Por Patricia Chaina Podría decirse que
La Argentina de Tato, más que un homenaje al actor cómico de la
nación es una radiografía de la actualidad a través de una historia singular: los
archivos de imágenes que la familia Borensztein grabó y guardó, o consiguió luego
prestados. Al menos así ve las cosas -opinar sobre el presente mostrando el pasado
Alejandro Borensztein, al frente del programa que devolvió a su papá, Tato Bores, a la
televisión. El cuarto episodio, dedicado a la economía con una imperdible cena con
Domingo Cavallo, la salud y el fútbol, acentúa la impresión de que los problemas
de la Argentina son cíclicos, como los intentos por solucionarlos. En una entrevista con
Página/12, el mayor de los hijos de Tato contó, además, cómo logró timonear un barco
que se mece entre olas de alegrías y remansos de nostalgia. No es fácil trabajar sobre
la historia filmada de un padre muerto.
¿Cómo se organiza la producción desde que su hermano Sebastián se metió de
lleno con la dirección de Sábado Bus?
Yo no me animaba a hacer el programa solo, porque me había ido de la tele hacía
tiempo. Vivo en Uruguay. Pero venía tratando de convencer a mi hermano hace dos años
para hacer este programa. El, por un lado, estaba con sus propios proyectos y, por otro,
nunca terminaba por decidirse a retomar este material. Quizás, porque le era muy pesado.
Así, fui armando el programa mientras intentaba convencerlo. En una circunstancia
particular él me dijo que sí, fuimos y firmamos. Pero a los 10 minutos se embarcó en
Sábado Bus y me quedé un poco solo. Ya estaba jugado y sé que tengo su
respaldo. Terminé haciéndolo solo pero si me hubieran dicho de entrada que sería así,
no me hubiera animado. Esta es la historia.
¿Se considera un director de televisión o sólo hace esto porque se trata de su
padre?
Siempre estuve vinculado al medio, porque me gustaba participar de las cosas que
papá hacía. Incluso estudié arquitectura pensando que en algún momento me iba a
dedicar a la tele. En el 87, cuando papá quiso volver, tuve la sensación de que lo
iban a agarrar en los canales y lo iban a hacer pomada. Le propuse a mi hermano hacerlo
nosotros, se lo planteamos a él y nos miró como si estuviéramos locos. Pero nos dejó
escribir el primer programa. Y el segundo. Fue frustrante porque no pudimos emitirlos por
un problema de censura: los canales del Estado bajo control de la Coordinadora no lo
dejaron trabajar y fue rechazado con excusas impresentables. Debutamos en Canal 2, año
88 con Tato Diet. Para el 91 me harté de la TV, de la política,
de la Argentina. Nació mi hijo, me fui a Punta del Este y me dediqué a la arquitectura.
Seba siguió mejorando cada vez más el proceso.
¿Qué balance puede hacer hoy de este ciclo, como realizador?
Muy bueno, porque trabajo con alegría. Lo escribo en la tranquilidad de Punta del
Este, vengo y lo grabo con el apoyo de todo el país, siento que todos quieren participar,
y agradecen que se los invite. Eso reconforta.
¿Le produce sensaciones encontradas, de tristeza y alegría, el trabajar sobre
estos tapes de Tato?
De afuera se puede suponer que uno ve esto con algún nivel de angustia, pero soy
medio frío para eso, quizá porque llevo mucho tiempo visualizando material, hago una
abstracción. No me involucro pensando en que ahí está mi papá. Quizá esa haya sido la
motivación inicial: las ganas de volver a tenerlo en pantalla. Siempre estuve convencido
de que el material daba para hacer un programa con Tato, no estando Tato, y no como una
cosa evocativa y nostalgiosa sino como un programa de actualidad.
¿A qué atribuye la vigencia de este material?
A que Tato no fue un marginal, sino un cómico popular. Y tuvo una conducta
intachable. Siempre preocupado por la calidad y por ser honesto con el público, siendo
durante décadas uno de los más vistos de la TV. Hoyla gente agradece este programa
porque había una necesidad de seguir viéndolo. Porque fue un tipo ejemplar. Y su
ausencia es una pérdida seria. Cada vez hay menos tipos públicos, derechos y como ...
invulnerables. De una ética difícil de encontrar hoy. Por eso, Tato sigue siendo un
referente masivo.
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