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En vacaciones de invierno, Buenos Aires parece la ciudad de los niños. Y del negocio con los niños. Después, cuando julio pasa, las opciones son las mismas: los teatros oficiales, las pequeñas compañías artesanales que no piensan en el dinero antes que en la sensibilidad. Antes y durante la fiebre, desde hace una década, hay un espectáculo que siempre está: la Calle de los Títeres, un espacio ganado a la burocracia por un grupo grande de profesionales del metiér. El nombre quedó de una virtual ocupación de una zona, en Parque Patricios. Hoy, aglutina a una comuna de titiriteros, asentados en Caseros al 1700, en el edificio que otrora fuera el Mesón Español y depende de la Dirección de Promoción Cultural del Gobierno de la Ciudad. Los titiriteros que trabajan allí forman, desde 1989, la Cooperativa La Calle de los Títeres, encargada de sostener el espacio y de organizar la programación. Dos de sus integrantes recuerdan las muchas veces que debieron montar guardia, por temor a desalojos organizados por el propio gobierno. Con el tiempo .-cuenta Verónica Filippo cambiaban los funcionarios y, aunque los títeres siempre convocan, muchas veces buscaron desplazarnos, para meter otras cosas. Ricardo Abad recuerda que las administraciones culturales suelen fagocitar la iniciativa de los artistas populares, pero no tienen mayores problemas con la cultura. Con el nuevo director de Promoción Cultural, Ricardo Manetti, concretamos un convenio de cogestión. Al fin, aunque el presupuesto lo pone el gobierno, podemos decidir en cuanto a los títeres, ya que antes teníamos que aguantar callados opiniones de gente no idónea. Aunque el presupuesto empieza a alcanzar y hasta funcionan las estufas cuando hace falta, como las administraciones anteriores priorizaron otras cosas, La Calle se encuentra en malas condiciones: el Auditorio se inunda apenas llueve y falta una mejor gradería. De cualquier modo, y contra todos los pronósticos, nada detiene a los titiriteros. Siguen dando funciones, llueva o truene. En su décimo aniversario, mientras atiendan el frente de las vacaciones de invierno, desarrollan el programa La Calle está en la calle, con funciones destinadas a escuelas carenciadas y hospitales. ¿Qué propuestas tienen para las vacaciones de invierno? V. F.: Hacemos dos funciones diarias de martes a domingos y, antes de cada función, hay una feria artesanal de títeres y talleres participativos donde los chicos pueden hacer marionetas. Además, por las vacaciones, contamos con la presencia de los grupos Chom Chom, de Córdoba, y el Teatro Arbolé, de Iñaqui Juárez, desde Zaragoza. R. A.: Aparte tenemos talleres de perfeccionamiento para titiriteros sobre técnica vocal, dramatización y marionetas. Queremos que los alumnos se relacionen con el trabajo de los profesionales y enfrenten más la realidad del público. La idea es que los talleres se interrelacionen y así empezar a armar una escuela de titiriteros, porque la del San Martín no alcanza para todos. ¿A qué se debe la vigencia de los títeres frente a las superproducciones ? R. A.: Permanecemos allí y seguimos existiendo por pura prepotencia de trabajo, como decía Roberto Arlt. En medio de la lucha para que no nos sacaran, organizamos festivales internacionales, nacionales, solidarios, donde el público encontró siempre calidad y variedad. V. F.: .-Nuestros espectáculos son gratuitos y obviamente no podemos competir con la publicidad de las grandes empresas. Nosotros salimos a pegar carteles, porque los títeres son algo muy especial. ¿Cómo reaccionan loschicos ante el código de los títeres, tan diferente del de la televisión? R. A.: -.Más allá de la cultura televisiva en la que todos estamos inmersos, el efecto que se logra en el público infantil es mágico. Elchico tiene el desenfado de relacionarse con ese personajito de treinta centímetros, porque siente que puede tenerlo de interlocutor, que no le es ajeno. V. F.: -.A veces, desde detrás del retablo, uno no sabe cómo hacer para seguir con el texto. Los pibes participan aunque no los incentivemos. Es tan fuerte que al final saludan al títere, y a nosotros ni nos registran.
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