Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


TRESCIENTAS MIL PERSONAS ASISTIERON AL FESTIVAL WOODSTOCK ‘99
Fiesta de los hippies de fin de siglo

El festival comenzó el viernes con el veterano James Brown,  y anoche cerraba su segunda jornada con Metallica, en una  ceremonia de barro y mística musical, con un público en llamas.

Consejo: Desde el escenario, la recomendación es “tomen mucha agua, pónganse loción, pásenla bien, y si se drogan no se pasen de rosca”.

Escena: Es usual cruzarse con embarrados, mujeres desnudas con dibujos estratégicamente pintados. O no, y allí se producen remolinos peligrosos.

na33fo01.jpg (19161 bytes)

Los woodstockians aprovecharon un par de salidas de agua y en sólo una hora armaron un ring de lodo.
Fue como para que los fotógrafos de todo el mundo registraran las escenas de rigor.


Por Eduardo Fabregat desde Rome, Nueva York

t.gif (862 bytes) La ruta parece interminable, y el calor sólido, y en el vocabulario parece haber desaparecido el verbo llegar. Resignados, los miles de automovilistas que han quedado atrapados en el camino al Griffis Park otean el horizonte, ponen al máximo el aire y la radio –donde dicen que la asistencia ya llegó a 300 mil personas– y esperan el milagro de que la maldita cola se mueva de una vez. Tras algunos centenares de metros con el mismo espectáculo, una curva afortunada deja a la vista el ingreso de prensa, y el calvario se termina. Justo al doblar, puede verse en la luneta trasera de uno de los autos una frase más o menos emblemática: pray for rain. Recen por lluvia.
Promediando el último gran festival del siglo, las cosas pareen estar -más allá de la traffic situation– bastante en orden. La oferta está signada artísticamente por el predominio de sonidos fuertes y la cruza de elementos históricamente atribuidos a la música negra con rock blanco. El resto es mística. La mística del barro, que se hizo presente en la primera jornada, aun cuando ese día el cielo se mantuvo tozudamente claro: los woodstockians aprovecharon un par de salidas de agua y en sólo una hora armaron un ring de lodo, como para que los fotógrafos de todo el mundo registraran las escenas de rigor. También se vio la mística de las drogas, presentes todo el tiempo y sin provocar ningún tipo de histeria en las autoridades. Desde el escenario, la recomendación es “tomen mucha agua, pónganse loción, pásenla bien, y si se drogan no se pasen de rosca”. La mística de la música sucediendo todo el tiempo, con los agregados de fin de siglo que convierten a Woodstock en un encuentro multicultural y multidisciplinario.
Tras calentar sus motores y testear todos los aspectos técnicos el jueves –con una serie de grupos de la zona– Woodstock arrancó oficialmente el viernes, después del mediodía y en el escenario Este, cuando James Brown hizo lo que más le gusta, historia, con un show de puro funk y soul que preanunció un día largo y caliente. El círculo se cerraría varias horas después, en el segundo escenario y con la reunión de Parliament/Funkadelic: dos propuestas de ritmo cien por ciento negro encerrando una primera jornada que, en el balance, sirvió como aperitivo. Así, en el escenario chico (es una manera de decir), los aquí ignotos moe aprovecharon un breve momento de nubes para levantar a la gente del sopor vespertino, justamente con un cover del “I Wanna be Sedated” de Ramones. Por esa misma área pasarían el hip hop cadencioso de The Roots y la primera demostración de en qué terminó mutando aquel rap’n’roll de Aerosmith y Run DMC: en cosas como Insane Clown Posse, dos rappers sin mucho estilo, apoyados en una banda rockera y con maquillaje de payaso en sus caras. La imagen era suficientemente explícita.
En la otra punta de la gigantesca base, Jamiroquai pareció una redundancia teniendo en cuenta la performance de James Brown. Por eso pareció convincente la performance de Sheryl Crow, en plan sexy, tocando el bajo y hasta con un cover del “Wild Horses” de los Rolling Stones. Lo más fuerte, sin embargo, estaba por venir, con el arrasador tándem de The Offspring y Korn y una actuación consagratoria de Bush, el cierre de los números rockeros.
Allí asomó el otro Woodstock. Desprovistos de actividad los escenarios, la gente se abalanzó sobre la zona intermedia, dominada por dos hangares de diferente calaña: en uno transcurre un festival de cine independiente que ofrece desde películas de zombies hechas con dos mil dólares hasta Polyester, un film de culto dirigido por John Waters en el que hay que raspar una plancha de cartón y olfatearla para experimentar el “Odorama”. En el otro, que durante el día muestra shows de bandas nuevas, se desarrollan las raves nocturnas, que tienen invitados tan distinguidoscomo Moby (quien ofreció un show para el recuerdo el viernes) o Perry Farrell oficiando de disc jockey. Allí, también, se concentran varios beer gardens, recintos cerrados donde se accede exhibiendo un documento que certifique la mayoría de edad, y en el que una multitud de puesteros diseminados por el campo resuelve cualquier problema de espera. Los vasos de medio litro cuestan 5 dólares, pero a nadie parece importarle el detalle. De todos modos, sólo se sirven dos por persona, y para volver a beber hay que salir y entrar de nuevo.
Caminar, claro, es una de las principales actividades. A pesar de que se dispusieron buses escolares internos para la gente afectada a la organización y cobertura del festival, caminar los tres kilómetros que separan ambos escenarios es una experiencia en sí misma. En un solo recorrido afloran algunos hippies de la vieja guardia haciendo acto de presencia, pero es mucho más usual cruzarse con embarrados, mujeres desnudas y con dibujos estratégicamente pintados –o no, y allí se producen arremolinamientos peligrosos– chicas y muchachos que ofrecen sustancias varias, estadounidenses, japoneses, colombianos, mexicanos, argentinos caracterizados por portar casi invariablemente una camiseta de la Selección, y muy de tanto en tanto un afroamericano.
Es que Woodstock es un festival casi exclusivamente blando, a pesar de que en el comienzo de ayer pudo verse una concentración de público negro frente al escenario donde Wyclef Jean honró a Janis Joplin y Jimi Hendrix (con una versión de la versión-Jimi del himno norteamericano). Poco antes, Kid Rock había hecho las delicias de los blandos combinando el rap con las guitarras Led Zeppelin. Con el correr del día, de todos modos, la balanza fue inclinándose, a través del rock típicamente americano de Counting Crows y Dave Matthews Band, preparando el terreno para lo que se espera como uno de los cierres más fuertes: mientras Chemical Brothers se encargarán del escenario Oeste, Rage against the Machine y Metallica liquidarán el asunto a todo gas en el Este. Después, todo podrá suceder: la impresión generalizada es que, a diferencia del viernes, anoche nadie planeaba regresar a su alojamiento, tomando definitivamente la ex base aérea para la causa del rock. O algo así.

 

Unos pequeños detalles

ron2.gif (93 bytes)   Como corresponde a un encuentro de estas características, las cifras cuentan. Los dossiers de prensa hablan de 17 millones de watts a través de 90 kilómetros de cable, una electricidad capaz de alumbrar una ciudad de 250 mil personas, 2 mil doctores, un hospital para 80 personas y varias unidades sanitarias, 3500 integrantes de seguridad, 90 mil sándwiches de pollo y esas cosas. Estadística.
ron2.gif (93 bytes)  En las tiendas dedicadas al comercio puede conseguirse desde una carpa hasta una MasterCard Woodstock, pasando por pipas de cristal (y de todos los materiales), piercings de toda clase, tatuajes naturistas de henna, pizza, remeras, vestidos, colchonetas inflables y todo tipo de souvenirs. Los precios no son precisamente del tiempo del hippismo.
ron2.gif (93 bytes)  Uno de los mayores problemas de Woodstock 1994 fue el de los baños... y la experiencia no parece haber servido de mucho. El tremendo calor del sábado a la tarde convirtió a cualquier área de baños químicos en algo que hacer parecer al Riachuelo un cristalino paseo. Afortunadamente, sobran los espacios verdes ocultos a la vista.

 

PRINCIPAL