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La reedición de su Plan revolucionario de operaciones pone al desnudo una parte de la historia del prócer ocultada durante años. |
![]() El Plan Revolucionario de Operaciones vuelve ahora desde su valor histórico vigente para reflotar la polémica sobre el perfil revolucionario de los patriotas de Mayo, a quienes la historia oficial pasteurizó suficientemente como para convertirse en iconos escolares. Desde el prólogo, el escritor Martín Caparrós afirma que este documento sigue siendo el texto más discutido de la historiografía patria y que por décadas generaciones de historiadores sostuvieron que jamás pudo haber salido de su pluma semejante propuesta, que era una falsificación. El primer manuscrito conocido del Plan Revolucionario de Operaciones apareció hace más de un siglo en el Archivo de Indias de Sevilla, cuando Eduardo Madero investigaba viejos documentos para preparar un proyecto de construcción del Puerto Nuevo. Ese plan le fue encargado el 15 de julio de 1810 por la Primera Junta de gobierno, destinado a consolidar la incipiente independencia contra los ejércitos españoles y en el que Moreno transparentó su fervor jacobino. El debate era entonces y sigue siendo el concepto de revolución y la necesidad de recurrir al terror político para sostener el incipiente alarde de independencia casi sin sustento geográfico y rodeado de enemigos. Moreno se preguntaba en su plan también de qué sirven, verbigracia, quinientos o seiscientos millones de pesos en poder de otros tantos individuos, si aunque giren, no pueden dar el fruto ni el fomento a un Estado que debería facilitar fábricas, ingenios, aumento de la agricultura además de fomentar las artes, agricultura, navegación, etcétera. Para Moreno había que destruir a los enemigos de la frágil y naciente revolución, a cualquier precio. Si era preciso, convenciendo a los indecisos del interior (los que luego lo desplazarían del poder) esencialmente con el terror, aplicado como método revolucionario.
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