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Nuevas fotos para el álbum de dos campañas a pura imagen

Las permanentes movidas de Duhalde y Cavallo buscando recuperar. Los economistas expectables unifican discurso frente a los bancos de inversión. Dos campañas sin

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Eduardo Duhalde el miércoles pasado junto al papa Juan Pablo II, una imagen deseada
El menemista Caselli le gestionó la entrevista, como contrapartida él invitó a Menem a Boca.

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Fernando de la Rúa, alentado por el suceso de su spot sobre el aburrimiento, va por más
Ahora propone encabezar la lucha contra la corrupción liderando un grupo parecido a Swat.


Por Mario Wainfeld

t.gif (862 bytes)  Las jugadas de campaña se consagran exitosas –o se lapidan como erróneas– a la hora de la verdad, cuando se cuentan los votos. Entonces, las maniobras más audaces o más fuertes se sopesan y valoran como si tuvieran una relación lineal con el resultado. Al fin del camino suele inferirse que el que ganó hizo todo bien y que el que perdió erró el discurso, las alianzas y eligió al asesor norteamericano inadecuado. Así las cosas, la movida fuerte que ensayó Eduardo Duhalde, plasmada en una foto junto al papa Juan Pablo II, unida a una demanda imprecisa de replantear la deuda externa, será evaluada con aplazo o sobresaliente el 24 de octubre junto al escrutinio. Si el gobernador bonaerense gana, será considerada el comienzo de una brillante contraofensiva. Si, en cambio, se mantiene la actual tendencia que indican las encuestas y los argentinos eligen presidente al candidato aliancista, la estampita será considerada un acto fallido y sobrarán apologistas del corto publicitario en el que Fernando de la Rúa propuso a la sociedad discutir si él es aburrido o el más reciente que lo muestra proponiendo combatir la corrupción encabezando un escuadrón del tipo Swat.
En cualquier caso, el candidato del PJ logró esta semana un objetivo siempre presente en los staff de campaña: ponerse en el centro de la escena, generar con iniciativas propias más centimil que el adversario que –aunque salió presto a contrarrestar la jugada peronista– sólo obtuvo una foto junto a un obispo, monseñor Rafael Rey a quien los aliancistas acompañaron en un reclamo contra el Gobierno por 4 millones de pesos destinados a Caritas, para paliar necesidades de los inundados. Dineros que, según parece, son gerenciados por el Gran Bonete. Los peronistas no han recuperado terreno frente a la Alianza –las encuestas que maneja Duhalde dicen que De la Rúa lo aventaja por diez puntos– pero están satisfechos por haber salido de la abulia y la falta de protagonismo de los últimos dos meses. Saben que moverse puede llevar a errores pero también (antes) saben que –para el que corre de atrás– quedarse quieto es inexorablemente letal. Algo que también está experimentando en carne propia el –por ahora– tercer candidato en danza Domingo Cavallo que ve a diario que la polarización va reduciendo el número de sus votantes y hace cada vez más ilusorio que haya segunda vuelta. La intención de voto de Cavallo hace rato bajó a un dígito y sigue en caída libre. Por eso, el ex ministro maquina movidas casi cotidianas: se divorció del ex ministro Gustavo Beliz, se casó con el ex ministro Armando Caro Figueroa, lanzó una propuesta de empleo en el Sheraton e irá por más. Igual, su situación es día a día más peliaguda porque –a diferencia de lo que ocurría hace dos meses cuando parecía que iba a ser el árbitro de la elección– es un socio minoritario que interesa sólo a uno de los dos contendientes: no hay remate, su precio no sube.
En la Boca junto a un millonario
Con otras expectativas y mayores ambiciones Duhalde también se sabe forzado a moverse. La reunión con el Papa es imaginada en sus tiendas como el primer paso de una cadena de definiciones que lo irían “peronizando”: un acercamiento a la CGT (“a toda la CGT, incluida el MTA”, explica un operador del gobernador, atento a no quedar pegado con “los gordos” del sindicalismo menemista) que rematará en un encuentro, discurso de Duhalde incluido, el 5 de agosto; un congreso partidario el 7 de agosto, horas antes de un acto que tiene –por ahora– previsto como escenario la Bombonera boquense. Desde la Santa Sede Duhalde hizo pública su convocatoria a la Boca para un conspicuo hincha de River, Carlos Menem. No era el primer gesto de acercamiento y buena voluntad, lo precedían ciertas reuniones previas y un dato: la entrevista con el Papa fue gerenciada con eficacia por el hipermenemista embajador Esteban Caselli.
Un favor que Duhalde correspondió bajando los decibeles contra el Presidente, apuntando a una tregua que entre tales contendientes es siempre precaria. Dirigentes muy cercanos al vicepresidente Carlos Ruckauf –quien significativamente regresó después de un largo exilio a las reuniones de gabinete– auguran un gesto importante de Menem: bajar de la carrera a gobernador provincial a Luis Patti cuya candidatura es un grano para el peronismo bonaerense. Todo hace suponer que en una elección sin ballottage también habrá polarización y sus votos se esfumarán, siguiendo el sino de Cavallo y de los Frepasos provinciales que enfrentaron a la UCR y el PJ: terceros afuera. Pero, por ahora, las encuestas le otorgan más de un dígito que podría ser determinante para perjudicar al PJ a quien evidentemente le resta votos. El peronismo bonaerense espera que el Presidente, partero de la candidatura del comisario represor, lo conmine a bajarse. Toda una prueba de amor, acaso la única concreta que puede plasmarse hoy por hoy y que depende de la conjunción de dos acciones muy arduas: que el Presidente rompa una lanza por sus dos vicepresidentes (Duhalde y Ruckauf) y que el Frankenstein inventado por el PJ se baje de una carrera que a esta altura puede seguir por la suya, sin el padrinazgo presidencial. Total, como se probó esta semana, le basta decir con buenos modales que hay que violar la ley para tener prensa.
El candidato del PJ imagina que en Boca lo flanqueará todo el peronismo y muy especialmente José Manuel de la Sota y Carlos Reutemann. El gobernador cordobés casi no tiene vasos comunicantes con el bonaerense... y una derrota nacional tendría para él muy otras consecuencias (casi unlanzamiento para De la Sota 2003) que para Duhalde. Pero sería muy chocante que faltara en la Bombonera, una grosería y una ruptura ante tempus con Duhalde.
El santafesino parece una figurita más difícil: el acto sólo precede en horas a la elección en que pelea la gobernación. Parece puro riesgo que el parco Lole, que va primero lejos en la encuestas, cambie algo (su alineamiento con el PJ nacional) justo antes del día D. Su eventual ausencia es más explicable y por ende más posible,
Como fuera, el duhaldismo, que plasmó la foto con Juan Pablo II va ahora en pos de una con Lole, el Gallego y el Presidente. Para saber si la logra hay que esperar hasta el 7 de agosto. Para evaluar si eso es un acierto o un fracaso hasta el 24 de octubre.
Otras peregrinaciones
No a escondidas –una de las características más chocantes del capitalismo de fin de siglo es su nivel de exposición– pero sí con menos divulgación que las imágenes del Vaticano o las de De la Rúa encabezando Swat, el jueves próximo habrá otra reunión que alude a realidades tangibles y no a artificios de campaña. El ministro de Economía Roque Fernández y los dos candidatos firmes a sucederlo, el aliancista José Luis Machinea y el justicialista Jorge Remes Lenicov, participarán de un encuentro que tendrá como anfitrión a Goldman Sachs representante de uno de los principales bancos de inversión de Estados Unidos, esto es del mundo. En el encuentro, convocado de apuro en los últimos días de junio con la debacle de la Bolsa, los principales economistas del país se esmerarán por demostrar confiabilidad y discurso común ante los mercados internacionales. Esa buena letra es esencial, ya que el próximo gobierno deberá en el año 2000 financiar o pagar –en buena medida financiar– casi 20.000 millones de pesos por la deuda externa y necesita la aprobación de los grandes bancos de inversión. Esa presencia conjunta es un gesto que mezcla responsabilidad, continuidad y no diferenciación. Y que sugiere que, en ese escenario, pocas cosas cambiarán después del 24 de octubre.
Asumir esa realidad no implica o –por mejor decir– no debería implicar una discusión económica constreñida o a una potencial quita de la deuda (que bosqueja Duhalde) o a un –en el mejor de los casos– insuficiente mejoramiento de las arcas estatales por vía del combate a la corrupción (que promete la Alianza). Una de las herencias más ostensibles del actual gobierno –seguramente la más incompatible con su tradición peronista– es la desigualdad social, traducida entre otros datos en la concentración económica, la cada vez más regresiva distribución del ingreso y el cese de la movilidad ascendente que cifró por décadas a la sociedad argentina.
Desandar ese rumbo implica elegir algunos antagonistas. Hay decenas de inequidades que perjudican a abrumadoras mayorías de la población y al fisco nacional y son más pasibles de ser encaradas que la quita de la deuda externa. Algunos ejemplos que podrán ser hipótesis de conflicto de las campañas: el oligopolio de laboratorios nativos y foráneos que en un mundo globalizado cobran los medicamentos 5 ó 6 veces más que en el Primer Mundo. Las ganancias siderales de los dueños del peaje o las de las empresas privatizadas de servicios públicos con mercados cautivos. La concentración en materia de comunicaciones que produce consecuencias no sólo económicas. Los fabulosos nichos de acumulación que son las AFJP y las ART pensadas desde siempre en función del mercado de capitales y no de los problemas sociales.
Los economistas más cercanos a los presidenciables, aún los propios ministeriables, ponen sobre la mesa de los candidatos propuestas orientadas en ese sentido, pero por ahora ningún discurso de campaña las incluye. Eso supondría un cambio sideral en el estilo de la política defin de siglo, elegir adversarios en la sociedad y en la economía, enfrentar intereses tangibles. Algo que hicieron, a su modo y en sus estilos Juan Perón en el ‘46 y Raúl Alfonsín en el ‘83 alumbrando, cada quien, sendas épocas democráticas. Algo que por ahora no parece integrar las agendas de dos candidatos que se postulan como opositores al menemismo pero que han elegido no contender con ninguno de los beneficiarios de sus políticas.

 

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