, respaldó la decisión de Menem.
Yo pienso, sin comprometer a nadie, que estamos haciendo un servicio a la democracia
del Paraguay. Más allá de la rabia que tenemos nosotros y el pueblo paraguayo, hay
políticos del Paraguay que están pensando que es mejor tenerlo acá que allá,
argumentó. Carlos Chacho Alvarez y Fernando de la Rúa, en cambio, cerraron
filas contra el militar, y trataron de disimular el fastidio que les provocó la encendida
defensa del ex presidente radical. El ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, también
se opuso al asilo: Yo lo hubiera enviado nuevamente a su país, sostuvo. El
gobernador bonaerense, Eduardo Duhalde, hizo pública su postura de no refugiar golpistas.
Convengamos que este hombre no fue un dictador porque no se le dieron las
condiciones, le comentó el candidato presidencial del PJ a uno de sus
colaboradores.
Mientras tanto, el ex general seguía viviendo en el haras con su mujer, Raquel Marín
que es argentina, pero se mudó a Paraguay a los tres años, tres de sus seis
hijos y un importante número de custodios que lo siguen a sol y a sombra.
Por esa época, Juan Carlos Wasmosy, el ex presidente del Paraguay, denunciaba que todos
los días Oviedo salía de su residencia oculto en un camión. También lo acusó de
narcotraficante y de ser él y no Arnaldo Martinenghi el verdadero dueño del
haras. No se va a quedar quieto porque tiene muy buenas relaciones en la Argentina
que le permiten moverse con facilidad, decía, y el tiempo le dio la razón.
Después del haras de Martinenghi, Lino O, como lo llaman sus seguidores, se
trasladó a una quinta de Moreno. El único problema que tuvo es que no consiguió
vacantes en ninguno de los colegios bilingües de la zona para sus hijos, ante la
resistencia que generó la noticia entre los padres de los alumnos.
Las reglas del asilo Apenas Lino Oviedo llegó a la Argentina, las denuncias sobre sus actividades
ilícitas en este país comenzaron a llover desde Paraguay. Acusaban al
militar de salir de su residencia todos los días escondido en su camioneta y de recibir a
legisladores de su país en su casa. En rigor, esas actividades no están prohibidas para
Oviedo. Aunque el ministro del Interior, Carlos Corach, se mostró en contra de la
actividad política del militar no podrá realizar actividades o actos que
pongan en peligro el orden, la paz, o la seguridad pública del país o que puedan afectar
las relaciones exteriores de la Argentina, ni participar de las actividades
políticas del país, la resolución a través de la cual se le concedió el
asilo político no le prohíbe mantener reuniones con dirigentes de su partido. Lo que el
gobierno argentino sí le prohíbe al ex militar golpista es salir de su lugar de
residencia sin autorización o mudarse sin informarlo a la policía o a Migraciones. Por
lo demás, Lino Oviedo es un ciudadano más. |
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