Por Raúl Kollmann Uno de los testigos clave en
el caso AMIA, el brasilero Wilson Dos Santos, dice que quiere colaborar con la Justicia
argentina, sólo que a cambio de un pago que redondearía los 105.000 dólares. Dos Santos
hizo su oferta en un video que dura 15 segundos y en el que se muestra junto a Mario
Aguilar Rissi, un ex agente de inteligencia argentina que dialogó con él en Brasil. El
brasilero promete revelar cómo se enteró de que iba a producirse un atentado en Buenos
Aires en julio de 1994, algo que avisó 15 días antes de la explosión en los consulados
de Brasil, Argentina e Israel en Milán.
Dos Santos contó al principio una larga historia que involucraba a iraníes, pero
después se desdijo y más recientemente sostuvo que todo fue una casualidad. Los
investigadores de la causa AMIA principalmente el jefe de la Unidad Antiterrorista,
Jorge Palacios y el ministro del Interior, Carlos Corach, coincidieron en que Dos
Santos debe declarar primero y sólo si la información es valiosa se le pagarán los
105.000 dólares. El dinero saldrá de la recompensa fijada a quien aporte datos sobre el
atentado.
El video fue entregado el lunes por Aguilar Rissi a Palacios, quien de inmediato se lo
comunicó al juez Adolfo Bagnasco, reemplazante de Juan José Galeano durante la feria.
Ante el magistrado, Aguilar Rissi dejó por escrito el pedido de los 105.000 dólares.
Estoy dispuesto a colaborar con la Justicia argentina y también a hablar con el
presidente de la comunidad judía. Esto es todo lo que dice en portugués Dos Santos
en las breves imágenes del video. Se nota claramente que se trata del taxi-boy brasilero,
ya que se le ve la mano en la que le faltan dos dedos.
Quien lo acompaña en el video, Aguilar Rissi, actuó en los años `80 como personal de
inteligencia de la Policía Federal. Estuvo en el grupo que investigó el secuestro del
empresario Osvaldo Sivak, pero terminó extorsionando a la esposa del secuestrado, Marta
Oyhanarte, al punto de sembrar pruebas y pedirle dinero para avanzar en pistas que eran
fraguadas. Aguilar Rissi terminó preso y, como el mismo dice, pagué mi cuenta con
la sociedad. Ya fuera de la cárcel siguió ofreciéndose como experto en
inteligencia y el entonces presidente de la DAIA, Rubén Beraja, le encargó en forma
privada algunas de las investigaciones del caso AMIA. Uno de esos encargues fue el de
buscar a Dos Santos.
El taxi-boy resultó importante en la causa, por cuanto se presentó en los consulados de
Milán en la primera semana de julio de 1994 sosteniendo que iba a producirse un segundo
atentado en Buenos Aires, en una institución judía en la que se estaban haciendo
reformas. El dato fue, lamentablemente, certero, aunque la cónsul argentina en Milán,
Norma Fassano, no le dio credibilidad. Dos Santos aceptó después venir a la Argentina y
en una declaración hecha ante la Policía Federal involucró en el atentado a Nasrim
Mohtari y a otros iraníes. Cuanto tenía que ratificar sus dichos ante el juez Galeano,
alegó que todo fue un invento para ganar unos pesos. Después de eso desapareció por
cuatro años y medio y a principios de 1999 fue localizado en Brasil. Allí volvió a
decir que no sabía nada y que todo fue obra de la casualidad.
Dos Santos es un personaje más que extraño: sostiene que se dedica a cortar césped, es
decir que es jardinero, pero viajó a Zurich, Londres, La Habana, Caracas, Saint Martin y
otras ciudades. Ya se le detectaron media docena de pasaportes distintos y tiene dos
tarjetas de crédito Visa Gold emitidas por el Citibank. O sea que no parece jardinero...
Todo indica que trabaja como agente de inteligencia para alguna fuerza del Brasil.
Lo cierto es que ayer el embajador de ese país en Buenos Aires, Sebastiao Netto, se
llevó una copia del video y prometió ubicar a Dos Santos en Brasil. Si quiere venir a la
Argentina, se le pagarán los pasajes; si quiere declarar en Brasil, el juez Galeano
viajará hacia allá.En todo caso, lo que sí definieron las autoridades argentinas es que
no pagarán de antemano: si la información es valiosa, Wilson cobrará, de lo contrario,
no. Queda ahora la duda de si el brasileño acepta el trato.
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