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EL GENERAL PARAGUAYO HACE POLITICA ABIERTAMENTE
Lino, el asilado más activo

Menem desmintió que piense expulsar a su asilado Lino Oviedo, porque “no hay pruebas” de que haga política. Pero los aliados más cercanos del ex general ni se molestan en ocultar las reuniones que se hacen cada noche en su casa.

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Por Maricarmen Almada

t.gif (862 bytes) “Lo único que hay es un reclamo del gobierno paraguayo”, dijo Carlos Menem ayer por la mañana. “No hay documentación que pruebe que el general Oviedo está desarrollando actividad política aquí.” El Presidente fue tajante, pero se equivocó: si quiere “cumplir con la legislación nacional e internacional”, como agregó, no tiene más que preguntarle a los oviedistas residentes en Buenos Aires, que le pueden informar de las múltiples actividades del asilado. Actividades políticas que incluyen la creación de una base en Argentina, el reclutamiento de punteros entre la comunidad paraguaya local, la recaudación de fondos, la compra de una radio y la captación de la prensa comunitaria.
Menem se enteraría así que desde hace poco más de un mes, el golpista paraguayo Lino Oviedo recibe en su quinta de Moreno a referentes políticos de distintas agrupaciones de su país, en abierta violación a las reglas del asilo. Los contingentes son citados por teléfono o piden audiencia por su cuenta en un trámite sencillo (ver aparte). La custodia del asilado, compuesta de policías federales y de comandos del Grupo Albatros de Prefectura, constatan datos y antecedentes personales de los que piden audiencia. El ex general mantiene charlas diarias en las que da instrucciones precisas y recluta nuevos apoyos: entre setenta y cien paraguayos ingresan cada semana a la residencia de Lino Oviedo en la calle Semana de Mayo, en Francisco Alvarez, un tranquilo pueblo de quintas en Moreno, al oeste del Gran Buenos Aires.
Los visitantes son reconocidos políticos o directivos de distintas agrupaciones de residentes paraguayos en Argentina, que coinciden con el pensamiento de “El jinete Bonsai”. Durante las reuniones hablan de política y de cómo lograr que Oviedo regrese al Paraguay para acceder al poder, si es posible a tiempo para las elecciones de noviembre. Con ese fin se los instruye y envía hacia objetivos bien concretos: centros culturales y medios de comunicación de la comunidad paraguaya.
“La idea de la organización es infiltrarse en la colectividad a través de lo social y luego encaminarlo hacia la política”, afirmó a este diario Arsenio Cabrera, dirigente porteño del Partido Liberal Radical Auténtico, agrupación con más de ocho mil socios en toda Argentina, dos mil de ellos en la Capital. “A mí también me invitaron y por supuesto no acepté. Creo que esta movida sólo beneficia a un grupúsculo de sus seguidores que tiene un fuerte compromiso con un sector del peronismo”, agrega Cabrera. “La sede de la Unión de Colorados Eticos (UNACE) de la calle México entre Combate de los Pozos y Entre Ríos, le fue cedida por Osvaldo Mércuri, presidente de la Cámara de Diputados y hombre del justicialismo bonaerense. La relación está a la vista.”
Darío González, presidente aquí del Partido Colorado, es un invitado permanente en casa de Oviedo. En 1987 González fue socio-propietario de una radio en Moreno pero ahora cambió de zona. Según fuentes de la emisora, la última inversión de González y su grupo fue la compra del treinta y cinco por ciento accionario de FM Río, de Avellaneda, donde los domingos emiten programas de neto corte oviedista.
Otro habitué de la quinta es Conrado Martínez Noguera, fervoroso seguidor que accedió a dialogar con Página/12 para explicar el motivo de las reuniones. Representa a un sector del paraguayo Partido Revolucionario Febrerista y es presidente regional en Buenos Aires. Martínez no cree que Oviedo trasgreda las leyes argentinas. “Existe un control del Ministerio del Interior en la casona las veinticuatro horas del día y otro de la Policía Federal,” explica. “Estos son los beneficios de la democracia en este país generoso. El general nos recibe como compatriotas y charlamos de política sí, pero también de cultura, de poesía y de nuestra historia.” Martínez admite que todo es política pero que las visitas también significan solidaridad a Oviedo por los momentos que pasa en el exilio. Cuenta que el ex general duerme poco y extraña a su tierra.
Conrado Martínez reconoce que por lo menos hay cinco reuniones semanales y que en cada una de ellas participan unas veinte personas. “Son todos dirigentes políticos, no solamente colorados, sino de otros partidos porque Oviedo ya es patrimonio nacional”, enfantiza. Martínez también confirma que el local del UNACE les fue cedido por “Osvaldo Mércuri, un dirigente peronista consustanciado con el pensamiento de Oviedo. Su organización ofreció al movimiento paraguayo ese local para realizar no solamente actos políticos sino también culturales. Ahí nos reunimos los miércoles y los viernes de las veinte horas en adelante. El trato fue hecho directamente entre Oviedo y Mércuri, lo cuento con nombre y apellido porque no tengo miedo a nada y estamos en democracia”.
Infiltrarse en los medios aparece como otra constante en la estrategia oviedista. En este marco captaron la voluntad de Epifanio Méndez Val y de Ramón González, director y distribuidor de la revista Ñe-engatú que también visitan la quinta de Moreno. El pasado viernes 9, la publicación celebró una gran fiesta en la Casa Paraguaya, ubicada en el centro porteño. Su presidente, el también oviedista Alejandro Romero, invitó y ubicó a veinte importantes punteros del ex general en una larga mesa. Conrado Martínez, que estuvo presente, llevaba un regalo personal de Oviedo al director de la revista. Según Martínez, un noventa por ciento de los asistentes respondían a Oviedo pero aclara que esa noche sólo se hizo “cultura de paraguayidad”.
Otros oviedistas destacados son Lacur Fernández, Edwin Vera y Martín Acosta Velasco. Los comanda Pilar Fernández, sobrina del ex general que opera en el centro porteño. Todos sostienen que Oviedo no es un golpista y que ya habrá tiempo de demostrar la falsedad de las acusaciones.
En tanto, Filemón Cubilla, presidente de la Asociación de Migrantes Paraguayos residentes en el Exterior con sede en Hurlingham, fue amenazado de muerte durante sus programas de radio, una FM de San Miguel y la otra de Castelar. “Yo opinaba en contra del asilo de Oviedo, critiqué las reuniones en la quinta. Los residentes paraguayos tenemos que pensar con responsabilidad. Y eso no se puede cumplir si acá tenemos a Oviedo como un factor desestabilizador. Las visitas al ex general orientan a crear una organización para atentar contra la democracia paraguaya”, entiende Cubilla.
Zacarías Acosta, presidente del Encuentro Permanente de Dirigentes de Base, con sede en Merlo, tiene otra interpretación sobre las visitas. “Por supuesto que conocer esta actividad es desagradable pero no creo que tenga consistencia. Son sólo versiones alarmistas. Para mí Oviedo está muerto. Creo que él y su gente remueven el avispero para, en todo caso, beneficiar a sus testaferros que están en decadencia. El tipo quiere hacer notar que existe, eso es todo”, dijo.
En Moreno, Reynaldo Amarilla, el cuestionado presidente de la Asociación de Residentes Paraguayos, fue visto reiteradas veces en la quinta. Según miembros de la colectividad, Amarilla dedica su tiempo libre a la junta de firmas en apoyo a su jefe.
Además de recibir visitas, el ex general golpista pasea o hace compras en los comercios de Francisco Alvarez, rodeado siempre por una fuerte custodia. Sus hijos se educan en casa, ya que finalmente fueron expulsados de la Escuela Parroquial San Francisco de Asís, establecimiento privado de su barrio.

 

Un trámite muy simple

Página/12 comprobó que pedir audiencia para ver a Lino Oviedo ya es un trámite casi de rutina. Lo primero que se ve al llegar al paredón de la casona en Semana de Mayo, entre Tasso y Demesio Alvarez, es un Galaxy azul con vidrios polarizados. Al que se detenga ante la puerta lo abordarán sus tripulantes, dos agentes de civil que no se identifican. Sigue un breve interrogatorio en el que hay que exponer los motivos de la visita. Si son aceptados, los agentes indican la puerta lateral distante media cuadra de la entrada principal. “Tiene que ir allá y golpear la ventanita”, señalan mientras avisan por radio a la custodia del interior. De pronto la calle antes desierta, toma otro ritmo. Aparecen más coches, un Mercedes color gris que entra a la quinta por el portón trasero. Otro Galaxy idéntico al azul se cruza en la calle mientras observa el trámite.
De atrás del ventanuco, un joven saluda con amabilidad. Tiene alrededor de veinticinco años y se presenta como agente de la Policía Federal. Su función es meramente administrativa, dice. Pide documentos y un número de teléfono. Maniobra con ambas manos, no lleva armas. A su lado asoma la punta de un fusil y la sombra del custodio se proyecta sobre el césped. Ningún sonido se escucha desde la mansión. El joven pide que lo esperen, cierra la pequeña abertura y se marcha hacia la casa con rapidez. Regresa y confirma que primero pedirán información sobre las personas que desean ingresar. “Hoy no puede ser, hay que tener paciencia. Tal vez mañana mismo la llamen, no creo que haya problemas porque el general recibe a muchísima gente”, dice a la cronista.


 

Un ex general paraguayo que vive entre sus amigos

Por Romina Calderaro

T.GIF (862 bytes) La equitación es una de las pasiones de el ex general golpista Lino César Oviedo. “El jinete Bonsai”, lo apodaban sus enemigos políticos, en alusión a su baja estatura. Pero medir poco menos de un metro sesenta y cinco no le impidió derrocar al dictador Alfredo Stroessner el 3 de febrero de 1989, con una granada en una mano y una pistola en la otra, ni liderar una revuelta militar en abril de 1996 y poner en jaque la democracia paraguaya. El 28 de marzo de 1999, sospechado de ser el autor intelectual del asesinato del por entonces vicepresidente paraguayo, Luis María Argaña, armó tres bolsos con ropa y un maletín con 350 mil dólares, reunió a parte de su familia y subió sin plan de vuelo, rumbo a estos pagos a bordo de su avión Beechcraft. Antes de las diez de la noche, aterrizó en San Fernando. Ahora, vive en una quinta de Moreno.
Aunque es cierto que en la Argentina Oviedo es sinónimo de golpista, no es menos cierto que el ex militar paraguayo se ocupó de cultivar amistades con el poder. Por caso, el presidente Carlos Menem. Apenas llegó al país, Oviedo se alojó en el haras de otro amigo, el empresario naviero Arnaldo Martinenghi. Enseguida entregó al Gobierno una carta con el pedido de asilo que invocaba la hospitalidad de “esta benemérita tierra”, recordaba la nacionalidad argentina de su esposa y subrayaba que había llegado al país con sus tres hijas.
Como era de esperar, Menem le concedió asilo a su amigo, el hombre que alguna vez dijo orgulloso que “el Partido Colorado y las fuerzas armadas serán gobierno, guste o no, por los siglos de los siglos”. La decisión presidencial fue avalada por el gobierno de Estados Unidos y el de Brasil, pero la polémica hacia adentro de la Argentina recién comenzaba.
El ex presidente Raúl Alfonsín, a título personal, respaldó la decisión de Menem. “Yo pienso, sin comprometer a nadie, que estamos haciendo un servicio a la democracia del Paraguay. Más allá de la rabia que tenemos nosotros y el pueblo paraguayo, hay políticos del Paraguay que están pensando que es mejor tenerlo acá que allá”, argumentó. Carlos “Chacho” Alvarez y Fernando de la Rúa, en cambio, cerraron filas contra el militar, y trataron de disimular el fastidio que les provocó la encendida defensa del ex presidente radical. El ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, también se opuso al asilo: “Yo lo hubiera enviado nuevamente a su país”, sostuvo. El gobernador bonaerense, Eduardo Duhalde, hizo pública su postura de no refugiar golpistas. “Convengamos que este hombre no fue un dictador porque no se le dieron las condiciones”, le comentó el candidato presidencial del PJ a uno de sus colaboradores.
Mientras tanto, el ex general seguía viviendo en el haras con su mujer, Raquel Marín –que es argentina, pero se mudó a Paraguay a los tres años–, tres de sus seis hijos y un importante número de custodios que lo siguen a sol y a sombra.
Por esa época, Juan Carlos Wasmosy, el ex presidente del Paraguay, denunciaba que todos los días Oviedo salía de su residencia oculto en un camión. También lo acusó de “narcotraficante” y de ser él y no Arnaldo Martinenghi el verdadero dueño del haras. “No se va a quedar quieto porque tiene muy buenas relaciones en la Argentina que le permiten moverse con facilidad”, decía, y el tiempo le dio la razón.
Después del haras de Martinenghi, Lino “O”, como lo llaman sus seguidores, se trasladó a una quinta de Moreno. El único problema que tuvo es que no consiguió vacantes en ninguno de los colegios bilingües de la zona para sus hijos, ante la resistencia que generó la noticia entre los padres de los alumnos.

 

Las reglas del asilo

Apenas Lino Oviedo llegó a la Argentina, las denuncias sobre sus actividades “ilícitas” en este país comenzaron a llover desde Paraguay. Acusaban al militar de salir de su residencia todos los días escondido en su camioneta y de recibir a legisladores de su país en su casa. En rigor, esas actividades no están prohibidas para Oviedo. Aunque el ministro del Interior, Carlos Corach, se mostró en contra de la actividad política del militar –“no podrá realizar actividades o actos que pongan en peligro el orden, la paz, o la seguridad pública del país o que puedan afectar las relaciones exteriores de la Argentina”, ni “participar de las actividades políticas del país”–, la resolución a través de la cual se le concedió el asilo político no le prohíbe mantener reuniones con dirigentes de su partido. Lo que el gobierno argentino sí le prohíbe al ex militar golpista es salir de su lugar de residencia sin autorización o mudarse sin informarlo a la policía o a Migraciones. Por lo demás, Lino Oviedo es un ciudadano más.

 

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