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La revolución con que soñaba Mariano Moreno

La reedición de su “Plan revolucionario de operaciones” pone al desnudo una parte de la historia del prócer ocultada durante años.


t.gif (862 bytes)  Negado durante más de un siglo e ignorado en los manuales escolares, el Plan Revolucionario de Operaciones de Mariano Moreno contiene el pensamiento político del secretario de la Primera Junta y refracta sus inclinaciones jacobinas, dándole luz a uno de los períodos más controvertidos de la historia argentina. Ese programa político de Moreno que le encargó la Primera Junta y que pasó rápidamente al olvido –en la medida en que se impusieron las tendencias más conservadoras entre los revolucionarios de 1810– acaba de ser reeditado por el sello Perfil, luego de que transcurrieran 26 años desde la aparición de su anterior edición, en setiembre de 1973 por la editorial Plus Ultra. De ese Plan Revolucionario de Operaciones Paul Groussac sostuvo a fines del siglo pasado que sólo podía ser obra “del alma de un malvado apareada a la inteligencia de un imbécil”. Lejos de admitir la autoría de Moreno, para entonces ya convertido en un “prócer” de bronce o mármol, Groussac afirmó que su autor debía haber sido “un mistificador o un demente”.
El Plan Revolucionario de Operaciones vuelve ahora –desde su valor histórico vigente– para reflotar la polémica sobre el perfil revolucionario de los patriotas de Mayo, a quienes la historia oficial pasteurizó suficientemente como para convertirse en iconos escolares. Desde el prólogo, el escritor Martín Caparrós afirma que este documento sigue siendo “el texto más discutido de la historiografía patria” y que “por décadas generaciones de historiadores sostuvieron que jamás pudo haber salido de su pluma semejante propuesta, que era una falsificación”. El primer manuscrito conocido del Plan Revolucionario de Operaciones apareció hace más de un siglo en el Archivo de Indias de Sevilla, cuando Eduardo Madero investigaba viejos documentos para preparar un proyecto de construcción del Puerto Nuevo. Ese plan le fue encargado el 15 de julio de 1810 por la Primera Junta de gobierno, destinado a consolidar la incipiente independencia contra los ejércitos españoles y en el que Moreno transparentó su fervor jacobino.
El debate era entonces y sigue siendo el concepto de revolución y la necesidad de recurrir al terror político para sostener el incipiente alarde de independencia casi sin sustento geográfico y rodeado de enemigos. Moreno se preguntaba en su plan también “de qué sirven, verbigracia, quinientos o seiscientos millones de pesos en poder de otros tantos individuos, si aunque giren, no pueden dar el fruto ni el fomento a un Estado” que debería “facilitar fábricas, ingenios, aumento de la agricultura” además de “fomentar las artes, agricultura, navegación, etcétera”. Para Moreno había que destruir a los enemigos de la frágil y naciente revolución, a cualquier precio. Si era preciso, “convenciendo” a los indecisos “del interior” (los que luego lo desplazarían del poder) esencialmente con el terror, aplicado como método revolucionario.

 

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