Autoridades y representantes estudiantiles de la universidad debaten sobre los peligros de enfrentar la crisis con fondos privados. |
Por Cecilia Sosa La iniciativa de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA) de crear un departamento destinado a conseguir donaciones de empresas revelada por Página/12 el jueves pasado desató un amplio debate en la Universidad de Buenos Aires, centrado en el peligro de perder la autonomía universitaria. No soy un gerente de marketing en busca de fondos. Pero bien vendría que llegaran, aseguró un decano. Otro reconoció que hace tiempo que su facultad recibe donaciones. Y uno más disparó: La búsqueda de donaciones no hace más que prolongar la agonía de la UBA. Consultados por este diario, autoridades y representantes de los estudiantes marcaron diferencias y abrieron el juego de una discusión que promete seguir. Yo creo en el viejo refrán: Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía bromeó Aníbal Franco, decano de la Facultad de Ciencias Veterinarias. Nadie va a poner plata por nada. Las empresas pueden querer usar la chapa de la UBA para vender mejor sus productos. Y eso es algo muy peligroso para la autonomía de la UBA, alertó. Mucho más sensato sería que todas estas instituciones pagaran sus impuestos y que los fondos de la universidad vinieran del tesoro nacional. No de supuestas limosnas, agregó. La mayoría de los decanos consultados coincidieron en que aceptarían recibir fondos privados, aunque todos señalaron que el Estado debe ser el principal sostén de la educación pública. Si los fondos privados llegaran a reemplazar a los fondos que deben venir del Estado, sí pondrían en cuestión la autonomía. Pero, no nos engañemos, nuestra condición de país pobre pone un límite al presupuesto oficial. Por eso no veo nada de malo en recibir donaciones, aseguró Pablo Jacovkis, decano de Ciencias Exactas. Desde el 91, esa facultad recibe donaciones y se vincula con las empresas a través de la Fundación Ciencias Exactas. Desde la sede de Psicología, el decano Raúl Courel aceptó: La universidad debe estar abierta a todo tipo de financiamiento externo. Pero esto no quiere decir que el problema de la educación pública pueda ser resuelto por la empresa. En la misma línea, argumentó Norberto Alayón, vicedecano de Ciencias Sociales: Hay que ser realista, si las donaciones pueden ayudar a una facultad a no llegar a una situación calamitosa, serán bienvenidas. Los principios abstractos no son convenientes. Se puede seguir reivindicando la responsabilidad estatal con la educación y aceptar donaciones de privados. Entre las autoridades universitarias, el mayor opositor a la institucionalización de las donaciones fue Franco. Es un tema muy grave que debería ser discutido en el Consejo Superior de la UBA advirtió. Que cada uno haga lo que le parezca con tal de salvarse es una muestra de la balcanización de la universidad. Esto es prolongar la agonía de la universidad pública. Es lo que están esperando las universidades privadas para mejorar su negocio, diagnosticó el decano. Los representantes estudiantiles también se hicieron oír. No tiene gollete pensar que las donaciones vayan a resolver el problema presupuestario. Es sobreestimar la capacidad de recaudación, aseguró Pablo Javkin (Franja Morada), titular de la FUA. No obstante, no se mostró en desacuerdo con las donaciones, siempre que no se las confunda con el financiamiento estatal. Pero si frente a la desesperación económica se va a crear una estructura que sea permeable a la voluntad de las empresas, se estaría reventando la autonomía subrayó. Significaría crear una caja de dinero paralela ajena al control de los órganos de gobierno. Y, desde el Frepaso universitario, Raúl Sánchez, también de la FUA, comentó: Las donaciones existen desde hace años. Lo ideal es tratar de reglamentarlas y ordenarlas para que tengan mayor trasparencia. Pero en la medida en que pasan a ser bienes públicos, su destino debe ser establecido por los consejos directivos de cada facultad e, incluso, por el Consejo Superior.
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