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El comisario Patti
y el filósofo Hobbes

Por José Pablo Feinmann

 

t.gif (862 bytes) Erase una vez un filósofo que tenía una visión pesimista del hombre. (Digresión: los filósofos siempre han llamado “hombre” al hombre y también a la mujer, aunque tal vez pensaran principalmente en el hombre. Como sea, hasta nuestros días se sigue diciendo “hombre” y se incluye en este sustantivo a la mujer. na24fo01.jpg (9452 bytes)Hay obras célebres como El puesto del hombre en el cosmos de Max Scheller que, buenamente, incluyen a la mujer. Ocurre, no obstante, que pese a Simone de Beauvoir y todo el periplo feminista aún no se ha llegado a la elaboración de un sustantivo que –en filosofía y en todas las formas del lenguaje– signifique unívocamente hombre y mujer. Si adherimos a una teoría que postule la inexistencia ontológica de algo que no tenga estatuto lingüístico, veremos la gravedad de incluir, sofocándolo, al sustantivo mujer en el sustantivo hombre. Significa, ni más ni menos, que la mujer sólo puede ser nombrada desde el hombre y que -como sustantivo lingüístico– sólo existe en tanto forma parte de él.) Vuelvo al filósofo que tenía una visión pesimista del hombre: se llama Thomas Hobbes y nació en 1588 para alejarse hacia el sueño eterno en 1679. Sí, Hobbes es ese señor que dijo eso que muchos saben que dijo: homo homini lupus, es decir, el hombre es un lobo para el hombre. Esta condición ontológica (palabra que Hobbes no usaba) determina que las sociedades humanas –abandonadas a su propia dinámica– se desarrollen en la modalidad de la guerra; eso que Hobbes llamaba bellum omnium contra omnes (“guerra de todos contra todos”). El pesimismo de Hobbes encontraba un freno en un acto racional de la voluntad humana: el contrato. Los hombres, conscientes de su naturaleza belicosa, decidían establecer un contrato que les permitiera la sobrevivencia civilizada. Este contrato se expresaba en las leyes y en el Estado. Es el principio básico de la organización de las sociedades.
Bien, durante estos azarosos y recesivos días, un comisario afecto a las metodologías expeditivas, apremiantes (“apremio” es un sustantivo que en el lenguaje argentino reemplaza a otro más duro y verdadero: “tortura”), ha decidido estar de acuerdo con Hobbes. Aunque sólo en la primera parte de su discurso. El policía Patti cree, como el filósofo que en 1651 escribió el Leviathan, que el hombres el lobo del hombre, cree, el policía Patti, que vivimos en estado de naturaleza, inmersos en la “guerra de todos contra todos”. A diferencia de Hobbes... Patti no cree en el contrato. No cree en esas leyes hobbesianas que, delegadas en el Estado, podrían armonizar los impulsos irracionales y salvajes de los hombres. No, el policía Patti no avanza más allá del estado de naturaleza. Quiere permanecer en él. Cree que el hombre es el lobo del hombre y la solución que ha encontrado (¡a trescientos cincuenta años de Hobbes!) es prehobbesiana. Quiere que los hombres se armen. No quiere el contrato social. No quiere las leyes instrumentadas por el Estado como expresión del contrato. Borra de un codazo siglos de jurisprudencia y les entrega a los ciudadanos (a quienes elimina como ciudadanos, ya que el ciudadano es sólo aquel que vive inmerso en la juridicidad del contrato) armas con miras telescópicas.
Supongo que ustedes habrán visto durante estos días y por la tele a esos lobos del hombre que exhiben a cámara las armas que han adquirido. Se arman contra los lobos, con lo cual ellos, que no lo eran, se transforman en lobos. Una sociedad de hombres armados no es una sociedad, es una jungla. Esa jungla es el sueño delirante, autoritario y nazi-fascista deun policía; un policía al que una sociedad asustada y potencialmente asesina convirtió en estrella.
Hay pocas cosas más temibles que una sociedad asustada. Hay pocas cosas más temibles que la sociedad argentina cuando está asustada. Fueron argentinos asustados los que saludaron a Onganía, porque los asustaba la lentitud, la supuesta ineficacia de Illia. Fueron argentinos asustados los que recibieron con alivio y hasta con alegría a Videla porque los asustaba “la subversión”. ¿Qué forma nueva del horror le están pidiendo los asustados ciudadanos argentinos al comisario Patti?

 

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