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“NO ACTUAREMOS SIN ESCUCHAR A BRASIL”
Di Tella pisa el freno

El embajador brasileño se reunió con Di Tella y Cisneros. Cancillería
quiere atenuar el malestar que produjeron las declaraciones de
Carlos Menem acerca de una intervención extranjera en Colombia.

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Por Nora Veiras
t.gif (862 bytes)  “No vamos a actuar sin escuchar antes a Brasil”, repetían ayer los voceros de la Cancillería con la clara intención de salir del centro de la tormenta provocada por la actitud del gobierno de Menem ante una eventual intervención extranjera en Colombia. En el Palacio San Martín hacían esfuerzos por explicar que, en realidad, el presidente Carlos Menem rechazó al igual que su par brasileño Fernando Henrique Cardoso cualquier intento de intervención de Estados Unidos para resolver el conflicto interno de Colombia. Un esfuerzo que se estrellaba contra las propias palabras de Menem, quien ofreció “colaboración” en caso de que se lo pidan.
Apenas regresó de sus vacaciones, el embajador de Brasil, Sebastiao do Rego Barros, se dirigió a la Cancillería para entrevistarse con Guido Di Tella y su segundo, Andrés Cisneros. “No fue una sesión de trabajo, estuvieron charlando para aclararse mutuamente las cosas que dicen los diarios”, señaló un asesor de Di Tella sin dar precisiones. En realidad, los diarios reflejaron básicamente un hecho producido por el gobierno argentino: el entusiasmo del Presidente por aplastar “la subversión” como lo hizo en Tucumán el gobierno peronista en 1975.
“La embajada de Estados Unidos negó esas versiones mediante un comunicado de prensa. Dijo que no está procurando organizar ninguna intervención regional y tampoco tiene la intención de intervenir unilateralmente”, explicaban en el Palacio San Martín. “La semana pasada, nosotros enviamos a la embajada nuestra en Bogotá las declaraciones del vicecanciller Cisneros y del canciller Guido Di Tella que reflejaban claramente que no estamos de acuerdo con una intervención y en las que se remarca la importancia de nuestra relación con Brasil”, argumentaron.
El problema fue que el sábado habló Menem. “No creo que sea conveniente que Estados Unidos asuma esa responsabilidad (una intervención) de forma unilateral, cosa que nosotros no compartimos”, dijo por Radio Nacional y anticipó que prestará ayuda “si se nos pide colaboración para frenar esta avanzada de la subversión” en Colombia. La declaración fue lo suficientemente clara como para alimentar las suspicacias de Brasil, el país que comparte 1600 kilómetros de fronteras con el polvorín colombiano y rechaza de plano toda hipótesis de apoyo o participación en una incursión armada.
Los hombres de Di Tella aseguraron que los países latinoamericanos no habían analizado el tema, ni en forma bilateral ni regional, hasta que la prensa empezó a hablar de los sondeos de Estados Unidos. “Por el momento no hay movimientos”, repiten y anuncian que esta semana los hombres de Cancillería volverán a reunirse con el embajador Barros. “Potencialmente, la situación de Colombia afecta a toda la región, por eso es necesario evaluarla”, dice un asesor de Di Tella.
La afectación regional tiene como principal actor a Brasil, que también es el principal socio argentino en el Mercosur, relación que tampoco pasa por su mejor momento (ver página 4). Las huestes de Di Tella están preocupadas por mantener las relaciones equilibradas con Brasil. No es sólo una cuestión política, sino también económica. El peso del territorio de Cardoso en el comercio exterior argentino es un punto más que sensible al que Menem parece obligado a adecuarse más allá del entusiasmo en su alineamiento automático con los deseos de Washington.
Si bien Brasil ya manifestó su queja formal por el pedido argentino de ingresar como miembro pleno de la OTAN, en la Cancillería aseguraron que ese tema no formó parte del diálogo de ayer. El dilema para Argentina podría resumirse en que el caso Colombia puede poner a prueba las relaciones carnales con Estados Unidos por el peso decisivo de la Brasildependencia.

 

Dos miradas sobre la intervención

Ayuda mutua

Por James Neilson
Cuando se temía que una pandilla de golpistas estuviera por apoderarse de Paraguay, los gobiernos del Brasil y de la Argentina hicieron caso omiso de la doctrina de la no intervención para que el vecino no se apartara demasiado del camino democrático. Si bien la situación en Colombia está aún más embrollada que en Paraguay, con una variedad desconcertante de bandas armadas luchando por trozos de poder, en el fondo el problema que plantea a los demás gobiernos es el mismo: ¿tienen el derecho –más, el deber– a prestar ayuda a sus correligionarios cuando éstos corren peligro de ser pisoteados por sus enemigos? Para los extremistas, trátese de dictadores militares, guerrilleros de iconografía revolucionaria o narcos, no hay problema alguno: siempre están dispuestos a colaborar con sus congéneres. Para los demócratas, en cambio, la mera idea de meterse en un conflicto ajeno es tan antipática que la mayoría prefiere limitarse a hablar de los méritos de la paz.
Por razones comprensibles, los pueblos más reacios a enviar tropas a campos de batalla lejanos son aquellos que han sufrido dictaduras en carne propia y por lo tanto son alérgicos a todo cuanto sabe a militarismo: el alemán, el italiano, el español y, claro está, los latinoamericanos. Hasta ahora, su pacifismo no ha tenido consecuencias irreversibles porque por motivos históricos los norteamericanos, británicos y franceses no han compartido las mismas inhibiciones. De debilitarse mucho más el tambaleante orden democrático colombiano, empero, los costos de la pasividad principista podrían ser muy elevados. Ya no es inconcebible en absoluto que Colombia se rompa en tres o cuatro feudos regidos por pistoleros “revolucionarios”, “paramilitares” o narcotraficantes porque las autoridades democráticamente legitimadas carezcan del poder físico y anímico necesario para mantenerla unida.
Los norteamericanos no querrán participar en una guerra low-tech en que, además de perder muchachos, desencadenarían las furias antiyanquis. Para los europeos, Colombia parece tan exótica como China. Quedan los latinoamericanos, pocos de los cuales desean que Colombia se despedace, pero sucede que, Carlos Menem aparte, sus “dirigentes” no tendrían interés en enviar ayuda militar a los demócratas colombianos incluso en el caso hipotético de que el presidente Andrés Pastrana se viera constreñido a pedirla. Tal actitud puede entenderse: sería cuestión de mandar allá unidades de ejércitos que hace poco libraban guerras sucias contra sus propias compatriotas. Pero ¿es la correcta? Hay que esperar que nunca tengamos motivos convincentes para dudarlo.


Ante la amenaza

Por organismos de derechos humanos *
Los organismos de derechos humanos nos pronunciamos enérgicamente, y con preocupación, por las reiteradas declaraciones de representantes del gobierno de
EE.UU. de intervenir militarmente por una “cuestión de seguridad nacional” a Colombia. So pretexto de combatir el
narcotráfico y por elevación a la guerrilla, produciendo
un conflicto de envergadura inadmisible para nosotros,
por las siguientes razones:

1. Se viola el principio fundamental de autodeterminación de los pueblos.
2. Se puede producir una situación similar a la
de Kosovo.
3. Un conflicto de tal naturaleza afectará a toda
Latinoamérica y el Caribe. Agudizará las relaciones
existentes y, además, llevará a una situación crítica que empeorará aún más las condiciones de vida de nuestros
pueblos.
4. Será una excusa agregada para reprimir toda protesta
social en el continente.
5. Se violarán masivamente los derechos humanos.

Ante la magnitud del riesgo, hacemos un llamado:
A. Al gobierno de EE.UU. de no intervenir militarmente a Colombia.
B. Al gobierno de Colombia de rechazar enérgicamente toda posible intervención de EE.UU.
C. Al gobierno argentino que se pronuncie en contra y haga las gestiones necesarias para impedir dicha intervención. Plantear ante los organismos internacionales la denuncia sobre ese riesgo.
D. Convocar a una solidaridad activa para impedir este despropósito.
La paz se logra solidariamente

* Abuelas de Plaza de Mayo
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos
Centros de Estudios Legales y Sociales
Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas
Liga Argentina por los Derechos Humanos
Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora
Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos
Servicio de Paz y Justicia

 

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