Por Horacio Cecchi ¿Cómo te va
Chuky? dijo el señor de edad indefinida pero tirando a más de 60, y de rostro
cruzado de arrugas que continuaban sobre su saco. Después de estampar un beso de costado
en la mejilla del aludido Chuky, le aclaró al oído. Yo ya lo tengo hablado y
señaló hacia un perejil interesado en competir por un departamento en Martín Coronado,
16 mil pesos como precio base del remate.
Perdoname, no sabía respondió Chuky, más joven, más grande, de voz más
gruesa y de aspecto más pesado, y después de las disculpas le pasó un brazo sobre el
hombro al de las arrugas continuas y siguió hablando con el perejil como si el otro no
existiera.
¿Cuánto estás dispuesto a pagar? volvió a la carga Chuky, ganador y dueño
de la situación, apoyándose contra la puerta de calle y rodeando al perejil
¿Tenés la plata encima?
Y... respondió atemorizado, vine a pelear el precio base.
Por eso no te preocupes, yo arreglo con los muchachos Chucky envolvió con su
brazo al perejil, del mismo modo que lo había hecho antes con el viejo, y lo fue llevando
hacia el café de al lado.
La Logia de los remates estaba funcionando.
Y su poder llegó a tal punto que obligó a intervenir a la Corte Suprema. A fines de
junio, en una acordada firmada por todos sus miembros, el tribunal ordenó concentrar
todos los remates judiciales de Capital en un edificio de la misma Corte ubicado en
Hipólito Yrigoyen 2041. Hasta ahora los remates se realizan en Perón 1233, Talcahuano
479 y Uruguay 666, sedes de tres agrupaciones oficiales de martilleros. El nuevo local
será controlado por un funcionario de la estructura judicial y contará con una agencia
de un banco oficial para que los participantes en el remate no se vean obligados a llevar
efectivo en el bolsillo. Para mayor claridad de la rueda, estarán obligados a concurrir
los secretarios o prosecretarios de los juzgados que ordenan el remate. Según una fuente
cercana a los nueve ministros, habrá garantías suficientes para que quienes
quieran participar en un remate puedan hacerlo con total confianza.
Diez por ciento
La decisión surgió de una investigación realizada durante alrededor de ocho meses por
el Cuerpo de Auditores de la Corte, a partir de una carta de lectores del abogado Ricardo
Forgione, publicada en agosto del año pasado y en la que denunciaba haber sido víctima
de la Logia. Aunque el caso no se diferenciaba de los ya acostumbrados, se transformó
inmediatamente en paradigmático porque en territorio de la Logia las denuncias públicas
no son cosa de todos los días. Forgione informaba que había acompañado a un cliente a
un remate de un departamento en el barrio de la Boca.
Inmediatamente luego de ingresar al local (Uruguay 666) relata el abogado en
su nota fuimos abordados por dos personas que nos interrogaron respecto de cuál de
las propiedades por subastarse era de nuestro interés. Nos dijeron que por el 10 por
ciento podríamos adquirirla en el precio base. Luego de nuestra reiterada negativa, una
tercera persona rebajó la comisión pretendida a una luquita. Y cuando
tomamos posición para presenciar el remate en el cual no advertí la presencia de
representantes del juzgado actuante prácticamente fuimos rodeados por individuos
que sólo tenían interés en obstruirnos si éramos oferentes.
Forgione y su representado decidieron, finalmente, perder la oportunidad y retirarse de la
sala. Página/12 entrevistó hace pocos días al abogado.
¿Sabe lo que me pasó la semana pasada? preguntó Forgione. Me pasó
algo parecido, con el mismo cliente y un departamento a rematar del mismo edificio de la
Boca. El remate se hacía en Talcahuano 479, de la Asociación de Martilleros, pero es lo
mismo, están todos conectados.
Se te puede complicar
Talcahuano 479, además de la sede de la Asociación de Martilleros, es uno de los puntos
de reunión de la Logia. Chuky es uno de ellos. También el otro, el viejo al que Chuky le
birló el cliente, pero se ve que venido a menos. Los dos, y otros quince o veinte,
algunos más viejos y otros más pesados, esperan que se inicie el acto. Remate
judicial, Martín Coronado, 3 ambientes, excelente, base 16.000 $, hoy, 9 hs.,
decía uno de tantos carteles pegados contra el vidrio de la Asociación. A la derecha hay
un bar, donde se concentra el grueso de los muchachos hasta que empieza la rueda. No son
martilleros, pero conocen al dedillo el mecanismo de los remates.
¿Y cuánto me sale eso? preguntó el ahora cliente de Chuky, sin animarse a
entrar al café.
No sé, después vemos, unos manguitos por mi trabajo.
¿Y yo qué gano? se animó a preguntar el cliente.
¿Vos? pregunta Chuky, como si no lo hubiera pensado. Una sonrisa diabólica
se le escapó de entre los labios gruesos y por los ojitos chiquitos y secos. Vos
ganás que te asegurás la compra y que el precio no se te escape a las nubes. ¿Tenés
idea de cómo funciona esto?
Chukies, viejos de arrugas continuas, trajes negros cruzados, sobretodos, mucha corbata,
mucha campera negra sin tachas, según nivel y procedencia, alguna que otra cabeza rapada
o con colita, todos de celular y un conjunto de hojas con el detalle de cada remate del
día.
Allá donde se realice un remate judicial, allá estará la Logia. En las tres sedes de
los martilleros siempre se verá a los chukies apiñados como parásitos en la puerta. Y
si bien los martilleros no son socios de la Logia, el remate es la razón de existencia de
unos y otros, lo que lleva a imaginar ocultas vinculaciones.
¿Y vos qué ganás? preguntó este diario, en el papel de interesado, delante
de un chuky que no era Chuky pero que se merecía más el apodo fílmico. Aunque le
dijeran César. Calvo, rechoncho, ojitos redondos y claros, petisón y sonrisa seca,
interrumpía cada dos por tres la negociación con el perejil para echar mano a su
infaltable celular en la entrada de una de las salas de remate.
Yo me gano honradamente unos pesos.
¿Y si no acepto?
Se te puede complicar la compra. Siempre hay otros interesados y las ofertas pueden
subirte el precio y llegar a un límite que no alcanzás se explayó César,
docente, mientras relojeaba de costado la sala llena de chukies y vacía de perejiles. De
cerrar trato, el interesado queda esperando en el café, y en la sala la oferta de César
o el chuky de turno, se acredita la compra al precio base al no existir otras ofertas.
Después, con la seña pagada, el chuky se corre al café y le vende el inmueble a su
cliente por unas luquitas más, pero siempre por debajo de lo que hubiera
pagado. Todo termina en una escribanía donde se autentifica la compra. Y de este chuky
nunca he sabido nada.
De no cerrar trato, apenas el interesado hiciera una seña de oferta al rematador,
surgirían aquí y allá manitos de chukies ofreciendo y levantando el precio hasta
desalentarlo. Página/12 no verificó el uso de armas como método de amenazas, aunque de
algún modo pasó por ellas. Se intentó vanamente tener una entrevista con las
autoridades de una de las asociaciones de martilleros. El trámite duró cinco minutos, en
otro piso del edificio. Al bajar, César ya sabía que el interesado era periodista.
¿Querés hacer una nota? ¿Quién te mandó? preguntó César, y se negó a
seguir negociando. Pero antes de despedirse agregó amenazador-. Lo tuyo ya está
escurrido y después su sonrisa se perdió dentro del grupo de chukies. Pero la
amenaza no es el único método, ni siquiera el más utilizado por la Logia para
entorpecer a quien se niega a cerrar trato. También lo rodean, lo intimidan con su
presencia, le hablan mientras se desarrolla el remate, o sencillamente, lo frenan en la
puerta, antes de entrar, y le aseguran: ¿El remate de las 12? No, ése viene
retrasado cuarenta minutos le dicen, aunque no sea cierto, para sacarlo del
paso. ¿Lo puedo ayudar en algo?
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