Erase una vez un
filósofo que tenía una visión pesimista del hombre. (Digresión: los filósofos siempre
han llamado hombre al hombre y también a la mujer, aunque tal vez pensaran
principalmente en el hombre. Como sea, hasta nuestros días se sigue diciendo
hombre y se incluye en este sustantivo a la mujer. Hay obras célebres
como El puesto del hombre en el cosmos de Max Scheller que, buenamente, incluyen a la
mujer. Ocurre, no obstante, que pese a Simone de Beauvoir y todo el periplo feminista aún
no se ha llegado a la elaboración de un sustantivo que en filosofía y en todas las
formas del lenguaje signifique unívocamente hombre y mujer. Si adherimos a una
teoría que postule la inexistencia ontológica de algo que no tenga estatuto
lingüístico, veremos la gravedad de incluir, sofocándolo, al sustantivo mujer en el
sustantivo hombre. Significa, ni más ni menos, que la mujer sólo puede ser nombrada
desde el hombre y que -como sustantivo lingüístico sólo existe en tanto forma
parte de él.) Vuelvo al filósofo que tenía una visión pesimista del hombre: se llama
Thomas Hobbes y nació en 1588 para alejarse hacia el sueño eterno en 1679. Sí, Hobbes
es ese señor que dijo eso que muchos saben que dijo: homo homini lupus, es decir, el
hombre es un lobo para el hombre. Esta condición ontológica (palabra que Hobbes no
usaba) determina que las sociedades humanas abandonadas a su propia dinámica
se desarrollen en la modalidad de la guerra; eso que Hobbes llamaba bellum omnium contra
omnes (guerra de todos contra todos). El pesimismo de Hobbes encontraba un
freno en un acto racional de la voluntad humana: el contrato. Los hombres, conscientes de
su naturaleza belicosa, decidían establecer un contrato que les permitiera la
sobrevivencia civilizada. Este contrato se expresaba en las leyes y en el Estado. Es el
principio básico de la organización de las sociedades.
Bien, durante estos azarosos y recesivos días, un comisario afecto a las metodologías
expeditivas, apremiantes (apremio es un sustantivo que en el lenguaje
argentino reemplaza a otro más duro y verdadero: tortura), ha decidido estar
de acuerdo con Hobbes. Aunque sólo en la primera parte de su discurso. El policía Patti
cree, como el filósofo que en 1651 escribió el Leviathan, que el hombres el lobo del
hombre, cree, el policía Patti, que vivimos en estado de naturaleza, inmersos en la
guerra de todos contra todos. A diferencia de Hobbes... Patti no cree en el
contrato. No cree en esas leyes hobbesianas que, delegadas en el Estado, podrían
armonizar los impulsos irracionales y salvajes de los hombres. No, el policía Patti no
avanza más allá del estado de naturaleza. Quiere permanecer en él. Cree que el hombre
es el lobo del hombre y la solución que ha encontrado (¡a trescientos cincuenta años de
Hobbes!) es prehobbesiana. Quiere que los hombres se armen. No quiere el contrato social.
No quiere las leyes instrumentadas por el Estado como expresión del contrato. Borra de un
codazo siglos de jurisprudencia y les entrega a los ciudadanos (a quienes elimina como
ciudadanos, ya que el ciudadano es sólo aquel que vive inmerso en la juridicidad del
contrato) armas con miras telescópicas.
Supongo que ustedes habrán visto durante estos días y por la tele a esos lobos del
hombre que exhiben a cámara las armas que han adquirido. Se arman contra los lobos, con
lo cual ellos, que no lo eran, se transforman en lobos. Una sociedad de hombres armados no
es una sociedad, es una jungla. Esa jungla es el sueño delirante, autoritario y
nazi-fascista deun policía; un policía al que una sociedad asustada y potencialmente
asesina convirtió en estrella.
Hay pocas cosas más temibles que una sociedad asustada. Hay pocas cosas más temibles que
la sociedad argentina cuando está asustada. Fueron argentinos asustados los que saludaron
a Onganía, porque los asustaba la lentitud, la supuesta ineficacia de Illia. Fueron
argentinos asustados los que recibieron con alivio y hasta con alegría a Videla porque
los asustaba la subversión. ¿Qué forma nueva del horror le están pidiendo
los asustados ciudadanos argentinos al comisario Patti?
|